Era temprano en la mañana y yo iba con mi padre en la camioneta, para ayudarle en alguno de sus trabajos de jardinería. Nos dirigíamos hacia el este para empezar el día con los clientes en los barrios del norte de Milwaukee, en la orilla del lago Michigan. Salía el sol, y aunque todavía estaba yo medio dormido, pude apreciar que era un amanecer particularmente hermoso. Mi papá también lo notó. «Oh, mira eso», dijo. «En momentos como este me entran ganas de decir la oración de “Gloria al padre, y al hijo, y al Espíritu Santo”». Y, conociendo a mi papá, estoy seguro de que terminó la oración en voz alta, en ese mismo momento.
Quizás me uní a él, honestamente no lo recuerdo. Yo era un adolescente y, como dije, estaba medio dormido. Pero el concepto se me quedó grabado: que la oración, incluso usando una oración memorizada, puede ser espontánea y estar relacionada con el momento presente, y no estar limitada a momentos o lugares específicos. Con el tiempo, me di cuenta del aprecio de mi padre por la naturaleza, y cómo era una parte clave de su espiritualidad personal. En efecto, «a través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor» (Sab 13,5).[i] Hoy me refiero a tales experiencias, es decir, a instantes de sentir la presencia de Dios y a sentirme llamado a responder de alguna manera, como «momentos de Gloria al Padre».
Me di cuenta de lo importantes que son los momentos de Gloria en mi vida espiritual poco después de comenzar en mi primera parroquia, menos de un mes después de mi ordenación. Como uno esperaría de un sacerdote, la gente empezó a venir a hablar conmigo sobre la oración y su relación más amplia con Dios. Y ¡esperaban que yo tuviera algo que decir! Me encontré volviendo a los fundamentos espirituales de mi relación con Dios, y así comencé a compartir con ellos este concepto de los «momentos de Gloria».
Ahora, mientras escribo esto, no diría que soy un sacerdote experimentado (llevo ordenado 5 años y medio). Pero he trabajado en tres parroquias en tres países distintos. Y al tener este tipo de conversaciones con personas de diferentes lugares, niveles económicos y educación, culturas e idiomas, todavía me encuentro regresando a este concepto básico de los momentos de Gloria. No creo que sea por pereza; más bien me ha sorprendido la cantidad de personas que carecen de un sentido básico de conexión permanente con Dios, de ver su presencia como algo constante y activo en sus vidas. Me imagino que las palabras de Pablo les parecerán a muchos tan distantes como debieron sonar a la gente de Atenas: «él no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser» (Hechos 17, 27-28).
Por lo tanto, me ha parecido que reflexionar sobre los momentos de Gloria es una herramienta eficaz para ayudar a alguien en un momento difícil cuando Dios se siente lejos, o al comienzo de un período más profundo de dirección espiritual. Nos ayuda a centrarnos en los principios básicos de la espiritualidad (cristiana o de otro tipo), a llamar la atención al momento presente y la presencia de Dios en ese momento presente. Y este tipo de «toma de conciencia es una herramienta poderosa en la etapa inicial de la transformación espiritual»[ii].
Al comienzo del proceso, por lo general invito a la persona a implementar el simple ejercicio de decir tres “Glorias” a lo largo del día. El truco es decir uno después de experimentar algo que sea hermoso, bueno o enternecedor, y hacerlo de inmediato, en el momento. No hay que esperar a que sea algo inmenso, fabuloso, sino que puede ser tan básico como una deliciosa pizza, una puesta de sol o el abrazo de un nieto. Para algunos, esto puede parecer simple, pero he descubierto que para otros (como fue para mí) cambia profundamente su relación con Dios. Es un ejercicio intencional que luego se convierte en un hábito y, con suerte, le lleva a uno a cumplir la instrucción de Maestro Eckhart, el gran teólogo y místico medieval: «Sé en todas las cosas un buscador de Dios y en todo momento, uno que sale para encontrar a Dios, entre todo tipo de personas y en todo tipo de circunstancias».[iii]
Después de años de reflexión sobre mi experiencia con este concepto de “momentos de Gloria” en mi vida personal de oración y en la guía de otros, ahora encuentro que es un ejercicio que vale la pena explorar y promover. A través de una futura serie de reflexiones, aquí en el Blog Ágora XXI, mi objetivo es reflexionar sobre este ejercicio para explicarlo y ofrecer cómo tiene el potencial de conducir a una relación más profunda con Dios. Creo que este simple ejercicio, convertido en hábito, puede tener resultados importantes en nuestras vidas como personas de fe cristiana. Porque, como muchas cosas relacionadas con Dios, lo que parece simple a menudo tiene la mayor profundidad.
En futuras reflexiones comentaré cómo mantener una apertura habitual a los momentos de Gloria y responder de inmediato a ellos establece una comunicación regular, que es fundamental en nuestra relación con Dios (como en cualquier relación duradera). Además, nos hace conscientes de la presencia de Dios para ayudarnos en tiempos difíciles; se convierte en una actitud de gratitud que crea verdadera humildad; nos impulsa a enfrentar nuestro pecado y a luchar por la justicia. De esta forma, con el tiempo, este sencillo ejercicio puede conducir a la conversión del corazón y, de ahí, a la alegría y la misión.
Sé que esto parece que sea esperar mucho de la más corta de las oraciones de memorización básicas, pero lo que propongo es una herramienta, no un fin en sí mismo. Como herramienta, puede ayudarnos a enseñarnos a «andar por la fe, no por lo que vemos» (2 Cor 5, 7). Es caminar por la fe, entonces, que nos damos cuenta de cómo «el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás y en todo momento»[iv]. A lo cual respondo diciendo: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era un principio, ahora, y siempre, por los siglos de los siglos.
En cada reflexión de esta serie, les invitaré a participar en un ejercicio sencillo. No debería sorprenderles que en esta introducción le invite a lo siguiente:
Haz una pausa y reza el Gloria de inmediato, en este momento.
[i] Traducción de la cita de Sabiduria como se encuentra en Papa Francisco, Laudato Si, n.12.
[ii] Haase, Albert (OFM). 2014. Catching Fire, Becoming Flame: A guide for spiritual transformation. Brewster, Massachusetts. Paraclete Press. p. 21. Albert Haase es un fraile franciscano quien ha escrito mucho sobre la espiritualidad cristiana. Traducción del autor.
[iii] Talks of Instruction, 22. Como citado en Haase, p. 77. Traducción del autor.
[iv] Papa Francisco, Gaudete et Exsultate, n. 171.