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Domingo 3 Diciembre 2017
Un año más, emprendemos de nuevo el camino del Adviento, un camino de esperanza, pero sobre todo de alegría contenida por la fiesta que está por llegar. A diferencia de la Cuaresma, el Adviento no es un tiempo de penitencia, sino de preparación para el primer gran evento que celebra la Iglesia en su calendario anual de celebraciones: la fiesta de la cercanía de Dios, quien se abaja para abrazar la condición humana en la historia, ofrecerle su solidaridad, y elevarla a su misma dignidad.
 
Como haríamos ante cualquier otro gran acontecimiento en nuestras vidas, no podemos sentarnos y simplemente esperar, cruzados de brazos, a ver qué va a ocurrir. El Adviento es un tiempo de preparación activa, que exige nuestro compromiso y requiere de nosotros despejar cualquier obstáculo para que la fiesta pueda celebrarse en las mejores condiciones posibles. Escucharemos estos días a los profetas hablar de la necesidad de “rellenar los valles y abajar las colinas” y así preparar los caminos al Señor.
 
“El que espera, desespera” es la lógica del mundo, de quien se limita a recibir, resignado, lo que la vida le pueda ofrecer, pero sin implicarse en los acontecimientos que suceden a su alrededor. En cambio, la esperanza cristiana se traduce en salir a transformar el mundo para que el advenimiento de Dios nos encuentre preparados y despiertos, anhelantes de un mundo mejor.
 
La Comunidad de San Pablo, aun siendo pequeña, se suma a la labor que realiza la Iglesia en todo el mundo, transformando como la levadura en la masa el entorno social e incluso económico, incidiendo en los campos del desarrollo, la educación, la salud, los derechos humanos y la dignidad de las personas, especialmente de los que sufren pobreza y exclusión, para ir despejando, uno a uno, los obstáculos que nos separan del proyecto de Dios para la humanidad.
 
Con la alegría y la fuerza renovados de quienes sabemos que un futuro mejor está por llegar, nos proponemos seguir trabajando para derribar muros, construir puentes y sanar heridas en un mundo todavía lleno de divisiones, y a invitar a todos nuestros lectores y amigos a sumarse a este proyecto de Adviento, en el que no nos resignarnos a aceptar, sin más, los “valles y las colinas” de la historia que nos rodean.


 

Domingo 19 Noviembre 2017
Este domingo, 19 de noviembre, se celebra por primera vez en toda la Iglesia Católica una Jornada Mundial de los Pobres, bajo el siguiente lema: «No amemos con palabras, sino con obras».

El Papa Francisco ha querido iniciar así una tradición que dirija el foco de atención de toda la comunidad cristiana sobre los pobres, siguiendo las indicaciones del concilio Vaticano II: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón» (Gaudium et Spes, 1).

La intención de esta jornada es sensibilizar a toda la sociedad de que los cambios necesarios para erradicar la pobreza requieren de un compromiso continuado de parte de todos, como indica con claridad la carta de presentación con la que se convoca esta jornada: «La Iglesia no puede ser espectadora pasiva ante el drama de la pobreza, y los cristianos no pueden contentarse con una esporádica y fragmentaria participación para tranquilizar la conciencia».

Señala el Papa Francisco la necesidad de compartir los dones de la vida con los demás, pues «el amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres. Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia».

Sabemos que la pobreza reviste muchas caras, tanto materiales, como también afectivas y espirituales. Todas ellas nos interpelan y nos piden dejar de un lado nuestra indiferencia o resignación y comprometernos, de forma continuada, con las personas más necesitadas de nuestro entorno.

Finaliza el Papa indicando que «esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna».


 

Martes 14 Noviembre 2017

La CSP recibe el premio Vaticano II por Servicio a las Misiones, otorgado por el arzobispo de Milwaukee

 
 
El pasado martes, 7 de noviembre, la Comunidad de San Pablo fue distinguida por el arzobispo Jerome Listecki de la Arquidiócesis de Milwaukee con el Premio Vaticano II, por Servicio a las Misiones. Los premios Vaticano II se establecieron en 1991 para reconocer a personas que, con sus vidas y ministerio, ejemplifican la visión pastoral que la Iglesia Católica formuló en el Concilio Vaticano Segundo.
 
Los criterios para la recepción de este premio (Servicio a las Misiones) son los siguientes: que los receptores del mismo hayan fomentado la misión de Jesús, y hayan sido testimonios de la presencia de Dios en nuestro mundo diverso; que hayan demostrado su deseo de compartir el Evangelio; que hayan mostrado mutualidad en la misión (dando y recibiendo), impulsados por un espíritu de justicia, oración y alegría.
 
Tradicionalmente, los premios Vaticano II se entregan a individuos. En el caso de la Comunidad de San Pablo, es la primera vez que el premio se concede a un colectivo. Este año, además de la Comunidad de San Pablo, hubo 14 personas que recibieron un premio Vaticano II de manos del arzobispo, por haberse distinguido en diversas áreas de servicio eclesial y por su contribución a la sociedad. Desde aquí, queremos expresar nuestro agradecimiento al arzobispo Listecki y a la Arquidiócesis, por ese bonito reconocimiento. 


 

Martes 31 Octubre 2017
No hay que ser muy perspicaz para ver que vivimos en un mundo que tiende a la polarización. Abundan, en efecto, los ejemplos de sociedades que en los últimos años han visto como sus poblaciones se iban configurando en función de alguna tensión (de orden económico, político, social, o mezcla de todas ellos) hasta quedar polarizadas en dos bandos semejantes en tamaño, y muy distanciados ideológicamente entre sí. Pongamos algunos ejemplos, sin entrar en el análisis detallado de ninguno de ellos: pensemos en los Estados Unidos, país que en las últimas elecciones presidenciales experimentó una agria división entre los partidarios de un candidato y otro: al fin, el candidato republicano recibió el 46.1% de los votos emitidos, y la candidata demócrata el 48.2% (aunque, como es bien sabido, Trump se llevó la presidencia a causa del sistema electoral estadounidense). O pensemos en el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, las pasiones que levantó, y su resultado final: 51% de los votantes eligieron la opción ganadora y 48% la que perdió. O el referéndum acerca del proceso de paz en Colombia, todavía más ajustado: 50.21% de los colombianos votaron por el no y 49.78% por el sí. Estos días, por poner un último ejemplo, la situación en Catalunya ha ocupado las primeras páginas de los medios de comunicación internacional, a causa del movimiento independentista que allá se vive: en las últimas elecciones parlamentarias (2015), los partidos que apoyan la independencia de España obtuvieron el 47.7% de los votos, y las formaciones que no son partidarias de la independencia el 52.3%.
 
Todos estos casos, siendo muy diferentes entre ellos (cada uno con su complejidad particular), ejemplifican algo similar: cómo, ante asuntos de mucha trascendencia, las sociedades que los enfrentan no favorecen con claridad una u otra opción. Ni los defensores y detractores de Trump, ni los del Brexit, ni los de los acuerdos de paz en Colombia, ni los de la independencia catalana pueden alardear de contar con una evidente e inapelable mayoría social. En cada caso, la alternativa vencedora se impone con un apoyo apenas superior al que tiene su contraria. Además, los casos citados tienen en común que las cuestiones en liza generan una extraordinaria pasión, de modo que los que apoyan y los que rechazan una u otra opción no quieren ni oír hablar de una solución de compromiso con el adversario, pues la postura contraria les parece intolerable. Vivimos en un mundo polarizado.
 
Nos parece que, en este contexto, hay una voz que se hace imprescindible: la voz de lo que podemos llamar las «terceras vías» (tomando prestado el lenguaje que se ha usado en economía para identificar a los que proponen un sistema intermedio entre el capitalismo y el comunismo), o vías intermedias.
 
A menudo, en medio de conflictos enconados que sacuden una sociedad surgen personas y grupos que rehúyen el discurso demasiado simplista de las dos partes enfrentadas e intentan elaborar un argumento diferente, original, que no se puede encasillar en ninguno de los dos bandos. Es la vía intermedia, o tercera vía. Estas suelen ser minoritarias e impopulares, precisamente porque quienes las defienden quieren tener en cuenta la complejidad de las situaciones y todos sus matices, para los que los demás no tienen tiempo ni, en verdad, interés. Los conflictos (sociales, políticos, religiosos…) suelen alimentarse de planteamientos más bien esquemáticos, poco amigos de la reflexión ponderada que proponen las terceras vías. Sería útil, aquí, recordar las advertencias del antropólogo René Girard sobre cómo actúan normalmente las multitudes: con impaciencia, sin atención al detalle y haciendo caricaturas fáciles de sus adversarios. Son actitudes que dificultan el diálogo y alimentan el nacimiento de tendencias populistas, las cuales a su vez pueden abrir las puertas a la violencia.
 
Una tercera vía raramente se expresará a través de grandes concentraciones en la calle: marginal, es a menudo menospreciada por las corrientes de opinión mayoritarias, que en el fondo la perciben como una amenaza a sus planteamientos. Muchas veces, al fin, la voz de la tercera vía cae en el olvido. Y sin embargo, es más que probable que en ella residiese la mejor propuesta de futuro.
 
Quien aboga por una tercera vía puede ser tan radical, vigoroso y apasionado como quien defiende posturas más extremistas: «tercera vía» no significa en absoluto tibieza, sino voluntad de pensar en profundidad, de dialogar siempre, de tener en cuenta todos los aspectos del conflicto y de no querer construir un argumento, atractivo en su simplicidad, pero falso a causa de ella.
 
Muchos representantes históricos de las terceras vías han pagado un precio altísimo por su compromiso con la realidad y por negarse a caer en simplismos populistas y a veces violentos, terminando a menudo rechazados por todos: y no debería sorprendernos que a veces hayan sido elementos fanáticos de su teórico propio «bando» los que han eliminado a quien proponía la tercera vía. El siglo XX nos dio claros ejemplos de este fenómeno: desde el socialismo pacifista e internacionalista de Jean Jaurès, quien sería asesinado en París por un patriota francés el mismo día en que estalló la Primera Guerra Mundial, hasta los casos más conocidos de Gandhi, asesinado por un fanático hindú que no aceptaba la postura abierta del padre de la independencia India hacia los musulmanes, o Yitzhak Rabin, asesinado por un israelí que se oponía a los intentos de su primer ministro por abrir caminos de paz con los palestinos.
 
Desde una perspectiva cristiana, ¿hasta qué punto no sería también legítimo considerar a Jesús de Nazaret como representante de una tercera vía en medio del conflicto político y social que a él le tocó vivir? No se casó ni con los poderosos saduceos que gobernaban Jerusalén y colaboraban con Roma, con quienes fue crítico, ni con los nacionalistas fanáticos que abogaban por la rebelión violenta contra el Imperio. Y, sin duda, incomodó a todos con su mensaje, libre de alianzas ideológicas, capaz de decir de un centurión romano que «ni en Israel he encontrado tanta fe» (Lc 7,9) y capaz, a la vez, de enfrentarse a la misma Roma al afirmar, ante el gobernador que lo estaba juzgando, que «no tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba» (Jn 19,11). Su mensaje novedoso, exigente con todos pero abierto también a todo tipo de persona, fue incomprendido por la mayoría. Y a unos y a otros les interesó quitarlo de en medio.
 
Optar con determinación por la vía intermedia que trate de corregir, mediante el diálogo, la polarización de la sociedad en que uno vive puede ser muy peligroso. Y sin embargo, en nuestro mundo de hoy, tan inclinado a la simplificación, que crea extremos en apariencia irreconciliables, la voz de los que aboguen estas terceras vías es, nos da la impresión, imprescindible. Acaso más que nunca.

 

Martes 24 Octubre 2017

Desde el día 12 hasta el 19 de este mes de octubre, estuvo visitando la parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua un grupo de diez personas de la parroquia Holy Apostles de New Berlin, en la Arquidiócesis de Milwaukee. Holy Apostles tiene un hermanamiento con La Sagrada Familia desde el 2013, que a lo largo de los años ha ido dando frutos. En los últimos dos años, el fruto más concreto de esta relación entre iglesias hermanas ha sido la realización de operativos médicos en Sabana Yegua, para brindar atención dirigida específicamente a la significativa población de inmigrantes haitianos que existe en la parroquia.
 
Esta vez contamos con la participación de un médico general, un pediatra y un dentista, que brindaron servicio a 273 personas durante los tres días que duró la clínica. Ciento cuarenta y un pacientes recibieron atención médica general para una gran diversidad de enfermedades, especialmente infecciones ocasionadas por el uso de agua no apta para el consumo humano y enfermedades relacionadas con el estrés. Son muy comunes los dolores relacionados con el estrés entre la comunidad haitiana: la inseguridad alimenticia, económica, de vivienda y de estatus migratorio en el país que les acoge, exponen las personas a mucha tensión, que se refleja en continuos dolores de cabeza, espalda y estómago.
 
Cincuenta y dos personas obtuvieron servicios de revisión dental y cirugías menores de extracción de muelas y dientes. Ochenta niños del programa de atención infantil que lleva a cabo la Comunidad de San Pablo también fueron revisados y atendidos. A muchos se les dio tratamientos preventivos de salud general y bucal.
 
Agradecemos la ilusión de los amigos de Holy Apostles por compartir con nosotros su tiempo y conocimientos médicos, y por querer aportar un granito de arena en la acogida de los inmigrantes haitianos en Sabana Yegua.

 


 

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