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Viernes 25 Diciembre 2015

Michael Wolfe

Todos conocemos bien la tradición del viaje de José y María a Belén para inscribirse en el censo, promulgado por el emperador Augusto, y que fue allí en donde nació Jesús (Lucas 2, 1-7). Hoy en día, al visitar la ciudad de Belén, se puede ir a la Iglesia de la Natividad, construida sobre la gruta que tradicionalmente se conoce como el lugar de nacimiento de Jesús. Ahí, en el suelo está una estrella de plata marcando este mismo lugar.
 
 
La práctica piadosa dentro de la Iglesia de la Natividad es arrodillarse para besar la estrella; pero para llegar a ella, hay que agacharse ya que el techo de la gruta es muy bajo. Por supuesto, esto no sólo se presta para tener un acercamiento reverente en el sitio, sino que sirve también para recordarnos que si los visitantes tienen que inclinarse para entrar, ¡cuánto más se rebajó el Hijo haciéndose humilde de esta manera!
 
He tenido la oportunidad de visitar la Iglesia de la Natividad. Y sin duda, es una experiencia poderosa el arrodillarse y besar el sitio que durante al menos 1.700 años la tradición ha mantenido como el lugar donde Jesús nació. Pero lo que más me impresionó cuando estuve allí fue contemplar la moderna ciudad de Belén al salir. El conflicto social es frecuente y evidente en toda la ciudad, y es más evidente por el muro militar gigantesco que la atraviesa. Independientemente de lo que se pueda opinar al respecto, el muro se erige como una clara demostración del nivel de conflicto que existe en la región.

Esta misma región en la que nació Jesús ha sido el lugar de encuentro de muchas culturas, sociedades y pueblos, incluso antes de su tiempo. En cierto sentido, es el lugar en donde Oriente y Occidente se juntan. Este fue el caso también en el tiempo de Jesús ─se ve esto, por ejemplo, en el hecho de que el Evangelio de Juan especifica que la inscripción colocada en la cruz fue escrita en tres idiomas distintos (Juan 19, 20). Con estas grandes diferencias muchas veces ha llegado también gran discordia y violencia.

Así, ese día en Belén me hizo reflexionar, después de haberme arrodillado para venerar la estrella de plata, que fue en este lugar en la Tierra donde Jesús nació: el lugar de encuentro de los pueblos de todo el mundo. En efecto, ¡qué apropiado que éste sea el sitio en el que por el Hijo haber tomado la forma humana, toda la humanidad fue levantada a una nueva dignidad a través de la gracia de Dios! Del mismo modo, ¡qué apropiado que este sitio, tan lleno de violencia a lo largo de la historia humana, en donde dichas diferencias chocan, sea donde el Príncipe de la Paz haya querido entrar en la historia humana!

La Navidad es el día en que conmemoramos este evento de importancia incomparable para toda la humanidad. Es bueno que lo celebremos con signos de amor para nuestras familias, amigos y compañeros de trabajo. Tales signos pueden ser a través de la comida, los dulces, los regalos y los eventos sociales. Pero esperemos que, al reflexionar sobre el significado del día, también recordemos al desconocido, al otro, a los que son diferentes a nosotros. Que recordemos, que este evento que celebramos, marcado por la estrella de plata en el suelo, es para toda la humanidad. Por lo tanto, estamos llamados por nuestra fe en Jesús a reconocer la dignidad de cada persona humana, independientemente de las diferencias.

Mas el reconocimiento de la dignidad de los demás no significa aceptar todo lo que hacen o tener una actitud de "todo se vale". Más bien, implica preocuparse por ellos y tratarlos con compasión, como nos gustaría ser tratados ─como se nos pide especialmente en este Año de la Misericordia.

A lo largo de esta temporada de Navidad (que técnicamente empezamos hoy), vamos a imitar al mismo Jesús, llegando a todos los que nos encontremos en nuestra vida. Esto incluye a aquellos que puedan hacernos sentir un poco incómodos porque son diferentes. Pero los pequeños pasos que podamos tomar en nuestras vidas individuales pueden sumar un gran cambio en el mundo y dar lugar a más esperanza. Y eso es, en definitiva, lo que representa la estrella de plata en el suelo y el por qué la veneramos con un beso.

 


 

 


Miércoles 23 Diciembre 2015

Domingo 20 Diciembre 2015
Seguimos hoy con la webserie que muestra el trabajo de la Comunidad de San Pablo en Bolivia, con el proyecto de reforestación, cría de llamas y empoderamiento de la mujer en la zona de Vacas (capítulo 4). Este proyecto está dando un nuevo futuro a una comunidad campesina muy alejada de núcleos urbanos. 

 


Martes 15 Diciembre 2015
Enrique trabajaba con la Comunidad de San Pablo cuando nació su hijo Juan Francisco (Piki) con una grave deformidad en las piernas. Pronto contactamos con una institución de Santo Domingo, “Corazones Unidos”, que se ocupó de la primera intervención quirúrgica del pequeño. Posteriormente conectamos con Katy, una señora de los EE.UU. que expresó interés en ayudar al niño.
 
Se le tuvieron que amputar las dos piernas y se le pusieron prótesis. Katy, que desde EE.UU. ha viajado infinidad de veces a la República Dominicana, ha sido y es su segunda mamá, y anualmente lo recibe en su casa de Saint Louis, durante las vacaciones escolares del chaval, al tiempo que en el hospital se le van adaptando las prótesis para adecuarse a su crecimiento.
 
En la familia de Piki son siete hermanos y su mamá, que tiene graves problemas de salud, no puede atender a los pequeños. Con un sueldo de vigilante, Enrique lucha por sacar adelante a sus hijos y ha encontrado un gran apoyo en Katy, que ayuda a Piki y al bienestar de toda la familia.
 
Hace pocos días un periodista de CDN (canal dominicano de noticias) vio a Piki por la calle y le impactaron su alegría y sus habilidades. Nos comentaba que frente a las malas nuevas que presentan día a día los noticieros conocer a Piki ha sido un soplo de esperanza y ha querido mostrar al público el afán de superación del pequeño. Aquí os dejamos la corta entrevista a Piki y su familia que CDN emitió. Piki es, realmente, un ejemplo de alguien que, frente a enormes desafíos, vive enamorado de la vida.
 
 
 

 


Jueves 10 Diciembre 2015
Esteve Redolad

A pesar de que nos gustaría poder compartir siempre noticias esperanzadoras y positivas de los lugares en que vivimos y trabajamos, a veces la crudeza de la realidad nos lo impide. Hoy escribo con pesar: hace unas semanas, en la carretera que cruza por delante de Sabana Yegua, en la República Dominicana, ocurrió un hecho trágico y macabro: un hombre mató de cuatro tiros a su amante y luego él mismo se disparó en la sien acabando con su vida en el acto. Un acto terrible que apunta de forma horrorosamente gráfica a otros cien casos de violencia machista que se registran constantemente, de forma más callada, en esta sociedad.

La triste ironía del destino hizo que para dos días más tarde hubiésemos convocado en nuestro salón parroquial una charla sobre la violencia intrafamiliar, organizada por el grupo de mujeres de la parroquia. Se trata de un grupo pequeño pero lleno de vida y de propósito, que pretende precisamente liberar a las mujeres del yugo de una sociedad machista que cuenta a sus víctimas no solo en disparos, no solo en golpes, y maltratos físicos, verbales y psicológicos sino también en el abandono escolar de miles de adolescentes que dejan su educación al quedar embarazadas (el 20% de las mujeres de 15 a 19 años y el 23% de las de 20 a 24 años). Otras víctimas son  las incontables madres solteras, no por voluntad propia sino por irresponsabilidad, manipulación y cobardía de unos padres que cuentan con la aprobación tácita y factual de una sociedad machista que los defiende con su silencio.  

La charla quería enseñar a las mujeres, y a los hombres, que también estaban invitados, signos de posibles actitudes violentas, además de estrategias para intentar escapar de la cárcel-inferno de la amenaza y el miedo. Pero el evento, ese evento liberador, restaurador, iluminador para tantas mujeres que viven atrapadas entre el temor y la ignorancia, se tuvo que cancelar, porque justamente aquella tarde tuvo lugar en Sabana Yegua un mitin electoral multitudinario, y por encima de las miradas valientes de las mujeres reunidas se elevaba el rugido ensordecedor de decenas de motos que desfilaban en apoyo a un candidato político local. Masas de gentes gritando, música a todo volumen, discursos encendidos, que tapaban sin remedio, en otra metáfora inescapable, la voz de estas mujeres. Seguro que entre estas masas efervescentes se encontraban otras mujeres con vidas quebradas por hombres que confunden el amor con la propiedad, y la felicidad con la autocomplacencia, y que seguro  estaban también dentro de la masa anónima. Y estas mujeres aplaudían y gritaban entregadas a ilusiones ajenas y a las promesas convenientes de una política paternalista y amiguista. Ante la imposibilidad de poder mantener un diálogo a causa del ruido político de la calle, suspendimos la reunión.
 
Sin embargo, volveremos a convocarla: regresarán las mujeres, tendremos la charla y no dudamos que poco a poco, quizá muy lentamente, iremos logrando de que nuestra presencia de Iglesia en esta sociedad también ayude a reducir, y finalmente a eliminar, el horror de la violencia machista.  

 

 


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