Cuando leemos la pasión en los cuatro evangelios, podemos ver que hay ligeras variaciones sobre las personas presentes en la crucifixión y sepultura de Jesús. Curiosamente, de todos los seguidores de Jesús que se mencionan en los evangelios, hay dos personas que siempre están presentes en los cuatro relatos: María Magdalena y José de Arimatea (quizás tres con María la madre de Santiago y José, ver Mateo 27,55-28,1; Marcos 15,40-16,8; Lucas 23,49-24,12; Juan 19:25-20:1). Este año el Domingo de Ramos y el Viernes Santo leemos según Mateo y Juan que José de Arimatea, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús, de quien José era discípulo. Luego enterró a Jesús en una tumba excavada en la roca (Mateo 27,57-61; Juan 19,38-42). Al asegurarse de que el cuerpo de Jesús fuera debidamente enterrado después de la crucifixión, José de Arimatea se convierte en un personaje clave en la narración de la pasión. Marcos y Lucas agregan más información sobre José, señalando que era miembro del Sanedrín (Marcos 15,42-47), que era un hombre justo y que José mismo bajó a Jesús de la cruz (Lucas 23,50-56).
La petición de José de enterrar a un hombre crucificado y el consecuente visto bueno de Pilato son, si no problemáticos, elementos sorprendentes tanto desde el punto de vista narrativo como histórico. En cuanto a la historicidad, se ha señalado que la vergüenza de la crucifixión romana incluía la negación de un entierro digno. Los romanos preferían que los cadáveres se descompusieran en las cruces (Esta información se puede encontrar en cualquier comentario moderno sobre los Evangelios, siendo mi favorito el escrito por Craig S. Keener sobre el Evangelio de Juan en 2003). Desde un punto de vista judío, la petición de enterrar a Jesús es razonable, dado el mandato de Deuteronomio 21,22-23 de que ningún cadáver debe pasar la noche sin ser enterrado por el riesgo de profanar la nación.
Además, la repentina intervención de José de Arimatea y su rápida desaparición de la narración, hace notable este personaje. Un hombre que no ha sido mencionado antes en absoluto toma el lugar central para enterrar a Jesús y asegurar que la profecía de la resurrección pueda tener lugar. No es Pedro, ni Juan, ni ningún otro discípulo quien asume esta parte esencial de la pasión de Jesús. Los cuatro evangelios mencionan a José y en los cuatro aparece inesperadamente para cumplir con este importante deber. Y después del entierro, nunca se vuelve a mencionar a José de Arimatea.
Las acciones de José de Arimatea me hicieron pensar en otro José que después de cumplir una parte importante en la vida de Jesús desaparece y nunca más es mencionado en los evangelios: José de Nazaret. Al igual que el hombre de Arimatea, José de Nazaret está allí para ayudar a realizar las profecías de que Jesús será llamado Hijo de David (Lucas 1,32), que el Mesías nacerá en Belén (Lucas 2,4-5; Mateo 2,5-6), y que de Egipto fue llamado (Mateo 2,14-15). José de Nazaret se casó con una mujer embarazada antes de vivir juntos, pero ya legalmente comprometidos y así desafió una ley que exige denunciar públicamente a María (ver Lev 20,10; Deut 24,1). Sin embargo, después de jugar este papel fundamental en la vida de Jesús, no leemos más sobre él en los evangelios.
Tanto José de Nazaret como el hombre de Arimatea van y vienen en un momento crucial de la vida de Jesús; justo cuando Jesús más los necesitaba. Había un José para colocar a Jesús en el pesebre y un José para colocarlo en la tumba. Ambos, el carpintero y el miembro del Sanedrín actúan contra viento y marea para asegurar episodios críticos en la vida de Jesús. Esta idea se vuelve aún más atractiva resaltando la etimología y la raíz hebrea del nombre José: Que Dios añada, o que Dios dé/aumente. No puedo dejar de ver el nombre de José operando en relación con lo que ambos hombres de Nazaret y Arimatea hicieron por Jesús. En los momentos en que Jesús era más vulnerable, el nacimiento y la muerte, Dios añadió y proveyó a estos dos hombres para que fueran apoyo de Jesús. Estos detalles crean un "patrón literario José" en los evangelios canónicos donde ambos son llamados justos y realizan actos verdaderamente virtuosos para el más vulnerable en ese momento.
Las preguntas para reflexionar son ¿cómo podemos ser como estos Josés para otras personas? ¿Estamos dispuestos a estar ahí para los más vulnerables para ayudarlos, nutrirlos y proveer para ellos? ¿Estamos dispuestos a ser Josés que no necesitan estar todo el tiempo en el centro de las historias de las personas para ayudarlas en silencio?