Reflexión del Padre Mike Ignaszak en su visita a Sabana Yegua
Hace unos meses el P. Mike Ignaszak, párroco de San Juan Pablo II en Milwaukee, visitó la Parroquia Sagrada Familia en Sabana Yegua, República Dominicana y aquí compartimos una reflexión basada en la homilía que dio en la pequeña capilla de Km. 8 un día antes de partir, sobre la lectura del evangelio del día.
La historia de Lázaro y el hombre rico siempre me obliga a reflexionar sobre mi vida. Me hace reconocer algo que me incomoda: a saber, que, en muchos sentidos, soy rico. Cuando era niño pensaba que mi familia no era pobre, pero que en modo alguno era rica. Mi padre trabajaba duro para mantenernos y, a veces, mi madre también lo hacía. Yo sabía que había personas que tenían mucho más que nosotros. Ahora me doy cuenta de que siempre he sido una de las personas más ricas del mundo. Por supuesto, hay quienes tienen muchas más cosas materiales y muchísimo más dinero que yo, pero nunca he conocido el hambre y nunca me han faltado las cosas básicas. Incluso después de que mi padre muriera cuando yo tenía once años, mi madre se fue a trabajar y pudo mantenernos, a sus hijos. En comparación con muchas personas del mundo que tienen mucho menos que yo, soy rico. Y resulta difícil estar en esa posición, de rico, y leer este Evangelio.
Cuando rezo con las lecturas tengo que redefinir la riqueza. Y ahora que tengo la oportunidad de predicar, mientras visito su hermosa parroquia, he aprendido a ver las riquezas de una manera nueva. Su comunidad ha sido muy bendecida, son una bendición para mí y para todos los que los visitan. Durante esta semana y media he conocido verdaderas riquezas en situaciones difíciles. Personas que viven día a día de la tierra han compartido generosamente conmigo; algunos que viven de una forma humilde me han mostrado una gran alegría. Con demasiada frecuencia, cuando tenemos más, queremos más. A menudo, cuando tenemos suerte, queremos más suerte. Cuando damos las cosas por sentadas, podemos sentirnos con derecho a gozar de privilegios que a otros les son negados. Ustedes me han enseñado que las verdaderas riquezas provienen de ser bendecidos por Dios. Su comunidad es bendecida y es una bendición para los demás. Doy gracias al Señor por el tiempo que he pasado con ustedes, y porque esto me ha cambiado.
Ahora estoy orgulloso de ser rico, pero no de lo material. Estoy orgulloso de ser rico en las bendiciones que Dios me ha dado a través de ustedes. Me han enseñado que el corazón de la verdadera riqueza está en reconocer que has sido bendecido. La riqueza material no tiene nada que ver con eso. Lo que nos hace a todos verdaderamente ricos es simplemente esa alegría de vivir, de saber que Dios está con nosotros. Les agradezco este ejemplo que me han dado, su hospitalidad, su calidez y su generosidad. Les agradezco su paciencia con mi español en las conversaciones y los cálidos saludos que me han dado en las calles.
Al contrario del evangelio de Lázaro y el rico y el gran abismo que los separa, en mi caso he podido cruzar la gran distancia que separa Sabana Yegua y Milwaukee. Ahora regreso a mi parroquia, a San Juan Pablo II, y les diré a mis hermanos y hermanas lo hermosos y bendecidos que son nuestros hermanos y hermanas en La Sagrada Familia.
Esta peregrinación cuaresmal me ha ayudado a conocerlos a ustedes y a aprender mucho acerca de su maravilloso país y la fuerza de su fe. Estas riquezas no están en una cuenta bancaria, pero valen mucho más que el oro. En este sentido, han hecho que este pobre hombre sea ahora rico, al ser bendecido por ustedes.
Del 20 al 27 de este mes de noviembre, la mayoría de los miembros de la Comunidad de San Pablo se desplazaron a los EE. UU. para participar de su retiro anual. Este año nos reunimos en la casa de espiritualidad de Benet Lake, en Wisconsin, regentada por los benedictinos.
Los encargados de dirigir el retiro fueron el P. Curt Frederick, sacerdote de la arquidiócesis de Milwaukee, y Barbara Anne Cusack, cancillera de esa misma arquidiócesis. Durante una semana, guiados por las reflexiones y preguntas de ellos dos, los participantes en el retiro pudimos tomar un respiro de nuestras actividades habituales (que desarrollamos en México, la República Dominicana, Colombia, Bolivia, Etiopía y en los EE. UU.) y, en un ambiente fraternal de convivencia y oración, redescubrir la presencia de Dios entre nosotros y en nuestras vidas. Han sido, para todos, unos días hermosos y fructíferos.
Ir de viaje a un territorio de misión es un poco como hacer una peregrinación, pero en vez de visitar santuarios, monumentos, iglesias, monasterios y otros lugares históricos, visitamos personas de fe. Recientemente, un grupo de feligreses procedentes de tres parroquias de la arquidiócesis de Milwaukee viajó a Bolivia con el P. Juan Manuel Camacho, de la Comunidad de San Pablo.
Bolivia es el país más pobre de América del Sur. Su realidad socioeconómica es precaria, y hay muchas necesidades. El propósito de los “peregrinos” en Bolivia era conocer la realidad de las personas con las que la CSP trabaja en ese país andino. El grupo ayudó con el centro de niños de la calle en Cochabamba (la Casa San José). Allí estuvieron dos días realizando actividades educativas con los niños, quienes a su vez tuvieron la oportunidad de interactuar con personas de otra cultura. El grupo también trabajó en la zona rural, en el programa de reforestación que la CSP tiene en las montañas de Cochabamba, en el municipio de Independencia. Ahí, en las cumbres de los Andes, el grupo de peregrinos ayudó a plantar arboles con los campesinos de la zona. Es una iniciativa de la CSP para ayudar a mejorar la economía de las personas de esa región. Pero todo el trabajo que hicimos fue mínimo en comparación con “el trabajo” de transformación que el Espíritu Santo hizo en cada uno de nosotros, los “peregrinos”. Cuando nos atrevemos a salir de nuestras zonas de confort y abrimos el corazón al otro, el Espíritu de Dios nos transforma de una manera increíble. Ahí, en las montañas, celebramos misa en una población rural, en una capilla a la que el sacerdote de la zona sólo puede llegar una vez cada tres meses. La Eucaristía fue una manifestación de la diversidad de la iglesia; durante la celebración se habló en tres idiomas: en español, en quechua y en inglés.
Este viaje misionero es uno de los varios esfuerzos que la CSP realiza para conectar personas de diferentes parroquias y estilos de vida de la arquidiócesis de Milwaukee con la vida misionera de la Iglesia. Consideramos estos viajes como una peregrinación de fe que nos ayuda a comprender mejor a la iglesia en su misión y nuestra responsabilidad como verdaderos discípulos del Señor.
La parroquia de San Juan Pablo II, situada en la zona sur de la ciudad de Milwaukee (EE. UU.), es el producto de tres parroquias tradicionalmente de origen polaco. Hoy en día, a la comunidad de origen polaco se le añade una creciente comunidad hispana, y es una bonita experiencia ver como ambas comunidades, separadas por lenguas y culturas distintas, intentan, sin embargo, sentirse una sola parroquia. No es un reto fácil, pero los prejuicios se van rompiendo de un lado y de otro cada vez que se establece una relación personal y de amistad, cada vez que un angloparlante disfruta con un taco al pastor o reza a la Virgen de Guadalupe (y no tiene reparo en intentar pronunciar su nombre); cuando los nacidos en el país conocen a familias de inmigrantes, y van a sus casas, celebran juntos, y aprecian y se emocionan cuando escuchan las situaciones por las que han pasado muchas familias y se admiran de la capacidad y la ética de trabajo que ha llevado a estos recién llegados a no desfallecer.
También experimentamos la realidad de la integración cuando un mexicano celebra la fiesta del 4 de julio y pone, orgulloso, la bandera de los EE. UU. en su casa, porque a pesar de penurias y dificultades sabe reconocer que aquí ha tenido una nueva oportunidad. O cuando se entusiasma por ser miembro de un nuevo grupo parroquial porque se siente cómodo y sabe que será escuchado. Son pequeños signos, pasos que apuntan a la integración y a la solidaridad mutua, que no aparecerá ni en estadísticas, ni en leyes, ni en políticas migratorias. Pero lo cierto es que, no solo en Milwaukee sino en todos los Estados Unidos, las parroquias se convierten, por su propia naturaleza y misión, en un espacio privilegiado para la integración.
Ojalá que esta oportunidad, esta realidad que aquí vivimos a escala comunitaria y parroquial, sea vivida en otras iglesias, en otros centros e instituciones y que sepan transcender el mundo de los prejuicios y de los mitos, para abrazar el mundo real de las personas.
La Parroquia La Sagrada Familia, atendida por la Comunidad de San Pablo, recibió recientemente la visita de los padres Curt Frederic y James Lobacz, vicarios generales de la Arquidiócesis de Milwaukee, que viajaron a la República Dominicana acompañados por el Padre Tim Kitzke, miembro de la Junta de Personal y rector de varias parroquias en la ciudad de Milwaukee.
Su visita fue motivada por el deseo del arzobispo Jerome Listecki de que el liderazgo de la arquidiócesis conozca a fondo su parroquia hermana en la República Dominicana. En pocos días visitaron distintas comunidades rurales pertenecientes a la parroquia, así como varios programas sociales que la Comunidad de San Pablo coordina en la región: centro de salud, centros educativos infantiles, proyectos agua y de letrinas, entre otros. También concelebraron en la misa dominical en Sabana Yegua, y finalmente pudieron conocer otro futuro proyecto de la Comunidad de San Pablo en Barrera, el Eco-hotel Altos de La Caobita. Agradecemos su visita y el apoyo a La Sagrada Familia y a la Comunidad de San Pablo que desde hace tantos años recibimos desde Milwaukee.
Hace algo más de un año el Arzobispo de Milwaukee, Mons. Jerome Listecki, visitó la República Dominicana para celebrar los 35 años de hermanamiento de la Arquidiócesis de Milwaukee con la Parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua (Azua). Esta hermosa relación de fe y amistad de 35 años ha dado, indudablemente, muchos frutos, tanto en Milwaukee como en la República Dominicana.
A lo largo de estos 35 años las vocaciones han florecido: hoy podemos contar con tres sacerdotes ordenados, originarios de la parroquia La Sagrada Familia, que trabajan en la diócesis de San Juan de la Maguana; con tres seminaristas en formación, también en el seminario diocesano; y con cinco miembros de la Comunidad de San Pablo que son, también, originarios de la parroquia. Además de eso, cinco sacerdotes de la Comunidad de San Pablo vivieron una etapa formativa en la parroquia antes de entrar al seminario, y ahora esta experiencia misionera enriquece su servicio en Milwaukee.
Para seguir consolidando este hermanamiento, durante el primer trimestre de 2018 visitaron Sabana Yegua los obispos auxiliares de Milwaukee James Schuerman y Jeffrey Haines, así como los vicarios generales David Reith, Jerry Herda y Javier Bustos. Todos ellos pudieron compartir celebraciones eucarísticas con la comunidad local y conocer varias áreas de la parroquia, donde fueron acogidos con mucho cariño. En especial el obispo Schuerman tuvo un encuentro emotivo con los feligreses, pues él trabajó en la parroquia, como sacerdote misionero, de 1992 a 1996, y pudo compartir con mucha gente recuerdos de aquella época. ¡35 años de fe y amistad compartida son una gran obra de Dios!
La CSP recibe el premio Vaticano II por Servicio a las Misiones, otorgado por el arzobispo de Milwaukee
El pasado martes, 7 de noviembre, la Comunidad de San Pablo fue distinguida por el arzobispo Jerome Listecki de la Arquidiócesis de Milwaukee con el Premio Vaticano II, por Servicio a las Misiones. Los premios Vaticano II se establecieron en 1991 para reconocer a personas que, con sus vidas y ministerio, ejemplifican la visión pastoral que la Iglesia Católica formuló en el Concilio Vaticano Segundo.
Los criterios para la recepción de este premio (Servicio a las Misiones) son los siguientes: que los receptores del mismo hayan fomentado la misión de Jesús, y hayan sido testimonios de la presencia de Dios en nuestro mundo diverso; que hayan demostrado su deseo de compartir el Evangelio; que hayan mostrado mutualidad en la misión (dando y recibiendo), impulsados por un espíritu de justicia, oración y alegría.
Tradicionalmente, los premios Vaticano II se entregan a individuos. En el caso de la Comunidad de San Pablo, es la primera vez que el premio se concede a un colectivo. Este año, además de la Comunidad de San Pablo, hubo 14 personas que recibieron un premio Vaticano II de manos del arzobispo, por haberse distinguido en diversas áreas de servicio eclesial y por su contribución a la sociedad. Desde aquí, queremos expresar nuestro agradecimiento al arzobispo Listecki y a la Arquidiócesis, por ese bonito reconocimiento.
Un grupo de representantes de la arquidiócesis de Milwaukee, incluyendo su arzobispo, visitan la parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua (República Dominicana)
Del 17 al 24 de enero el arzobispo de Milwaukee, Mons. Jerome Listecki, visitó Sabana Yegua junto a un grupo de peregrinos de Wisconsin para celebrar los 35 años de hermanamiento entre su arquidiócesis y la parroquia La Sagrada Familia
Desde 1981, sacerdotes diocesanos de la Arquidiócesis de Milwaukee han estado al cargo de la parroquia La Sagrada Familia. Los últimos trece años han sido sacerdotes diocesanos de Milwaukee que además son miembros de la Comunidad de San Pablo. Esta fructífera relación, que en 2016 cumplió 35 años, se ha desarrollado con el lema de “Compartir fe y amistad”, y ha enriquecido a ambas iglesias hermanas, que hoy son más solidarias y más abiertas gracias a esta relación de apoyo mutuo.
La visita de Mons. Listecki y su grupo incluyó reuniones con distintos grupos pastorales de la parroquia, así como la visita a los diversos proyectos sociales que desarrollamos en la región (centros infantiles, centro de salud, construcción de letrinas, centros de capacitación…). El día 21 de enero se celebró una Eucaristía en la comunidad Proyecto 4, coincidiendo con el día de Nuestra Señora de la Altagracia, protectora de la República Dominicana. A esta celebración se unió el obispo de San Juan de la Maguana, Mons. José Grullón, rememorando que dicha capilla fue la primera sede de la parroquia, en un ya lejano 1981. El domingo, día 22, se celebró otra festiva Eucaristía en Sabana Yegua, y finalmente el grupo de peregrinos pudo viajar a Higüey, a la Basílica de la Virgen de la Altagracia, para dar gracias por la relación ya consolidada de las dos Iglesias Hermanas, la de Milwaukee y la de San Juan de la Maguana.
La celebración de los 35 años nos dejó a todos un sentimiento de profundo agradecimiento a Dios por permitir este hermoso hermanamiento en la fe y la amistad, y el deseo de que la relación continúe creciendo y fortaleciéndose muchos años más.
El pasado sábado, 21 de mayo, el Arzobispo de Milwaukee ordenó sacerdote a Michael Wolfe, junto a dos compañeros de estudios, Patrick Behling y Andrew Linn.
Michael es miembro de la Comunidad de San Pablo desde hace diez años. Estuvo primero en la República Dominicana por largo tiempo, y durante los últimos cuatro años ha vivido en Wisconsin, estudiando en el seminario diocesano de Milwaukee. A mediados de junio iniciará su labor pastoral como vicario en San Juan Pablo II, una parroquia bilingüe en el sur de la ciudad de Milwaukee. ¡Muchas felicitaciones a Michael y a sus compañeros!