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Sábado 4 Julio 2020
 

 

En un artículo publicado en abril de Vida Nueva (una revista católica de España), el Papa Francisco escribió sobre la necesidad y la urgencia de crear un “Plan para la Resurrección”. Haciendo referencia a María Magdalena y a la otra María que encuentran la tumba vacía, con la gran piedra apartada a un lado, el Papa dice que nos encontramos en una situación en la que nos podemos hacer la misma pregunta que las mujeres se hicieron cuando estaban en camino a la tumba: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3).  Francisco comenta que "es la pesantez de la piedra del sepulcro lo que se impone ante le futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza”. Pero las mujeres “frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad antes la situación, e incluso el miedo… fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo”.
 
Así llegan al sepulcro, “en medio se sus ocupaciones y preocupaciones”, y no se dan cuenta que “la piedra ya había sido apartada”, y “solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida”. No está aquí. Ha resucitado.
 
El Papa Francisco propone que la crisis internacional presentada por el nuevo coronavirus es un “momento favorable” para imaginar con creatividad las posibilidades de renovar nuestras estructuras y organizaciones sociales. Iluminados por el evangelio e inspirados por el Espíritu Santo, podemos ver en este momento histórico la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (citando su Laudato Sí, n. 13). Algo que hemos aprendido en esta pandemia es que “nadie se salva solo”. Si bien esto se refleja en las Escrituras y en las enseñanzas de la Iglesia, hoy lo estamos viviendo de manera directa, con la necesidad de esfuerzos al nivel global para frenar la propagación de la COVID-19.
 
Es precisamente en este momento de organizar una “nueva normalidad” que Francisco ve la oportunidad para que seamos intencionales con respecto a cómo nos relacionamos unos con otros y cómo construir una economía y sociedad mundial que supere lo que él considera la “globalización de la indiferencia”. Es decir, podemos ser intencionales acerca de lo que es la “nueva normalidad” y, en lugar de simplemente volver a lo que era, preferir tener una red socioeconómica basada en valores sociales y religiosos que protejan la dignidad de la persona humana, en lugar de ver a una persona como “algo” que puede ser explotado como trabajador, o hasta como consumidor.
 
Jesús nos da una guía clara de cómo construir tal sociedad en los valores presentados en las Bienaventuranzas. En mayo, Pablo Cirujeda, sacerdote del CSP que trabaja en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario en la Ciudad de México, reflexionó en este mismo blog sobre las bienaventuranzas como “una hoja de ruta en tiempos de la pandemia”. Decía Pablo que “las bienaventuranzas no contienen una promesa vacía de un consuelo futuro, ni una invitación a la resignación ante el sufrimiento presente. Antes bien, son una invitación activa a trabajar por remediar las causas del sufrimiento humano, ahora y aquí”.
 
Las noticias internacionales han explicado cómo la pandemia está afectando con mucha fuerza a México, especialmente su capital. Los miembros del CSP presentes allí (Pablo, Sarah y Àngels) han estado ocupados ayudando a las familias en la parroquia y en nuestro Centro de San José.
 
Un complemento edificante y hermoso a estos esfuerzos ha sido el mural basado en las bienaventuranzas que la parroquia ha pintado en una de sus paredes. “En realidad había estado planeando el proyecto mural desde septiembre”, dijo Pablo, “pero el artista con el que estaba trabajando no pudo continuar entonces. Ahora pude encontrar a alguien más para el proyecto, y creo que fue el momento perfecto para hacerlo, justo en medio de la crisis”.
 
Tenemos una oportunidad única, quizás la única en muchísimo tiempo, para reconstruir, resucitar como sociedad, resucitando como un mundo más fuerte y más justo después de la pandemia. La hoja de ruta son, como siempre lo han sido, los valores de esperanza y justicia presentados en las bienaventuranzas. “Espero”, dijo el Papa Francisco sobre nuestro momento actual, “que descubramos que tenemos en nosotros los anticuerpos necesarios de justicia, caridad y solidaridad”.
 
Aquí puedes ver un vídeo de la pintura del mural en México: https://youtu.be/-aarTHImiLM. Si quieres apoyar los esfuerzos de la CSP en sus esfuerzos relacionados con el COVID-19, ver nuestra página http://www.csp-covid19.com.


 

Martes 30 Junio 2020
 

La Editorial San Pablo de Madrid ha publicado recientemente el ensayo “Esperanza”, de Martí Colom, miembro de nuestra Comunidad de San Pablo y colaborador habitual de este blog. El libro aparece en la colección “Adentro”, y es una meditación sobre las raíces y naturaleza de la esperanza, sobre lo que ella puede aportar a nuestro caminar personal y colectivo, y sobre el papel que ha jugado en la historia. El texto también se plantea cuál es la esperanza propia de los cristianos, y en concreto qué esperanza movía a Jesús: qué esperanza palpita en los evangelios. Finalmente, el autor expone la íntima relación entre la esperanza y la solidaridad, concluyendo que allí donde no hay la primera es muy difícil que crezca la segunda: la esperanza es el mejor fermento posible de la solidaridad, de esta solidaridad que hoy el mundo necesita con absoluta urgencia para salir adelante y superar las diferencias abismales entre ricos y pobres que lo hieren.
 
¡Enhorabuena, Martí, por la publicación de este libro!

https://www.youtube.com/watch?v=eY8xiamoQ6Q&feature=share&fbclid=IwAR1Y5BqEO0rRRUoBGhFCd969OEAz8aET3a-H7Hd__G9mPJ4VuVfiNdfw5cY


 

Martes 2 Junio 2020
 

Este pasado domingo hemos celebrado la gran fiesta de Pentecostés. En el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles que nos narra la bajada del Espíritu Santo sobre la comunidad reunida (Hch 2,1-11) queda claro, por supuesto, que el espíritu viene a transformar la realidad, y que, si antes de que se derrame sobre los discípulos estos son un grupo atemorizado y encerrado, después de recibirlo son una comunidad valiente que se proyecta hacia fuera de sí misma.
 
Si, más allá de esta constatación fundamental, nos fijamos en lo que produce su predicación, vemos que el fruto de que el Espíritu se haya derramado sobre la comunidad es que el evangelio («las maravillas de Dios») son proclamadas de un modo que todo el mundo puede entenderlas.
 
La tarea de la iglesia, desde el día de Pentecostés en adelante, es la de traducir el mensaje cristiano de modo que gente de toda época y cultura lo entienda: de la misma manera que el pasaje de Hechos nos deja muy claro que personas de orígenes muy diversos («partos, medos, elamitas, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia»…) oyeron la predicación «cada uno en su propia lengua», también hoy nuestro esfuerzo tiene que ser el esfuerzo de hacer comprensible el evangelio cristiano para todos.
 
No estaremos llevando a cabo nuestra misión si hablamos un idioma opaco y alejado del lenguaje de la calle, por muy erudito que sea y por muy bien elaborados que estén —según nosotros— nuestros argumentos. En este caso, habremos perdido de vista que la misión era, y siempre será, traducir: traducir el sentido de la vida y las palabras de Jesús para cada nueva generación, para cada nueva cultura, para cada persona.

Hoy, en medio de una sociedad que cambia con rapidez, donde categorías culturales que usábamos anteayer ya no se entienden, tal vez sea más urgente que nunca saber traducir nuestro mensaje; desde la certeza de que el idioma, los términos y las imágenes que a nosotros nos sirvieron para acercarnos a Jesús tal vez ya no funcionen para quienes hoy se preguntan por él. 
 
Pidámosle al Espíritu Santo, este Gran Traductor, que nos inspire modos nuevos, absolutamente necesarios, de expresar nuestras convicciones más profundas.


 

Martes 19 Mayo 2020
 

“Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, pues recibirán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, pues verán a Dios.
Bienaventurados los que procuran la paz, pues serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5, 3-10)
 
Estas palabras de Jesús, grabadas tan vivamente en la memoria de sus discípulos de la primera hora, y transmitidas hasta nuestros tiempos, han sido consideradas por muchos como el texto esencial del mensaje cristiano, su síntesis más acertada, capaz de interpelar la vida de cualquier persona y de cobrar relevancia frente a cualquier reto o situación histórica.
 
Sin duda, las bienaventuranzas adquieren hoy de nuevo su sentido pleno frente a la situación de pandemia que estamos viviendo, y que todavía se está desarrollando frente a nuestros ojos de forma incierta, sin que podamos conocer el futuro que se está gestando, la famosa “nueva normalidad” hacia la que nos dirigimos a nivel global y también a nivel local y personal. En cada una de nuestras realidades estamos siendo testigos de tantas situaciones desgarradoras de pobreza, llanto y desesperación… junto con innumerables testimonios de misericordia y de compromiso con los más vulnerables.
 
Si releemos las palabras de Jesús con detenimiento observaremos que están claramente agrupadas: las primeras cuatro bienaventuranzas hablan del sufrimiento pasivo (el de los pobres, los que lloran, los que sufren…) al que hoy están sometidas tantas personas, atrapadas por la contingencia sanitaria, social y económica, mientras que las cuatro siguientes mencionan también a aquellos que trabajan por remediar ese mismo sufrimiento (los misericordiosos, los de corazón limpio, los que trabajan por la paz y la justicia…). Vemos, pues, que Jesús se dirige tanto a los que se ven abrumados e impotentes ante el sufrimiento presente, como a los que tienen la posibilidad de enfrentarlo y comprometerse con un futuro más justo y equitativo.
 
Las bienaventuranzas no contienen una promesa vacía de un consuelo futuro, ni una invitación a la resignación ante el sufrimiento presente. Antes bien, son una invitación activa a trabajar por remediar las causas del sufrimiento humano, ahora y aquí, y en toda circunstancia histórica, definiendo así el verdadero itinerario de vida cristiana, porque el reino de los cielos que anuncian ya está presente entre nosotros, y puede y debe ser construido con el compromiso por la paz y la justicia, desde la misericordia y la limpieza de corazón de quienes saben conmoverse frente al hermano que llora de impotencia y de rabia frente a la pérdida de un ser querido, y está pasando hambre por haberse quedado sin trabajo y sin medios para mantener a su familia y pagar el alquiler de su vivienda.


 

Martes 12 Mayo 2020
 


La Editorial "Círculo Rojo" acaba de publicar “El fascinante Origen de la República Dominicana”, de Esteve Redolad, miembro de la Comunidad de San Pablo. A raíz de esta publicación hemos realizado esta entrevista con Esteve.
 
¿Como te vino la idea de escribir este libro?
Viviendo en la Republica Dominicana durante cinco años me surgieron algunas preguntas y dudas acerca del cómo y porqué de la relación entre la República Dominicana y Haití. Ahí empezó un proceso apasionante de descubrir muchos matices y peculiaridades de la historia dominicana que la hacen única y muy interesante. Sentí que tenía que compartir con otros esta historia fascinante que estaba descubriendo, y me propuse escribirla en un libro.
 
¿Qué es específico de este libro?
He querido, espero que con algo de éxito, compaginar el rigor histórico con una lectura dinámica, amena y entretenida.
 
¿A quién va dirigido?
Especialmente a los dominicanos y dominicanas. Mi sueño sería que un día pudiera ser lectura recomendada en las clases de historia en las escuelas dominicanas. Pero también va dirigido a todos aquellos que estén interesados en este maravilloso país, y por supuesto, a quien le guste la historia, especialmente los temas de la colonización española, la esclavitud y la emancipación americana.
 
¿Qué te ha inspirado para escribirlo?
La constatación de que, aun siendo personas generosas y comprometidas, a menudo, a causa de prejuicios nacionales o raciales, nos tornamos irracionales e incluso agresivos, motivados por la historia que hemos aprendido desde pequeños, construida demasiadas veces a base de mitos que hacen que irremediablemente nosotros seamos los buenos y “los otros” los malos. Este libro quiere cuestionar y tal vez ayudar a destruir alguno de estos mitos.
 
¿Qué se va a encontrar el lector en tu obra?
Una historia del origen de la República Dominicana amena y desmitificada. No es una historia de buenos y malos, ni de héroes patrios contra enemigos acérrimos, sino una historia llena de matices, protagonizada por personas que, como todos, tuvieron buenas dosis de contradicciones. En ella, además, no faltan muchas anécdotas y datos curiosos, tanto de entonces como de la actualidad.
 
¿Dónde se puede comprar el libro?
Puede encontrarse en formato impreso en Amazon, y en España en La Casa del Libro, Editorial Círculo Rojo. En formato digital en La Casa del Libro, Agapea, El Corte Inglés.
 
Felicidades por este libro, y ojalá pueda cumplirse tu sueño…
Gracias, solo escribirlo ha sido ya medio sueño cumplido.


 

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