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18/01/2022 - PRESENTANDO MOMENTOS DE «GLORIA AL PADRE…»
 

Era temprano en la mañana y yo iba con mi padre en la camioneta, para ayudarle en alguno de sus trabajos de jardinería. Nos dirigíamos hacia el este para empezar el día con los clientes en los barrios del norte de Milwaukee, en la orilla del lago Michigan. Salía el sol, y aunque todavía estaba yo medio dormido, pude apreciar que era un amanecer particularmente hermoso. Mi papá también lo notó. «Oh, mira eso», dijo. «En momentos como este me entran ganas de decir la oración de “Gloria al padre, y al hijo, y al Espíritu Santo”». Y, conociendo a mi papá, estoy seguro de que terminó la oración en voz alta, en ese mismo momento.
 
Quizás me uní a él, honestamente no lo recuerdo. Yo era un adolescente y, como dije, estaba medio dormido. Pero el concepto se me quedó grabado: que la oración, incluso usando una oración memorizada, puede ser espontánea y estar relacionada con el momento presente, y no estar limitada a momentos o lugares específicos. Con el tiempo, me di cuenta del aprecio de mi padre por la naturaleza, y cómo era una parte clave de su espiritualidad personal. En efecto, «a través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor» (Sab 13,5).[i] Hoy me refiero a tales experiencias, es decir, a instantes de sentir la presencia de Dios y a sentirme llamado a responder de alguna manera, como «momentos de Gloria al Padre».
 
Me di cuenta de lo importantes que son los momentos de Gloria en mi vida espiritual poco después de comenzar en mi primera parroquia, menos de un mes después de mi ordenación. Como uno esperaría de un sacerdote, la gente empezó a venir a hablar conmigo sobre la oración y su relación más amplia con Dios. Y ¡esperaban que yo tuviera algo que decir! Me encontré volviendo a los fundamentos espirituales de mi relación con Dios, y así comencé a compartir con ellos este concepto de los «momentos de Gloria».
 
Ahora, mientras escribo esto, no diría que soy un sacerdote experimentado (llevo ordenado 5 años y medio). Pero he trabajado en tres parroquias en tres países distintos. Y al tener este tipo de conversaciones con personas de diferentes lugares, niveles económicos y educación, culturas e idiomas, todavía me encuentro regresando a este concepto básico de los momentos de Gloria. No creo que sea por pereza; más bien me ha sorprendido la cantidad de personas que carecen de un sentido básico de conexión permanente con Dios, de ver su presencia como algo constante y activo en sus vidas. Me imagino que las palabras de Pablo les parecerán a muchos tan distantes como debieron sonar a la gente de Atenas: «él no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser» (Hechos 17, 27-28).
 
Por lo tanto, me ha parecido que reflexionar sobre los momentos de Gloria es una herramienta eficaz para ayudar a alguien en un momento difícil cuando Dios se siente lejos, o al comienzo de un período más profundo de dirección espiritual. Nos ayuda a centrarnos en los principios básicos de la espiritualidad (cristiana o de otro tipo), a llamar la atención al momento presente y la presencia de Dios en ese momento presente. Y este tipo de «toma de conciencia es una herramienta poderosa en la etapa inicial de la transformación espiritual»[ii].
 
Al comienzo del proceso, por lo general invito a la persona a implementar el simple ejercicio de decir tres “Glorias” a lo largo del día. El truco es decir uno después de experimentar algo que sea hermoso, bueno o enternecedor, y hacerlo de inmediato, en el momento. No hay que esperar a que sea algo inmenso, fabuloso, sino que puede ser tan básico como una deliciosa pizza, una puesta de sol o el abrazo de un nieto. Para algunos, esto puede parecer simple, pero he descubierto que para otros (como fue para mí) cambia profundamente su relación con Dios. Es un ejercicio intencional que luego se convierte en un hábito y, con suerte, le lleva a uno a cumplir la instrucción de Maestro Eckhart, el gran teólogo y místico medieval: «Sé en todas las cosas un buscador de Dios y en todo momento, uno que sale para encontrar a Dios, entre todo tipo de personas y en todo tipo de circunstancias».[iii]
 
Después de años de reflexión sobre mi experiencia con este concepto de “momentos de Gloria” en mi vida personal de oración y en la guía de otros, ahora encuentro que es un ejercicio que vale la pena explorar y promover. A través de una futura serie de reflexiones, aquí en el Blog Ágora XXI, mi objetivo es reflexionar sobre este ejercicio para explicarlo y ofrecer cómo tiene el potencial de conducir a una relación más profunda con Dios. Creo que este simple ejercicio, convertido en hábito, puede tener resultados importantes en nuestras vidas como personas de fe cristiana. Porque, como muchas cosas relacionadas con Dios, lo que parece simple a menudo tiene la mayor profundidad.
 
En futuras reflexiones comentaré cómo mantener una apertura habitual a los momentos de Gloria y responder de inmediato a ellos establece una comunicación regular, que es fundamental en nuestra relación con Dios (como en cualquier relación duradera). Además, nos hace conscientes de la presencia de Dios para ayudarnos en tiempos difíciles; se convierte en una actitud de gratitud que crea verdadera humildad; nos impulsa a enfrentar nuestro pecado y a luchar por la justicia. De esta forma, con el tiempo, este sencillo ejercicio puede conducir a la conversión del corazón y, de ahí, a la alegría y la misión.
 
Sé que esto parece que sea esperar mucho de la más corta de las oraciones de memorización básicas, pero lo que propongo es una herramienta, no un fin en sí mismo. Como herramienta, puede ayudarnos a enseñarnos a «andar por la fe, no por lo que vemos» (2 Cor 5, 7). Es caminar por la fe, entonces, que nos damos cuenta de cómo «el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás y en todo momento»[iv]. A lo cual respondo diciendo: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era un principio, ahora, y siempre, por los siglos de los siglos.
 
En cada reflexión de esta serie, les invitaré a participar en un ejercicio sencillo. No debería sorprenderles que en esta introducción le invite a lo siguiente:
 
Trate de identificar tres “momentos de Gloria” a lo largo de su día, todos los días.
Haz una pausa y reza el Gloria de inmediato, en este momento.


[i] Traducción de la cita de Sabiduria como se encuentra en Papa Francisco, Laudato Si, n.12.
[ii] Haase, Albert (OFM). 2014. Catching Fire, Becoming Flame: A guide for spiritual transformation. Brewster, Massachusetts. Paraclete Press. p. 21.  Albert Haase es un fraile franciscano quien ha escrito mucho sobre la espiritualidad cristiana. Traducción del autor.
[iii] Talks of Instruction, 22.  Como citado en Haase, p. 77. Traducción del autor.
[iv] Papa Francisco, Gaudete et Exsultate, n. 171.

14/05/2021 - LOS POBRES SE EMPOBRECEN EN BOGOTÁ
 

Actualmente vivo y trabajo con el P. Martí Colom (compañero de la CSP) en la Parroquia La Resurrección de Bogotá, Colombia. La parroquia atiende tres barrios de clase trabajadora, en el sur de la ciudad. De los seis estratos socioeconómicos en los que se divide Bogotá, nuestra área es el Estado 2, "Bajo".
 
Cuando llegué a la parroquia en octubre del año pasado, Martí me dijo que muchos de los feligreses habían sufrido muchísimo, económicamente hablando, por la pandemia y que era duro ver venir a tantas personas a pedir comida, que antes jamás lo habían hecho.
 
La observación de Martí fue confirmada recientemente por datos publicados por el gobierno colombiano. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (“DANE”) publicó un informe llamativo y preocupante sobre el crecimiento de la pobreza en el país durante 2020.[1] Se centra en lo que denomina “Pobreza Monetaria”, basándose en los ingresos de un hogar. Aunque esto solo representa una métrica, los datos del informe sirven para mostrar cómo la situación de la pobreza en Bogotá empeoró mucho durante el primer año de la pandemia de la COVID-19, especialmente con respecto a aquellos que pasaron de ser “pobres” a “extremadamente pobres”.
 
La medida básica que establece las líneas de pobreza y pobreza extrema se calcula con valores monetarios utilizando el ingreso del hogar, per cápita y el costo de una “canasta básica de alimentos”.[2] La definición de la línea de pobreza extrema se centra en la estimación del costo de mantener del consumo diario de 2.100 calorías por persona. Y el valor establecido para la línea de pobreza incluye la estimación de algunas otras necesidades y servicios básicos. Ambos valores están ajustados por el costo de vida en las diferentes áreas del país.
 
Para el país en su totalidad, el informe del DANE calculó la línea de pobreza en alrededor de $ 90 USD, por persona, por mes.[3]  Es importante recordar que esto es per cápita, lo que significa que es la suma del ingreso total de un hogar, dividido por el número de personas que viven en él. Por ejemplo, en un hogar de cinco, donde ambos adultos trabajan y cada uno gana $200 por mes, por un total de $400, el ingreso per cápita del hogar es de $80 y, por lo tanto, ese hogar cae por debajo de la línea de pobreza. Debido al mayor costo de vida en la ciudad capital, la línea de pobreza se fijó en Bogotá en $123 USD por persona, que es un poco más de $492 USD para una familia de cuatro, por mes.[4]    
 
El informe define la pobreza extrema para los que viven en Bogotá como los que viven por mes con $48 USD por persona, o $192 USD para una familia de cuatro.[5] Para tener contexto, el salario mínimo legal establecido por el gobierno en 2020 fue de $ 237 por mes.[6] Eso significa que, en un hogar de dos personas, en Bogotá, si una de ellas trabaja y gana un salario mínimo, esa familia ya está por debajo de la línea de pobreza. Y en el caso de un hogar de cinco, con una persona que gana el salario mínimo, se les considera extremadamente pobres.
 
Habiendo visto cómo las líneas de pobreza son definidas por el DANE, veamos ahora cuántas personas fueron identificadas como pobres o extremadamente pobres por el gobierno en 2020, en comparación con 2019.
 
Comparando 2020 con 2019, según el DANE, hubo un aumento de 6.8% más de la población por debajo de la línea de pobreza (desde 35.7% hasta 42.5%). En cuanto a la pobreza extrema, un 5,5% más de la población se encontraba por debajo de la línea establecida (del 9,6% al 15,1%). Eso significa que, a nivel nacional, comparando 2020 con 2019, hubo 3.5 millones más de personas que cayeron por debajo de la línea de pobreza y 2.8 millones más que ingresaron en la pobreza extrema. Según estos números, en 2020 se consideraba más de 21 millones de personas en Colombia como pobres, y de estos, más de 7,5 millones eran extremadamente pobres, que significa que tienen apenas para comer.
 
Del aumento en el número de pobres del país en 2020, casi un tercio fue en Bogotá (31,3%). Según el DANE había 2.246.851 personas viviendo por debajo de la línea de pobreza en Bogotá en 2019, y en 2020 hubo un aumento de 1.110.734 más. ¡Eso representa un aumento del 49,4% en solo un año! El crecimiento de la población en la ciudad no puede explicar un aumento tan grande.
 
Los datos son más dramáticos cuando miramos a la población que cae por debajo de la línea de pobreza extrema. Según el DANE, en 2019 había 344,591 personas en Bogotá viviendo en extrema pobreza. En 2020, hubo 1.108.836. ¡Es decir, un aumento de 764,245 personas más, o 222%! Utilizando la población estimada en 2020 de la ciudad de 10,978,000, esto significa que más del 10% de las personas que viven en Bogotá se definen como extremadamente pobres.[7]
 
Gran parte del aumento de los identificados como extremadamente pobres son seguramente (pero no necesariamente) aquellos que han pasado de pobres a extremadamente pobres. El informe del DANE identifica evidencia anecdótica de muchos hogares que pasaron de tener ingresos limitados a ningún ingreso en su totalidad. Esto es representativo de muchas de las familias de la Parroquia La Resurrección. Antes eran "pobres", pero ahora están luchando por tener suficiente para comer.
 
De hecho, si comparamos el aumento de los considerados extremadamente pobres en Bogotá con el total del país, vemos que los bogotanos se han visto particularmente afectados por la pandemia. Bogotá representa el 27,5% del aumento de los considerados extremadamente pobres en el país. Pero lo que es particularmente revelador es ver cómo el aumento en Bogotá se compara con el aumento en el país. A nivel nacional, el número total de personas consideradas extremadamente pobres aumentó en un 59,3%, un dato que es en sí sobrecogedor y doloroso. Sin embargo, cuando se compara con el aumento del 222% de los considerados extremadamente pobres en Bogotá, muestra que las familias de menores ingresos de la ciudad capital se han visto especialmente afectadas por las consecuencias económicas de la pandemia.
 
Este aumento de la pobreza ha provocado un aumento de la desigualdad dentro de Colombia. Una de las medidas de desigualdad dentro de una población también considera los ingresos. El estándar internacional utilizado para esto es un índice denominado el coeficiente de Gini. Un coeficiente de Gini del 0% representa la igualdad perfecta de ingresos, hipotética, dentro de una población. Todo lo que esté por encima de 0% representa qué tan lejos está una población de esta igualdad de ingresos. El DANE informa que el coeficiente de Gini para Colombia fue del 54,4% en 2020, un salto significativo de solo un año desde el 52,6% en 2019.[8] Esto posiblemente sitúe Colombia en el nivel más alto de América Latina de la desigualdad de ingreso, y sin duda es uno de los más altos del mundo.[9]  Para darnos un poco de contexto, podemos compararlo con las estimaciones del Banco Mundial para EE. UU. En 2018 con un coeficiente del 41,4%, República Dominicana en 2019 con un coeficiente del 41,9% o España con un 34,7% en 2018.
 
En resumen, los datos oficiales del gobierno colombiano confirman lo que hemos visto y escuchado de nuestros feligreses con respecto a sus estrecheces económicas como resultado de la pandemia. También sirve para entender la situación actual del país, que ahora lleva más de dos semanas con protestas, en las que se exige al gobierno una gama de reformas fundamentales. Algunos de los números el reporte del DANE son hombres, mujeres y niños que conocemos por su nombre aquí en La Resurrección. Son familias que acuden a nuestra puerta a pedir comida, y que ofrecen intenciones en nuestras misas por un empleo digno. A través de la parroquia y los programas de CSP, hacemos lo que podemos para ayudarles y brindarles esperanza en estos tiempos difíciles. Y nos unimos a nuestros feligreses en sus oraciones por el empleo y más oportunidades que les permitan romper los ciclos de la pobreza. Colombia tiene por delante un largo camino para lograr la recuperación de su economía. Que sea, también, el camino hacia un futuro más justo y pacífico.


 
[1] DANE. 29 abril de 2021. Pobreza Monetaria en Colombia: Resultados 2020.  https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2020/Presentacion-pobreza-monetaria_2020.pdf. https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2020/Comunicado-pobreza-monetaria_2020.pdf. Last accessed 11 May 2021.
[2] El concepto de “canasta básica” de alimentos para sostener a una familia es una media común para calcular la línea de pobreza. El DANE utiliza la definición de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de la ONU.
[3] $331,688 pesos Colombianos (COP) per capita. Para nuestro propósito acá, utilizo un promedio del cambio del 2020 de 3,700 COP a 1 USD.
[4] $455,030 COP, por persona, por mes.
[5] $178,607 COP, por persona.
[6]$877,803 COP. No incluyo acá la cantidad extra para el transporte, porque hasta si aplicara en un supuesto caso, se supone que sería gastado en el trasporte del empleado, y no contar como entrada en el hogar. Del Decreto No. 2360 del 2019.
[7] Hay hasta un 20% de la ciudad que se considera “pobre”, con un total de casi 31% de su población que se encuentra debajo de la línea de pobreza.  
[8] Según el Banco Mundial, en términos del coeficiente de Gini, Colombia llegó a su punto más desigual con un 58.7% in 2000 y menos desigual en 2017 con un 49.7%.  El Banco Mundial calculó Colombia con un 51.3% en el 2019, lo cual significaría un salto aún más drástico en el 2020. 
[9] Utilizo los datos más reciente del Banco Mundial, que 
todavía no muestra en el efecto de la pandemia. https://data.worldbank.org/indicator/SI.POV.GINI.

 

05/11/2020 - SE CONSOLIDA LA PRESENCIA DE LA CSP EN BOGOTÁ

Con la llegada a Colombia del P. Michael Wolfe para trabajar en la parroquia La Resurrección

 
 
A mediados del pasado mes de octubre el P. Michael Wolfe se trasladó de la República Dominicana (donde terminó su labor como párroco de La Sagrada Familia de Sabana Yegua) a Bogotá, Colombia. Mike, sacerdote de la Arquidiócesis de Milwaukee y miembro de la Comunidad de San Pablo, llega a Bogotá para trabajar en la parroquia La Resurrección, del sur de la capital colombiana, junto con el P. Martí Colom. La CSP ha estado presente en La Resurrección desde 2016.
 
Ahora, con la llegada de Mike, la presencia de dos sacerdotes ayudará desarrollar mejor las tareas pastorales y de promoción humana que hemos venido llevando a cabo en los tres barrios que conforman el territorio parroquial, y que incluyen la celebración de los sacramentos en los tres centros de culto que tiene la parroquia, la organización de la pastoral y también los diversos proyectos sociales que se realizan en “Casa Garavito”, el centro de desarrollo comunitario de la CSP en el barrio El Pesebre.


 

09/09/2020 - RELEVO EN LA PARROQUIA LA SAGRADA FAMILIA DE SABANA YEGUA (REPÚBLICA DOMINICANA)
 
De izquierda a derecha: Javier Guativa, Mike Wolfe, Mons. José Grullón y Thomas Naidu

 
El pasado 5 de septiembre tuvo lugar en Sabana Yegua la toma de posesión del nuevo párroco de La Sagrada Familia, P. Javier Guativa, y del nuevo vicario, P. Thomas Naidu, con la presencia de Mons. José Grullón, obispo de San Juan de la Maguana. Al mismo tiempo, se despidió de la comunidad parroquial el P. Michael Wolfe, que ha estado al cargo de esta parroquia desde junio de 2019.
 
Javier y Mike pertenecen a la Comunidad de San Pablo, y en breve Mike viajará a Colombia, donde formará equipo con Martí Colom en la Parroquia La Resurrección, ubicada en el sur de Bogotá. Javier, por su parte, ha trabajado nueve años como sacerdote en distintas parroquias de Milwaukee, y ahora estrena nueva etapa al frente de La Sagrada Familia. Asimismo, el Padre Thomas Naidu, originario de la India y con 16 años de sacerdocio, ha desempeñado su ministerio pastoral en la Archidiócesis de Milwaukee en los últimos cuatro años. Javier y Thomas trabajarán en equipo con el grupo de seglares miembros de la Comunidad de San Pablo que desde hace años desarrolla su labor en Sabana Yegua y comunidades aledañas.
 
Este pasado fin de semana la comunidad parroquial dio una cálida bienvenida a los dos nuevos sacerdotes y despidió con agradecimiento al P. Mike, deseándole muchas bendiciones en su nueva etapa.


 

09/04/2020 - JUEVES SANTO: EL SENTIDO DEL SERVICIO
 


La Semana Santa de 2020 es mi primera Semana Santa como párroco. Tuve experiencias maravillosas en la parroquia en el sur de Milwaukee donde serví como vicario parroquial durante tres años, pero me parecía algo especial celebrar la Semana Santa como “pastor” de una comunidad parroquial. Por un lado, estando en la República Dominicana, consideraba la posibilidad de montar un burro el Domingo de Ramos. Sin embargo, lo que más tenía en mente y en mi oración era el lavatorio de pies del Jueves Santo. Incluso me emocionaba cuando pensaba en ofrecer ese potente signo de liderazgo de servicio para las comunidades de La Sagrada Familia y también para los hombres del programa de catequesis que se están preparando para el bautismo en la cárcel local.
 
Pero no, no hubo burro el domingo y hoy no lavaré los pies. Lo primero, por supuesto, es un poco tonto. No obstante, en términos de un Jueves Santo sin lavar los pies, me he visto obligado a reflexionar sobre el significado más profundo y el "por qué" de este signo. Como tal, esta oportunidad única puede servir para captar una experiencia más profunda del significado de este signo particular de Jesús en el Evangelio de Juan, que repetimos todos los Jueves Santos, menos el de este año.
 
Para empezar, creo que todos estamos de acuerdo en que el servicio es importante no solo en términos del discipulado, sino también para llegar a ser una persona decente. En muchos círculos usamos el lenguaje de "devolver" lo recibido. Hacer unas horas de servicio es importante para ingresar a la universidad, para obtener becas, para trabajos e incluso como un medio de restitución en delitos menores. Los padres hablan de querer que sus hijos hagan algún tipo de servicio para "apreciar lo que tienen". Sin embargo, este Jueves Santo debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿A qué se refiere Jesús cuando les dice a sus discípulos después de lavarse los pies, “... os dejo un ejemplo para que, igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros"? (Jn 13, 15) ¿En qué se diferencia esto de un sentido más general de que el servicio es algo bueno?
 
Primero, Jesús quiere demostrar en el lavado de pies que un verdadero maestro siempre sirve. Está dispuesto a "rebajarse" para servir a los que le siguen. Esta idea es un reflejo del ministerio de Jesús en la Tierra en el Evangelio de Juan, como la Palabra o el Hijo que fue enviado para unir a los que "creen" en él en el amor del Padre (cf. Jn 15,9-10; 17,21). Por lo tanto, aquellos que creen en Jesús y realmente lo siguen están llamados a servir, como resultado y expresión del amor. El mandamiento que Jesús da poco después de lavarse los pies no es de servir por el servir, sino "igual que yo os he amado, también amaos unos a otros" (Jn 13,34).
 
El fundamento de este signo es el amor que se comparten el Padre y el Hijo, y que Jesús fue enviado para compartir con el mundo (cf. Jn 3,16). Según lo descrito por Jesús en el Evangelio de Juan, este es un amor fiel, leal y de servicio "hasta el extremo" (Jn 13,1). Tal sentido de fidelidad por amor refleja el amor del Padre hacia el mundo. "Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único… no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve" (Jn 3,16-17). Jesús, que está en el Padre, ama como el Padre, y su mandamiento es que aquellos que lo siguen ("los suyos") amen de esta manera (cf. Jn 15,9).[1]
 
Este sentido de fidelidad por amor se aclara en Juan 15, donde Jesús conecta la palabra permanecer (o “mantenerse”, del griego μένω) con amor. “Manteneos en ese amor mío. Si cumplís mis mandamientos, os mantendréis en mi amor” (Jn 15,9-10). Y la verdadera dedicación (mantenerse) en el amor que no tiene fin se demuestra en el darse completo de uno mismo sin límite. "Nadie tiene mayor amor por los amigos que quien entrega su vida por ellos " (Jn 15,13). Como veremos mañana, el Viernes Santo, Jesús cumple su propio mensaje y es fiel al Padre y a su promesa.[2]
 
Jesús deja en claro que los discípulos mostrarán que han aprendido de él y creerán en él al ser fieles a su mandamiento de "amarse unos a otros" (cf. Jn 14,15). Deben seguir el ejemplo de Jesús, no solo de servir humildemente como se demuestra en el lavado de pies, sino también como la Palabra que se hizo carne y vivió en el "mundo" (Jn 1,14) y amó hasta el extremo. Y al hacerlo, los discípulos se unen en la relación de Jesús con el Padre, quienes a su vez son fieles en su amor a los discípulos, enviando al Abogado a estar con ellos para siempre (Jn 15-17). De esta manera, los que creen y se sienten conmovidos a seguir a Jesús son "salvos" (cf. Jn 1,12-13; 20,31).
 
A veces es necesario ir hasta los cimientos para construir algo nuevo, o para reforzar lo que hay. Esta es una oportunidad que se nos ha brindado durante esta Semana Santa única, y puede dar mucho fruto si la aprovechamos. Si bien la mayoría de nosotros no podemos celebrar el hermoso signo del lavado de pies este Jueves Santo, la situación actual brinda la oportunidad de encontrar nuevas formas de aplicar el mensaje que contiene: el de un amor que es fiel hasta el final, hasta su plena realización, y basado en un servicio humilde y un darse completo de sí mismo, para que otros sean levantados. Es un servicio que permite a otros ver la importancia que tienen para Dios, y sentirse tan conmovidos por ello que respondan a ese amor.
 
Entonces, la pregunta para nosotros es: ¿Cómo puedo servir del modo en que Jesús enseñó? No pretendo tener una respuesta, sin embargo, me gustaría proponer alguna orientación. Me parece que lo más importante en el servicio cristiano, fundado en el amor de auto-entrega, es su autenticidad. Por supuesto, podemos usar las diferentes ciencias sociales y modelos para ser eficientes y efectivos. Sin embargo, si estamos calculando hasta el punto de ser fríos, lo que podemos hacer es seguir sirviendo, pero ya no es el servicio cristiano. El servicio cristiano se basa en las relaciones, y no tanto en el tamaño de la obra o en el número de personas a las que se llega.
 
En este día santo especial, en esta Semana Santa única, sin burro y sin lavado de pies, reflexionemos sobre las pequeñas formas en que podemos vivir el mensaje central del Triduo Pascual. La entrega auténtica de uno mismo es cómo nos unimos en el amor de Jesús, y al hacerlo, estamos unidos en el amor del Padre. Me parece que la importancia de las relaciones personales es algo que estamos llegando a apreciar cada vez más en estos días; cuánto más cuando lo hagamos a la luz del cirio Pascual.
 
 

[1] Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo el mío.  Manteneos en ese amor mío. (Jn 15, 9)
[2] De hecho, hay una conexión más profunda entre la narración de Jesús, "amando hasta el fin" (Jn 13, 1), con sus últimas palabras en la cruz de lo que reflejan las traducciones al español. Antes de perecer, Jesús dice en muchas traducciones algo por estilo de "está terminado". La raíz de "fin" en 13, 1 y "queda terminado" en 19,30 es la misma, τἐλος (de donde viene el prefijo "tele" en telescopio o teléfono). Simplemente lo señalo aquí porque Juan deja muy claro lo que significa este amar hasta el final, hasta el extremo.
 

06/03/2019 - LA FUERZA DE LAS CENIZAS

 
 
El domingo pasado, el último del Tiempo Ordinario antes del Miércoles de Ceniza, escuchamos un mensaje con tres enfoques de Jesús con respecto a la integridad de aquellos que se esfuerzan por ser sus discípulos. Dicha integridad se basa en la humildad y la introspección: reconocer la propia ceguera, quitar la viga del propio ojo antes de ocuparse de la astilla en el ojo del hermano. Y así como las raíces de un frutal necesitan ser curadas para que el árbol dé buen fruto, así también nuestros corazones deben limpiarse a menudo para que lo que emane de ellos sea sano y constructivo.

Seremos conocidos por el fruto que demos, que saldrá de nuestros corazones. Cualquiera que haya sido padre de un adolescente sabe que la pedagogía del “haz lo que digo, no lo que hago”, tiene poco peso, y no inspira. Y, desde luego, no se trata solo de que no funciona con los adolescentes. En ese sentido, si nos tomamos en serio que estamos llamados a ser discípulos de Jesús, a ser aquellos que aprenden del maestro y luego son enviados a compartir el Evangelio, primero debemos comenzar por trabajarnos a nosotros mismos. Debemos comenzar por nuestra interioridad, y allí cultivar la humildad.

La Cuaresma es un tiempo especial que se nos da cada año para reordenar nuestras prioridades y centrarnos de nuevo en el Evangelio de Jesús. Lo comenzamos por un acto aleccionador, de recibir cenizas. El Misal Romano ofrece dos opciones de frases que pueden decirse mientras que el ministro coloca las cenizas en la frente de los fieles. La primera es muy directa: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. Esta opción conecta directamente el gesto que hacemos con el origen de las palabras humildad y humilde, que vienen del latín humus, que significa “tierra”. Ser humilde significa, literalmente, bajarse al suelo. La segunda opción también invita a los fieles a la humildad, a reconocer sus propias limitaciones y faltas, y establece una conexión con el discipulado: “Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.

Esta llamada a la humildad no equivale a que nos creamos unos inútiles. Esto no tendría sentido, puesto que desde hoy nuestros ojos miran hacia la Salvación y la Resurrección. ¡Jesús no vino a salvar basura! La austeridad y la humildad de la Cuaresma no pueden separarse de la Pasión ni, sobre todo, de la Resurrección de Jesús. Este último es, por supuesto, el centro del Evangelio de Jesús, que nos muestra el poder del amor humilde.

En última instancia, la humildad es fundamental para el discipulado porque siendo humildes podemos aprender del Maestro y llegar a ser como él (algo que también se mencionó en el Evangelio del domingo pasado). Nos arrepentimos y rebajamos, no para quedarnos en el suelo, sino para ser levantados por el Maestro, aprender de él y darnos cuenta de nuestro verdadero valor ante los ojos de Dios. Al creer en el Evangelio adquirimos la fortaleza para salir y anunciar la Buena Noticia de Jesús, y entonces nuestras palabras tendrán el peso de las palabras de los que practican lo que predican. Hay algo especial, singular, en aquellos que viven el Evangelio creyéndolo profundamente.

Por lo tanto, la humildad es el comienzo del verdadero cambio en nuestros corazones y en el mundo que nos rodea. La humildad requiere mucha fortaleza (¡esa viga de madera suena bastante pesada!). Y si ella impregna nuestro centro (nuestro corazón) podemos ser mucho más fuertes, apartar nuestro ego y dejar que entre en nosotros la gracia de Dios, de modo que él pueda usarnos como sus instrumentos, a menudo de maneras que nunca hubiéramos imaginado.

Que la recepción de las cenizas de hoy sea un impulso para hacernos humildes, y para que nuestros corazones se llenen de la esperanza del Evangelio. Si profundizamos y aceptamos los desafíos de este tiempo cuaresmal, la oración, el ayuno y la limosna darán buenos frutos, no solo en nuestras vidas, sino también en las de quienes nos rodean.


 

06/01/2018 - LA EPIFANÍA Y LA UNIDAD
En los Estados Unidos celebramos la Epifanía este domingo, en otras partes lo festejan el propio 6 de enero, día de Reyes. Es una celebración muy hermosa, no sólo porque en muchas culturas es un día para dar y recibir regalos, sino, además, porque tiene un profundo mensaje teológico. Los Reyes Magos, viniendo desde lejos, de naciones gentiles, buscan y encuentran a Jesús, el Mesías. La relación del encuentro entre personas y su encuentro con Dios está en el centro de nuestra identidad católica.
 
Yo comencé a descubrir la importancia de la Iglesia como lugar de encuentro, en mis años de formación con la Comunidad de San Pablo en la República Dominicana. Y fue a través de involucrarme en el trabajo con las comunidades de inmigrantes haitianos que viven en el territorio de la parroquia de La Sagrada Familia. Muchos de los que leen estas líneas saben que la relación entre los dos países no es nada cordial. Nosotros, con el tiempo, desarrollamos una acción de Pastoral Haitiana, siendo una de las pocas parroquias de la región con un programa de esta naturaleza. Después empezamos a realizar más actividades para unir a los dos grupos (dominicanos y haitianos) en momentos de oración común, en la construcción de una sola comunidad. Y estoy muy orgulloso de que la Comunidad de San Pablo continúe hoy con esta labor.
 
Ahora, en mi primer nombramiento como sacerdote, trabajo en la Parroquia de San Juan Pablo II, en el sur de Milwaukee, en los EE. UU. Allí tenemos una nutrida comunidad de angloparlantes, así como una creciente comunidad de hispanohablantes. La diversidad va más allá del idioma, pues la población hispana proviene de varios países de América Latina; además, nuestra parroquia es una mezcla de lo que antes fueron tres parroquias distintas, en una zona de la ciudad donde la diversidad cultural de cada vecindario era muy marcada. Inspirado, en parte por mis experiencias en la República Dominicana, ahora participo en un grupo que se dedica a construir unidad en la parroquia, en medio de esta amplia diversidad de culturas.
 
La parroquia (¡cualquier parroquia!) debería ser siempre un lugar de encuentro y unidad, entre todos y con Dios. Esto es esencial para lograr ser quien queremos ser, y lo profesamos cada domingo en misa. La unidad es el primer rasgo de la Iglesia de los cuatro que comprende el credo: una, santa, católica y apostólica. Y hay, por supuesto, una relación directa entre “una” y “católica”, que significa “universal”. Es en este sentido que el Concilio Vaticano II enseñó que la iglesia existe en Cristo como “luz de la humanidad”, como una “señal e instrumento” de comunión con Dios y de unidad entre toda la humanidad[1]​.
 
La conexión entre la unidad de personas y la unidad de la humanidad con Dios no es algo nuevo sino que está profundamente enraizada en la teología judeo-cristiana. Por ejemplo, una de las principales tradiciones orales del judaísmo antiguo con respecto a la culminación de la Historia de la Salvación usa la imagen de todas las naciones reunidas en la montaña de Dios y reconociéndolo como Dios. Podemos ver esto, por ejemplo en Isaías[2]. De esta manera, la unidad de las personas toma una importancia escatológica, apuntando hacia el final de los tiempos.
 
Así, no es de sorprender que las primeras comunidades cristianas, enraizadas en esta tradición, vieran a Jesús como el comienzo de la unidad entre todas las naciones, la plenitud de la salvación de Dios. Tenemos un ejemplo de esto en la lectura del domingo pasado, del Evangelio de Lucas en la Fiesta de la Sagrada Familia. El anciano Simeón descubre en el niño Jesús que “sus ojos han visto la salvación de Dios, que Él ha preparado a la vista de toda la gente, una revelación para los gentiles.”[3] Parte del cumplimiento de la promesa de Dios es la conexión mencionada entre la unidad de todas las naciones y el cumplimiento de la salvación.
 
En el Evangelio de hoy, en la Fiesta de la Epifanía, vemos algo parecido. Mateo tiene un “fuerte conocimiento y una conexión singular con las Escrituras, la tradición y las creencias judías.”[4] La mayoría de los teólogos afirman que Mateo escribía para una comunidad Judeo-cristiana, que afrontaba el reto de su creciente diversidad, a medida que más cristianos no hebreos se unían a ellas. Aceptando esta tesis, tiene sentido que Mateo se esfuerce especialmente por mostrar cómo Jesús es el cumplimiento de lo que prometió Dios en “las escrituras”, en la Torá y en los profetas.[5] Esta es la “Epifanía” que celebramos hoy. Viniendo del oriente, los Reyes Magos representan a las naciones gentiles que vienen a Jesús a rendir homenaje al Rey de los Judíos.
 
Esta idea se refleja a lo largo del Evangelio de Mateo, desde el principio, con la visita de los Reyes Magos, hasta el fin, cuando Jesús, resucitado, encomienda a sus discípulos que vayan por todo el mundo a “bautizar a todas las naciones.”[6] Para Mateo, la conexión entre la unidad de las personas y el cumplimiento del plan de Dios no es un discurso teórico, sino que apunta la importancia de la realidad por la que su comunidad estaba pasando. Los Reyes Magos “prefiguran a esos gentiles que son parte de la comunidad.”[7] Mateo, que escribe con fines catequéticos, recuerda a su comunidad, y a nosotros, que luchar por la unidad es de suma importancia, también por su significado escatológico: la unidad de los pueblos está vinculada a la plenitud del Reino de los Cielos.[8]

Puede haber ocasiones en que hayamos dado por sentada la importancia de la unidad en de la diversidad, ya que el concepto mismo se ha convertido en una frase común en nuestras escuelas, universidades, lugares de trabajo y programas de alcance social. Es quizás en parte por esa razón que parece que hoy varias sociedades se están alejando, tristemente de ella. Esto no debería suceder jamás en la Iglesia. No podemos perder de vista este mensaje de profundidad espiritual como principio de la unidad entre las naciones unido a la promesa del Reino de Dios. Crear unidad no es solo algo “bonito” sino que es parte de nuestra identidad como gente de fe, como discípulos de Jesús.
 
Al celebrar los Reyes Magos, renovemos nuestro fervor evangélico para alcanzar la unidad entre todas las personas. Tiempos de compartir con “el otro”, como pueden ser comidas festivas, liturgias bilingües o clases de cocina, no siempre son fáciles. Sin embargo, son esenciales para fortalecer nuestra identidad como Iglesia, llamada a ser una, santa, universal y apostólica.

 
 
 
[1] Lumen Gentium 1
[2] Ver por ejemplo Is 28:6, 43:9, 56:6
[3] Lc 2:30-32.
[4] Gale, Aaron M. 2011. “Introduction to the Gospel According to Matthew” en Jewish Annotated New Testament. Oxford University Press. p. 1.
[5] Ibid
[6] Mt 28,19.
[7] Harrington, Daniel J. 1991. The Gospel of Matthew.  En comentarios Sacra Pagina. Liturgical Press. p.49.
[8] John Nolland argumenta que el Evangelio puede haber sido escrito como un manual de catequesis para el discipulado, y que la autocomprensión del autor se refleja en Mt 13,53, en ser “hecho discípulo para ser un escriba para el reino de los cielos”. Mateo vio que su papel era preparar a la comunidad para el Reino de los Cielos a través de este manual catequético que enfatiza la unidad de la comunidad en conexión con el Reino. Nolland, John. 2005. The Gospel of Matthew en The New International Greek Testament Commentary. Wm. B. Eerdmans Publishing Co. p. 20.


 

28/05/2016 - ORDENACIÓN SACERDOTAL EN LA ARQUIDIÓCESIS DE MILWAUKEE, EE.UU.
El pasado sábado, 21 de mayo, el Arzobispo de Milwaukee ordenó sacerdote a Michael Wolfe, junto a dos compañeros de estudios, Patrick Behling y Andrew Linn.
 
Michael es miembro de la Comunidad de San Pablo desde hace diez años. Estuvo primero en la República Dominicana por largo tiempo, y durante los últimos cuatro años ha vivido en Wisconsin, estudiando en el seminario diocesano de Milwaukee. A mediados de junio iniciará su labor pastoral como vicario en San Juan Pablo II, una parroquia bilingüe en el sur de la ciudad de Milwaukee. ¡Muchas felicitaciones a Michael y a sus compañeros!


 
Ordenación sacerdotal de un miembro de la Comunidad de San Pablo, Michael Wolfe

 

 

25/12/2015 - LA ESTRELLA DE LA ESPERANZA

Michael Wolfe

Todos conocemos bien la tradición del viaje de José y María a Belén para inscribirse en el censo, promulgado por el emperador Augusto, y que fue allí en donde nació Jesús (Lucas 2, 1-7). Hoy en día, al visitar la ciudad de Belén, se puede ir a la Iglesia de la Natividad, construida sobre la gruta que tradicionalmente se conoce como el lugar de nacimiento de Jesús. Ahí, en el suelo está una estrella de plata marcando este mismo lugar.
 
 
La práctica piadosa dentro de la Iglesia de la Natividad es arrodillarse para besar la estrella; pero para llegar a ella, hay que agacharse ya que el techo de la gruta es muy bajo. Por supuesto, esto no sólo se presta para tener un acercamiento reverente en el sitio, sino que sirve también para recordarnos que si los visitantes tienen que inclinarse para entrar, ¡cuánto más se rebajó el Hijo haciéndose humilde de esta manera!
 
He tenido la oportunidad de visitar la Iglesia de la Natividad. Y sin duda, es una experiencia poderosa el arrodillarse y besar el sitio que durante al menos 1.700 años la tradición ha mantenido como el lugar donde Jesús nació. Pero lo que más me impresionó cuando estuve allí fue contemplar la moderna ciudad de Belén al salir. El conflicto social es frecuente y evidente en toda la ciudad, y es más evidente por el muro militar gigantesco que la atraviesa. Independientemente de lo que se pueda opinar al respecto, el muro se erige como una clara demostración del nivel de conflicto que existe en la región.

Esta misma región en la que nació Jesús ha sido el lugar de encuentro de muchas culturas, sociedades y pueblos, incluso antes de su tiempo. En cierto sentido, es el lugar en donde Oriente y Occidente se juntan. Este fue el caso también en el tiempo de Jesús ─se ve esto, por ejemplo, en el hecho de que el Evangelio de Juan especifica que la inscripción colocada en la cruz fue escrita en tres idiomas distintos (Juan 19, 20). Con estas grandes diferencias muchas veces ha llegado también gran discordia y violencia.

Así, ese día en Belén me hizo reflexionar, después de haberme arrodillado para venerar la estrella de plata, que fue en este lugar en la Tierra donde Jesús nació: el lugar de encuentro de los pueblos de todo el mundo. En efecto, ¡qué apropiado que éste sea el sitio en el que por el Hijo haber tomado la forma humana, toda la humanidad fue levantada a una nueva dignidad a través de la gracia de Dios! Del mismo modo, ¡qué apropiado que este sitio, tan lleno de violencia a lo largo de la historia humana, en donde dichas diferencias chocan, sea donde el Príncipe de la Paz haya querido entrar en la historia humana!

La Navidad es el día en que conmemoramos este evento de importancia incomparable para toda la humanidad. Es bueno que lo celebremos con signos de amor para nuestras familias, amigos y compañeros de trabajo. Tales signos pueden ser a través de la comida, los dulces, los regalos y los eventos sociales. Pero esperemos que, al reflexionar sobre el significado del día, también recordemos al desconocido, al otro, a los que son diferentes a nosotros. Que recordemos, que este evento que celebramos, marcado por la estrella de plata en el suelo, es para toda la humanidad. Por lo tanto, estamos llamados por nuestra fe en Jesús a reconocer la dignidad de cada persona humana, independientemente de las diferencias.

Mas el reconocimiento de la dignidad de los demás no significa aceptar todo lo que hacen o tener una actitud de "todo se vale". Más bien, implica preocuparse por ellos y tratarlos con compasión, como nos gustaría ser tratados ─como se nos pide especialmente en este Año de la Misericordia.

A lo largo de esta temporada de Navidad (que técnicamente empezamos hoy), vamos a imitar al mismo Jesús, llegando a todos los que nos encontremos en nuestra vida. Esto incluye a aquellos que puedan hacernos sentir un poco incómodos porque son diferentes. Pero los pequeños pasos que podamos tomar en nuestras vidas individuales pueden sumar un gran cambio en el mundo y dar lugar a más esperanza. Y eso es, en definitiva, lo que representa la estrella de plata en el suelo y el por qué la veneramos con un beso.

 


 

 


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