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Miércoles 17 Mayo 2017

La Comunidad de San Pablo inicia un proyecto de reciclaje de plásticos en el municipio de Sabana Yegua, República Dominicana

 
Hace apenas medio año, el Grupo Juvenil Galilea y la Pastoral de la mujer de la Parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua se sumaron a un nuevo proyecto auspiciado por la Comunidad de San Pablo: el reciclaje de plásticos en el municipio. Para empezar, los jóvenes grabaron un corto video que explicaba el problema en sus dos vertientes: la contaminación del medio ambiente que suponen los plásticos y la proliferación de mosquitos que causa la acumulación de plásticos en los patios de las casas, que contribuye a la propagación de enfermedades como el dengue, la chikungunya y el zika.
 
Para la grabación del video los jóvenes visitaron el vertedero del pueblo y vieron la gran cantidad de plásticos que hay allí, al aire libre. Allá se les explicó que el plástico tarda muchas décadas en desintegrarse.
 
Una vez editado, el video se promovió en la parroquia, como una herramienta para explicar la importancia que tiene llevar a cabo la limpieza general del pueblo a través de reducir, reusar y reciclar el plástico. Se repartieron sacos y tanques en los domicilios que querían participar en la tarea, y actualmente existen ya 30 puntos de acopio en el pueblo: 30 sitios donde las personas pueden ir a depositar sus plásticos viejos y usados para que posteriormente sean reciclados.
 
Los vecinos llevan sus plásticos a dichos puntos y el camión de basura del ayuntamiento realiza la recogida un día por semana. Los materiales se almacenan en el ayuntamiento y luego los recoge una empresa recicladora.
 
Los jóvenes de la parroquia también se han implicado en la tarea de realizar charlas en las escuelas y en asociaciones de Sabana Yegua, para que todo el pueblo reciba educación ambiental y participe de esta iniciativa. También tienen pensado seguir promocionando el reciclaje con actividades educativas y a la vez divertidas.
 
Esperamos reducir el plástico en la calle y que el vertedero reduzca su tamaño. ¡Ojalá no se quede nadie sin participar! 
 


 

Martes 9 Mayo 2017

La Editorial Mensajero publica La renuncia, novela escrita por Martí Colom, miembro de la Comunidad de San Pablo

 
 
La Editorial Mensajero, del Grupo de Comunicación Loyola, de Bilbao (https://gcloyola.com/es), acaba de publicar este mes de mayo, en su colección “Litteraria”, la novela La renuncia, de Martí Colom, miembro de la Comunidad de San Pablo y colaborador habitual de este blog.
 
El título hace referencia a la renuncia al papado de Celestino V en las postrimerías del siglo XIII. Se trata del único caso, antes de Benedicto XVI en 2013, de un pontífice que voluntariamente abdicó de su cargo. La novela indaga en las razones que llevaron a renunciar a Pietro de Morrone (nombre de Celestino antes de ser elegido); también aventura la posibilidad de que el mallorquín Ramón Llull pudiera haber ejercido un papel en dicha decisión, y, sobre todo, argumenta, en contra de lo que afirma Dante en La Divina Comedia (según el cual Celestino fue un cobarde al dejar el papado), que el gesto de Pietro de Morrone fue audaz, valiente y profundamente evangélico.
 
La novela también narra la historia (en este caso ficticia) de Marcos Terrero, un joven de la República Dominicana que en 1973 se ve involucrado involuntariamente en el intento del coronel Caamaño por derrocar la dictadura del Dr. Joaquín Balaguer. Sus desventuras lo llevarán a Haití, Francia y, finalmente, muchos años más tarde, de nuevo a Santo Domingo, donde deberá enfrentar una verdad que jamás había sospechado.
 
A medida que avanza en la lectura en paralelo de las dos narraciones (la medieval y la contemporánea), el lector va descubriendo sus concomitancias y los temas comunes que las articulan. Se trata, en definitiva, de un texto entretenido y a la vez lleno de esperanza, que a través de sus dos relatos plantea con sencillez cuestiones sobre la amistad auténtica, la capacidad de las personas por entregarnos a los que amamos y las renuncias que a veces son necesarias para alcanzar la libertad.


 

Martes 2 Mayo 2017

La CSP inicia un nuevo programa de atención a la tercera edad en el barrio El Pesebre de la capital colombiana

 
 
Como ya informamos en este blog en su día, el pasado mes de julio de 2016 la Comunidad de San Pablo puso en marcha un programa de refuerzo escolar para niños del barrio El Pesebre de Bogotá. Dicho programa (cuyo doble objetivo es fortalecer académicamente a niños de 8 a 12 años que necesitan ayuda con sus estudios, y a la vez ofrecer un espacio seguro donde puedan ir por las tardes, y evitar así que por estar en la calle caigan en el consumo de estupefacientes) se está desarrollando con toda normalidad desde entonces. Lo que no esperábamos es que tal actividad tuviese un “efecto llamada” que nos llevase a comenzar otro programa: al ver que los locales de la parroquia La Resurrección del barrio se abrían varias tardes por semana para las clases de los niños, algunos ancianos se nos acercaron con una petición muy simple: «–¿Y a nosotros, no nos pueden dar clases también?»
 
Resulta que varios abuelos y abuelas del sector, que nacieron en departamentos rurales del país y se trasladaron hace muchas décadas a la capital, han tenido una larga vida de duro trabajo que nunca les ha dejado tiempo para su formación intelectual. Algunos son completamente analfabetos, otros saben leer y escribir, pero de manera deficiente, y no tienen demasiados conocimientos de matemática, cultura general, etc.
 
Buscamos una maestra del mismo barrio que estuviese dispuesta a llevar a cabo esta labor, y a principios de marzo abrimos nuestro nuevo Programa Educativo para el Adulto Mayor. Funciona los sábados por la mañana, y se han apuntado ya una docena de abuelas (¡ellas parecen más interesadas en el asunto!) y un abuelo. No dejan de asistir ni un sábado y son aplicadísimos (de hecho, se toman las tareas y el estudio con mucha seriedad). Es una verdadera alegría verlos semana tras semana, sentados en sus pupitres y estudiando todo lo que, cuando eran niños y jóvenes, no tuvieron la oportunidad de aprender.


 

Domingo 16 Abril 2017
Si al inicio de la Cuaresma reflexionábamos sobre la contingencia de la existencia, sobre aquel “eres polvo y al polvo volverás” y sobre los beneficios de tomar consciencia de nuestra finitud, hoy, en la gran fiesta de la Pascua, buscamos el camino de la Resurrección.
 
La Resurrección es vida nueva, creación nueva, renacimiento, transformación; es alegría, gozo, paz interior, felicidad profunda.
 
Quizá no buscamos estas metas a través de un camino derecho, lineal, sino de forma cíclica, transportados por el oleaje de la vida. Avanzamos paso a paso, no sin traspiés y retrocesos, quizás dando unos cuantos rodeos, como siguiendo una lenta espiral, pero lo hacemos abrazados a la cruz. Esa cruz personal, esas limitaciones de las que somos conscientes, esos egoísmos encubiertos, esas envidias y perezas que traicionan nuestros elevados fines; hay que cargar esas cruces, no hay remedio, como dice el evangelio; tomar la cruz y no mirar atrás, pero una clave de las cruces es la aceptación, el abrazo, la acogida de todo aquello que se nos hace difícil de esas cargas pesadas. Aceptar lo ridículos que podemos llegar a ser, aceptar los engaños en los que nos enredamos como araña en su tela, aceptar la enfermedad que nos revela más humanos y frágiles, aceptar la dependencia de los demás para tantas y tantas cosas… y aceptar y acoger la imperfección del mundo, de la humanidad libre que Dios creó, con todas sus miserias y sus vanidades, capaz de las cosas más bellas y de las mayores atrocidades.
 
Una vez aceptado todo esto, una vez abrazadas todas las cruces, con la fuerza de Dios, con su gracia, le echamos una mano al Padre en su trabajo, como sus hijos que somos queridos, como sus manos, sus pies y sus ojos. Allá donde podemos hacernos más cercanos a su hijo Jesús en nuestras actitudes, en nuestra ternura, en nuestra aceptación indiscriminada de los demás… allá donde podemos hacernos más cercanos a Jesús en su lucha contra la injusticia, contra los mercaderes del templo, contra la hipocresía de los fariseos, contra la indiferencia del levita y el sacerdote hacia el caído... allá donde podemos hacernos más cercanos a Jesús que ora en el huerto, pidiendo la voluntad de Dios y no la nuestra...
 
Es ahí donde descubrimos el gozo de la Resurrección, donde reemprendemos el vuelo, donde nace la esperanza, donde reina la solidaridad; es ahí donde crece la alegría profunda, donde se acaba el miedo y renace el amor ¡Es ahí donde vivimos la fiesta de la Resurrección!

 


 

Viernes 14 Abril 2017
Una tradición popular, muy viva sobre todo en América Latina, ha agrupado en la fiesta del Viernes Santo las siete palabras que en los diferentes Evangelios aparecen pronunciadas por Jesús en la cruz. Es lo que llamamos “el sermón de las siete palabras”.
 
A nivel teológico, la cruz es un evento liberador y salvífico, pero a nivel histórico y humano, personal y psicológico, la cruz fue para Jesús una experiencia desgarradora de pérdida. Es, en cierta forma, la imagen de la pérdida total. En la cruz Jesús no sólo perdió su vida sino también sus discípulos, su plan, su identidad, su buen nombre, su reputación. En la cruz Jesús lo pierde todo.
 
Y es desde esta experiencia que las siete palabras pueden ser para nosotros una buena herramienta para enfrentar nuestras propias experiencias de pérdida. En una sociedad donde predomina el valor del éxito, y a partir del mismo se establece el valor de una persona, quién vale y quién no, lo que quizás tendríamos que aprender y enseñar no es tanto saber ganar sino saber perder. No saber asumir nuestras pérdidas es, en el fondo, la causa subyacente a la violencia o a la intolerancia, por ejemplo. Ambos son síntomas de que existe, en aquellos que las practican, poca preparación para la pérdida. Desde temprana edad nuestras vidas están llenas de pérdidas: uno puede perder un ser querido, puede perder una pelea, una discusión, un privilegio, o un trabajo, y depende de lo bien preparados que estemos para ello que podamos seguir adelante después de experimentar estas pérdidas. Hay que aprender a manejar las pérdidas, y Jesús, en sus palabras en la cruz, nos puede dar una pista de cómo sobrellevar nuestras propias experiencias de cruz, nuestros Viernes Santos, y así prepararnos para la “resurrección”.

1.     «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado» (Mateo, 27,46 y Marcos 15,34). El grito es desgarrador, estremecedor y hasta escandaloso, viniendo del mismo Jesús. Pero, es también extremadamente humano. El grito de la frustración, ¡ya no puedo más! Es un grito catártico con el que de una forma u otra nos vaciamos. En nuestras cruces es necesario saber expresarnos, no reprimirnos. Saber decir sin miedo ni remordimientos lo que estamos sufriendo, aunque a veces solo sea decírnoslo a nosotros mismos.

2.     «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34). Toda experiencia de pérdida suele ir acompañada por la asignación de culpabilidad, ya sea a otros o a uno mismo; es por ello que, para poder asumirla, tiene que ir acompañada por una experiencia de perdón. La ausencia de rencor es fundamental para poder cicatrizar heridas.

3.     «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23,43). Quizá en caliente las experiencias de pérdida son un sinsentido. Quizá deberíamos intentar descubrir, aunque sea de forma contra-intuitiva, los elementos positivos que tal experiencia puede desencadenar.

4.     «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23,46). En momentos de pérdida tenemos que reconocer que no siempre podremos estar en control ni de las situaciones ni de las demás personas. Dejarnos llevar, saber que los acontecimientos van más allá de nosotros, es una forma de enfrentarnos a las pérdidas de forma saludable. Hay que saber soltar. 

5.     «Tengo sed»  (Juan 19,28). Pedir ayuda es siempre una forma de hacer que las cruces nos sean más llevaderas. Reconocer nuestra vulnerabilidad y, por ella, nuestra evidente necesidad de los demás. No somos héroes.

6.     «Mujer, aquí tienes a tu hijo..., aquí tienes a tu madre» (Juan 19,26-27). Una de las dimensiones más difíciles de una pérdida es aceptar que nuestro entorno no tiene por qué estar en nuestra misma situación, y aunque muestren empatía hacia nosotros, no debemos arrastrar a los demás hacia nuestras propias cruces o pozos de dolor.  

7.     «Todo se ha cumplido» (Juan 19,30). En momentos de pérdida o de duelo, a veces a modo de consuelo encontramos expresiones poco acertadas como “todo sucede por una razón” o “si ha pasado por algo será” o aún peor “Dios tiene su plan y sabe más que nosotros”. Aun siendo desafortunadas, estas expresiones esconden la idea de que a menudo las cruces, los sufrimientos que nos invaden en un momento determinado, son puertas hacia nuevos caminos que sin ellas nunca hubiéramos explorado. Puede haber sentido en el sufrimiento.
 
Examinemos, pues, estas palabras de Jesus en la cruz, y dejemos que contra todo pronóstico nuestras experiencias de pérdida puedan, quizá con el tiempo, ser positivas, para que el Viernes Santo no tenga la última palabra y podamos llegar a la Resurrección. 


 

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