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Martes 13 Abril 2021
 

Repasando experiencias de distintos miembros de la Comunidad de San Pablo en esta Semana Santa pasada, reproducimos aquí este testimonio de Pablo Cirujeda desde la Ciudad de México
 
En el marco de las celebraciones de Semana Santa que organizamos en la Rectoría del Rosario, en la Ciudad de México, con el apoyo de otras tres parroquias del decanato, tuvimos la idea de organizar un lavatorio de pies diferente para el pasado Jueves Santo.
 
Desde hace un año estamos cocinando y entregando comida a la población desempleada y en situación de calle que se congrega alrededor de la terminal de autobuses y parada de Metro Observatorio, justo en el límite parroquial. Esta actividad se realiza cada martes y jueves, y hemos podido compartir ya más de 15.000 comidas calientes en el tiempo transcurrido.
 
Pensamos en realizar para el Jueves Santo un lavatorio de pies tras la entrega de comida a todas las personas que quisieran recibir este gesto arriesgado y humilde de Jesús. Tras un año caminando con esta población marginal, son innumerables las historias y encuentros que nuestro equipo de pastoral ha atesorado con ellos: historias de violencia, marginación, esperanza, adicciones, lucha, migración…
 
Sin embargo, a diario somos testigos de la carestía en la que se encuentran estas personas, y de que en muchas ocasiones nos han solicitado apoyo con ropa, zapatos o medicinas. ¿Cómo lavarles los pies y ver que esos mismos pies regresan a unos zapatos rotos y gastados? Así que durante el tiempo de Cuaresma nos dedicamos a juntar zapatos nuevos o usados en buen estado entre muchos voluntarios y donantes, y también calcetines para completar cada par.
 
Llegado el Jueves Santo, tras la entrega al mediodía de las habituales 250 comidas, invitamos a nuestros protagonistas a dejarse lavar los pies por alguno de los cuatro sacerdotes presentes, o por algunos voluntarios de este proyecto comunitario. Uno a uno fueron pasando por este sencillo ritual, terminado el cual les pudimos obsequiar con un par de zapatos y calcetines nuevos.
 
Gracias al apoyo de un nutrido grupo de voluntarios de las cuatro parroquias que colaboramos con este proyecto, incluido un coro juvenil, la ceremonia se realizó con orden y mucha emoción por parte de las personas que salían obsequiadas con su calzado nuevo.
 
Este Jueves Santo, a pesar de las necesidades que ha generado la pandemia, pudimos compartir un poco de solidaridad con algunos de los más afectados por la falta de empleo y de un hogar digno.


 

Domingo 4 Abril 2021
Deseamos un muy feliz Pascua de Resurrección a todos los lectores de este blog, amigos y amigas de la Comunidad de San Pablo.
 



Domingo de Pascua: La cicatriz

En la piel del tiempo hay una cicatriz.
El tiempo, gato viejo, se la mira, mas no entiende.
¿Qué ocurrió aquel domingo?
 
La Herida puntual que nunca
llegó tarde a su cita
en la vida de bacilos, cangrejos y lagartijas,
iguanas, tortugas, felinos, dromedarios y camellos
y ese mono que ahora piensa
y sabe amar,
la Herida vencedora de todas las batallas,
 
aquel domingo del sol
fue derrotada.
 
Dejó una cicatriz
en la piel tersa del tiempo.

Y la luz dividió en dos
la danza del universo.


 

Viernes 2 Abril 2021

Reflexión sobre Viernes Santo

 

Cada Viernes Santo nos encontramos con la Pasión de Jesús según el evangelio de Juan. En el relato, cuando Jesús está a punto de ser condenado, Pilato pregunta a la multitud: «¿Acaso quieren que crucifique a su rey?» Es sorprendente leer que la respuesta no viene de la multitud, sino de los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César» (Juan 19, 15). Esta respuesta es, según mi opinión, una de las ironías más grandes que nos ofrece el evangelio de Juan. El motivo de mi conjetura está en la manera en que Israel concebía la idea de reino, especialmente en el tiempo de Jesús.
 
Aunque estamos acostumbrados a escuchar títulos como Mesías e Hijo de David conectados con Jesús de manera positiva, la institución de la monarquía no fue siempre bien recibida en el judaísmo ni en las Escrituras hebreas. Israel no estaba destinado a tener un rey, como las demás naciones a su alrededor. Dios mismo advierte sobre el peligro de la institución monárquica a través de su profeta Samuel (1 Samuel 8, 10-22). Pero el pueblo de Israel quiso parecerse a las demás naciones, e insistieron en que querían un rey. Dios les concede la petición y con Saúl empieza una cadena de reyes poco exitosos. Tuvieron problemas con David y Salomón, quienes según los libros de los Reyes violaron la única ley que los reyes de Israel tenían que cumplir (Deuteronomio 17:14-20; 1 Reyes 10-11). La institución de la monarquía fue tal fracaso que Israel terminó dividida y en el exilio.
 
Después del exilio de Babilonia, cuando al pueblo de Israel se le permitió regresar a Palestina, por intervención divina, la monarquía se empezó a ver de otra manera. Solo Dios podía ser el rey verdadero de Israel. El pueblo no debió poner nunca su confianza en príncipes humanos, sino solo en Dios (Salmo 146, 3). Esta reflexión se ve muy clara en el libro de los salmos. Si nos damos cuenta de cómo están organizados los salmos, veremos que los primeros tres libros (Salmos 1-89) cuentan la elección y el fracaso de la monarquía, que termina con el rechazo de Dios hacia David (Salmo 89, 39-46). En el resto de la colección, especialmente en los salmos 90-96, encontramos la confesión de que Dios es rey, dejando atrás cualquier deseo por un rey humano. Esta idea se consolidó como resultado de una reflexión sobre la monarquía fallida. El deseo de reestablecer el linaje Davídico quedó vivo en algunos pequeños círculos judíos, lo vemos en los evangelios, por ejemplo cuando a Jesús se le llama hijo de David. Pero incluso Jesús ve el peligro de alimentar la idea de una nueva monarquía terrenal (Juan 6, 15).
           
Volviendo al diálogo entre Pilato y la multitud, nos damos cuenta de la ironía cuando los sumos sacerdotes, que supuestamente rezaban día y noche con los salmos, proclaman rey único al César. ¿Por qué lo hacen? Porque con tal de deshacerse de Jesús están dispuestos a traicionar su propia fe en Dios como el único rey de Israel. “No tenemos más rey que el César” es la culminación de su plan para que los romanos crucifiquen a Jesús. Han escogido ir en contra de su propia fe, e incluso aliarse con su opresor, para condenar a Jesús, quien había desafiado su posición social y autoridad religiosa (Juan 11, 48). Tenían miedo, y tanto era su temor de perder el templo, que traicionaron su propia religión para poder mantener el status quo. Esta ironía no es nueva en la Biblia, también la encontramos en la historia del Éxodo. El pueblo de Israel, después de ser liberado de la esclavitud de Egipto, añora la comida que allá tenía, aun siendo esclavo, y en el desierto rechaza la libertad a la cual Moisés les había conducido (Éxodo 16, 3).
 
Este Viernes Santo es un buen momento para reflexionar sobre cómo nuestros miedos nos pueden apartar de Dios mientras nos aferramos a falsos reyes para sentirnos seguros y protegidos. Para los sumos sacerdotes, en la narrativa de la pasión de Juan, el César se convirtió en una falsa seguridad, ya que ellos rechazaron el mensaje de libertad de Jesús y se aferraron a un templo y un sistema que ya conocían, aun siendo oprimidos. Para el pueblo de Israel en el desierto, Egipto se convirtió en una falsa seguridad que ofrecía comida a cambio de esclavitud. De igual manera nosotros nos sentimos seguros dentro de nuestros sistemas políticos y económicos, dentro de instituciones e ideologías. El miedo a cambiarlos nos puede hacer perder de vista nuestra misión de proclamar el evangelio, y terminar llamando rey a un líder político o a una institución terrenal. Que el miedo nunca nos coarte la capacidad de ser generosos, y que nunca nos lleve a traicionar el evangelio de Jesús. La cruz que celebramos hoy es lo opuesto a una vida plagada de miedos.


 

Jueves 1 Abril 2021

Reflexión sobre el Jueves Santo

 
 
La frase inicial de la lectura del evangelio que se lee hoy, Jueves Santo, en la misa vespertina de la cena del Señor, sirve de pórtico para toda la celebración del Triduo Pascual: «Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Esta introducción magistral del evangelista Juan es un modo inmejorable de enmarcar todos los acontecimientos que se desarrollarán a partir de aquí: la última cena, el lavatorio de los pies, la oración y el prendimiento de Jesús en Getsemaní, su juicio, condena y crucifixión, su memorable perdón a sus verdugos, desde la cruz, su muerte y su resurrección. La clave interpretativa que explica la actitud del Señor a través de todos estos momentos es que, habiendo amado a sus amigos, los amó hasta el extremo.
 
Hoy, que entramos con fe y emoción en la celebración de los días centrales del año litúrgico, no estaría de más que examináramos nuestra reacción, tanto emocional como racional, ante esta afirmación conmovedora del evangelista. Cuando escucho que Jesús «amó hasta el extremo», ¿qué siento? ¿Qué pienso?
 
Y es importante hacerse esas preguntas porque seguramente estamos ante una de estas frases del Evangelio que tendemos a mirarnos con un punto de suficiencia, a poner entre comillas, o, en el fondo, a pensar que aplicada a Jesús está muy bien, pero que, hoy, aquí, es impracticable, y hasta indeseable. Porque, ¿qué significa, realmente, amar hasta el extremo? ¿Es posible? ¿Acaso existe, en el mundo real, un amor tan puro? ¿Es saludable, este amor que lo entrega todo? ¿Acaso no es esencial practicar el autocuidado? ¿Y acaso no nos enseñan los psicólogos que en todo amor hacia los demás hay un algo (o un mucho) de interés y de amor propio? Desde nuestra experiencia de la complejidad de la vida podríamos leer el relato evangélico y conferirle, tal vez, la categoría de una fábula. Hermosa, sí… pero fábula al fin y al cabo. Y, entonces, leeremos que Jesús amó a sus amigos hasta el extremo y reduciremos esta frase, como mucho, a un ideal. Bonito, pero poco realista. «En el mundo real, nadie ama así», nos diremos.
 
Algo de razón tendremos si pensamos de este modo: la entrega absoluta es patrimonio de muy pocos, y tiene mucho de ideal. En la mayoría de nosotros, los miedos, los egoísmos y la búsqueda de comodidades reducen nuestra capacidad de entrega. Y, no obstante, es crucial que nos demos cuenta de que estamos ante un horizonte posible. Difícil, sí, pero tal vez menos lejano de lo que pensamos. Hay, a nuestro alrededor, en cada barrio de cada ciudad del mundo, en cada aldea, en cada pueblo, personas que aman a otros con una dedicación y generosidad admirables. Extremas. La madre soltera que se desvive por sus hijos trabajando horarios imposibles en condiciones casi inhumanas, la mujer que todos los días va a visitar a su vecina deprimida y la saca a pasear, el nieto que tiene en su casa a una abuela, enferma de años, y la atiende con una sonrisa invencible, los padres que harían cualquier cosa por su hijo discapacitado, la monja que cuida a unas huérfanas como si fueran sus propias hijas… ¡Ojo! Ninguno de estos ejemplos (ni otros muchos que se me ocurren) es retórico o imaginado: para cada uno de ellos estoy pensando en personas de carne y hueso que lo encarnan y he tenido la dicha de conocer. De repente, el modelo de Jesús, amando con una entrega completa, ya no parece tan remoto ni inalcanzable.
 
La Semana Santa, con la contemplación de la Pasión de Jesús (el hombre que amó hasta el extremo), debería servir para que nosotros, que tal vez durante el año dejamos que se enfríe nuestro compromiso cristiano, recuperemos un poco de la pasión de los santos. Vale la pena: en primer lugar, porque tener este amor radical como meta y horizonte nos elevará, incluso si nos quedamos muy lejos de cumplirlo. Dará hondura y amplitud de miras a nuestro caminar. Y, en segundo lugar, porque si «domesticamos» demasiado el Evangelio y pretendemos vivir la fe sin apasionamiento, a medio gas, tarde o temprano acabaremos pensando que el Evangelio exige mucho a cambio de muy poco. «Quien pierda su vida la encontrará», dijo Jesús. Solo quien se entregue del todo, o quien por lo menos lo intente y vea la entrega como algo posible y deseable, cosechará (a pesar de los obstáculos y de muchos momentos duros que le tocará vivir) los frutos de saber que su tiempo y esfuerzos en este mundo están sirviendo para algo, y la alegría que esta convicción conlleva. La entrega absoluta de Jesús, este Jueves Santo, nos advierte de que, también para nosotros, la radicalidad es el camino. Un camino arduo, sin duda, pero que nos eleva por encima de nuestras miserias, que nos ayuda a salir de nuestros pequeños mundos, y que, por eso, vale la pena. Más que nada en este mundo.


 

Viernes 5 Marzo 2021

El centro de desarrollo de la Comunidad de San Pablo en el barrio El Pesebre de Bogotá ha dado inicio a sus actividades de 2021 a pesar de la situación de pandemia

 
 
En Colombia el calendario escolar anual empieza en febrero y termina a finales de noviembre, y los programas educativos que la CSP desarrolla en “Casa Garavito” siguen este mismo calendario. Después de un 2020 marcado por las restricciones impuestas por la pandemia, en 2021 el curso ha empezado con ánimo y buen ritmo, a pesar de que la situación continúa siendo delicada.
 
En este nuevo año escolar le planteamos a la profesora de los cursos de Corte y Confección que trabajara veinte horas semanales (ocho más que en el pasado), para así poder acomodar las estudiantes en grupos más pequeños, en los cuales se pueda conservar el distanciamiento social. Ella aceptó la propuesta, y el 1 de febrero empezó con ocho grupos de a seis alumnas cada uno, por un total de 48 estudiantes (y tenemos lista de espera). Cinco grupos están formados por mujeres que ya habían iniciado su formación en años anteriores, y hay tres grupos nuevos, de estudiantes que apenas empiezan su instrucción en el manejo de las máquinas de coser.
 
Por otro lado, el profesor que ofrece clases de refuerzo escolar a niños y niñas de primaria inició también la primera semana de febrero con un total de 20 alumnos (la capacidad del aula que usamos para este programa, con las medidas de bioseguridad, no permite aumentar este número), divididos en cuatro grupos, a los que atiende todas las tardes, de martes a viernes.
 
En 2021 también hemos ampliado las horas de servicio de las dos terapeutas que ofrecen acompañamiento psicológico a personas del barrio: ahora entre las dos trabajan 25 horas semanales, y están viendo a un promedio de cincuenta pacientes.
 
Asimismo, la enfermera que la CSP contrató en 2020 para que realizara visitas domiciliarias a personas enfermas de los barrios en los que trabajamos sigue animada con este proyecto, viendo a un promedio de 10 a 15 enfermos por semana.
 
A finales de febrero también reiniciamos las clases de guitarra para niños en Casa Garavito, que quedaron interrumpidas hace un año a causa de la pandemia. Por razones obvias, todavía no hemos podido reiniciar las clases de formación para adulto mayor… para eso estamos esperando que la situación mejore, ¡aunque varios abuelos del barrio ya nos han manifestado su deseo de que no demoremos mucho, pues echan de menos sus clases!


 

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