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Sábado 19 Marzo 2022
Hoy se celebra la fiesta de San José, y aquí, en Ágora XXI, hemos querido recordar el día con este poema.

 

 

CUANDO NO SUEÑAS TUS SUEÑOS
 
 
¿Tú qué harías si supieras
que tus sueños no son tuyos?
¿Serían más ciertos,
aunque borraran los tuyos?
 
La noticia me parte el alma,
pero sé qué debo hacer:
mi sueño, abrasado por la rabia y el dolor.
Y, aunque duele el corazón,
sé que no se ha endurecido.  
 
De repente, un sueño raro…
y me dejo ir.
Y acá estoy… con ella.
Con ellos, al lado de mi lecho,
la mano del hombre en la mía.
 
Recordamos aquel tiempo, en el taller:
me miraba trabajar
(mi oficio elemental, que nos dio la dignidad
y el pan de cada día).
Y él, tan lleno de preguntas,
que yo me interrogaba
si en verdad él era Él.
Preguntaba sobre la vida…
¿Qué podía responderle?
 
Yo hubiese querido una vida más sencilla;
ese era mi sueño.
O eso pensaba entonces.
Y ahora, aquí estoy,
tan, tan lejos de aquel sueño.
Mi sueño interrumpido
por sueños que no eran míos.
 
Ahora acá acostado, sabiendo que llegó el final.
Me recordarán, dice,
por mi fe y mi humildad.
 
Y vuelvo al día en que huimos,
cuando se me dijo que dejase al lado el miedo.

Aunque no entienda, Señor,
haré todo lo que pueda.
Confiaré en ti, Señor.
Sé que siempre es lo mejor.
Porque estos sueños no son míos…
por la fe, confiaré
hasta el día en que muera…

Así te lo dije entonces,
que así sería hasta el fin.
 
Y ahora aquí estoy, Señor.
 
Mi hombrecito,
su mano en la mía,
y apenas ahora entiendo:
 
Que se han cumplido mis sueños.




Imagen: "St. Joseph and Baby Jesus", de Jason Jenicke. jasonjenicke.com

 

Viernes 11 Marzo 2022
 


A mediados del año pasado iniciamos un nuevo proyecto en la parroquia La Resurrección de Bogotá: el último jueves de cada mes preparamos, con un grupo de voluntarios, unos sesenta sándwiches, llenamos varios termos con aguapanela (agua caliente endulzada con panela de caña de azúcar) y salimos, de noche, a caminar por el barrio. A medida que nos vamos encontrando con habitantes de la calle y personas sin hogar que pasan la noche en la intemperie, les ofrecemos un vaso caliente de aguapanela y un sándwich, y dialogamos un rato con ellos. La mayoría son personas drogodependientes que han caído en el consumo de substancias psicoactivas, y esa es una de las razones por las que han terminado viviendo en la calle. Llamamos a esta iniciativa “la ruta del aguapanela”.

Nuestra tarea es, sencillamente, ir al encuentro de los habitantes de calle, ofrecerles el mínimo consuelo que representa un poco de comida y un saludo, y, con el tiempo, tal vez (en algunos casos en que la amistad creada lo permita) proponer un itinerario de rehabilitación, para aquellos que lo pidan.

La mayoría de los voluntarios que participan de esta actividad son adolescentes y jóvenes de la parroquia, y no hay duda de que esta iniciativa también tiene un componente educativo y pedagógico para ellos: se dan cuenta de la realidad de sus barrios, y pueden ver de primera mano los efectos devastadores que tienen las drogas en aquellos que caen presos de su hechizo.

Cada primer jueves, cuando terminamos la Ruta, estamos cansados: han sido dos o tres horas de subir y bajar por las calles empinadas de estos barrios del sur de Bogotá, cargando bolsas con comida y termos, con frío, a veces con lluvia… y, sin embargo, cada mes, el ambiente entre los que hemos compartido esta experiencia es fraterno y alegre: nadie se queja. Al contrario, hay una satisfacción sincera por haber invertido un poquito de nuestro tiempo acercándonos a los más marginados, a personas que para muchos no cuentan, y haber tratado de ser un signo de la presencia de la misericordia de Dios para ellos, así sea con un simple vasito de aguapanela caliente.


 

Jueves 24 Febrero 2022
 


Hay una trágica y amarga ironía en el hecho de que estalle una nueva guerra en el corazón de Europa (algo que a muchos ya nos parecía una imposibilidad) pocos días después de que en todas nuestras iglesias, el pasado domingo, oyéramos la radical propuesta de Jesús para terminar con la violencia.

La lectura del evangelio del séptimo domingo del tiempo ordinario, que celebrábamos hace apenas cuatro días, era el pasaje del capítulo sexto de Lucas en el que, justamente, Jesús nos invita a romper con el ciclo de la violencia (Lc 6, 27-38). Pidiéndonos que amemos al enemigo y pongamos la otra mejilla Jesús no nos está pidiendo que seamos flojos, ni pusilánimes, ni a dejarnos pisotear. No va por ahí la cosa. Lo que Jesús propone, por arduo que sea de llevar a la práctica, es el único camino posible hacia una paz sólida y duradera. Es el camino de la no-violencia que desarma, que desactiva la lógica de la guerra. No es rendición ni debilidad: de hecho, hay que ser muy valiente para poner la otra mejilla. Solo quien ha comprendido que la guerra es el peor de los males, que debe ser detenida como sea, será capaz de hacerlo.

Este espantoso «fracaso de la palabra» que es la guerra (así la definió Mark Twain) se abate hoy sobre Ucrania. La imagen de tanques y aviones cruzando una frontera europea e invadiendo una nación vecina y soberana es sobrecogedora. La tentación sería creer que la humanidad no avanza. Que siempre volvemos atrás. Que cuando parecía que habíamos entendido que la paz era un bien sagrado y que nada justifica la violencia, lo volvemos a olvidar.

Y, de repente, una noticia distinta a pie de página: el mismo día en que el ejército ruso invade la nación vecina, se convocan manifestaciones en contra de la guerra en más de cincuenta ciudades de Rusia. Hay más de 1.500 detenidos entre los que protestan.

Son valientes. Levantan la voz en contra del uso primitivo y espantoso de la fuerza por el que ha optado su gobierno.

Tal vez, a fin de cuentas, las palabras de Jesús no cayeron en saco roto. A la larga, solo ellas, solo la decisión inquebrantable de frenar la violencia amando al enemigo y presentado la otra mejilla, garantizarán la paz.


 

Viernes 28 Enero 2022



 
Uno de los problemas que enfrentamos aquí, en el suroeste de la República Dominicana, es ver la cantidad de familias que no tienen una vivienda digna. Muchas familias viven en casas construidas con hoja de lata, con maderas endebles o con la técnica del “vaciado” (un tipo de relleno de cemento muy rudimentario).
 
Estas familias sufren no solo la incomodidad que comporta habitar en este tipo de viviendas, sino que, sobre todo durante la temporada ciclónica, viven con el miedo de que sus débiles y frágiles casas se pierdan, y con ello sus pocas pertenecías.
 
Desde la Parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua ya hace mucho que llevamos a cabo un programa de mejoramiento de viviendas y construcción de casas para las familias más desfavorecidas. En concreto, durante el último año y medio, gracias a la generosidad de los feligreses de varias parroquias de Wisconsin, en los EE. UU. (St. Lucy y St. Sebastian en Racine, y la catedral de la Milwaukee) hemos tenido la alegría de haber podido construir ocho casas nuevas.
 
La selección de los beneficiarios de este proyecto nunca es fácil, y por eso evaluamos la situación y la historia de cada familia minuciosamente. Siempre damos prioridad a familias en las que haya alguna persona en situación de discapacidad, a familias monoparentales con varios hijos e hijas y a otras situaciones parecidas de extrema vulnerabilidad. Personalmente puedo decir que, aunque el proceso de selección sea difícil, también es una bendición conocer la historia y la realidad de las personas. Que tengan una buena vivienda es solo una ayuda dentro de las tantas necesidades que padecen, pero, ciertamente, vivir con dignidad cubre un derecho humano fundamental de las personas.
 
Rezamos para que en 2022 podamos entrar en contacto con más personas generosas que contribuyan a hacer realidad el sueño de muchas familias, aquí en República Dominicana, de tener un hogar digno.


 

Martes 18 Enero 2022
 

Era temprano en la mañana y yo iba con mi padre en la camioneta, para ayudarle en alguno de sus trabajos de jardinería. Nos dirigíamos hacia el este para empezar el día con los clientes en los barrios del norte de Milwaukee, en la orilla del lago Michigan. Salía el sol, y aunque todavía estaba yo medio dormido, pude apreciar que era un amanecer particularmente hermoso. Mi papá también lo notó. «Oh, mira eso», dijo. «En momentos como este me entran ganas de decir la oración de “Gloria al padre, y al hijo, y al Espíritu Santo”». Y, conociendo a mi papá, estoy seguro de que terminó la oración en voz alta, en ese mismo momento.
 
Quizás me uní a él, honestamente no lo recuerdo. Yo era un adolescente y, como dije, estaba medio dormido. Pero el concepto se me quedó grabado: que la oración, incluso usando una oración memorizada, puede ser espontánea y estar relacionada con el momento presente, y no estar limitada a momentos o lugares específicos. Con el tiempo, me di cuenta del aprecio de mi padre por la naturaleza, y cómo era una parte clave de su espiritualidad personal. En efecto, «a través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor» (Sab 13,5).[i] Hoy me refiero a tales experiencias, es decir, a instantes de sentir la presencia de Dios y a sentirme llamado a responder de alguna manera, como «momentos de Gloria al Padre».
 
Me di cuenta de lo importantes que son los momentos de Gloria en mi vida espiritual poco después de comenzar en mi primera parroquia, menos de un mes después de mi ordenación. Como uno esperaría de un sacerdote, la gente empezó a venir a hablar conmigo sobre la oración y su relación más amplia con Dios. Y ¡esperaban que yo tuviera algo que decir! Me encontré volviendo a los fundamentos espirituales de mi relación con Dios, y así comencé a compartir con ellos este concepto de los «momentos de Gloria».
 
Ahora, mientras escribo esto, no diría que soy un sacerdote experimentado (llevo ordenado 5 años y medio). Pero he trabajado en tres parroquias en tres países distintos. Y al tener este tipo de conversaciones con personas de diferentes lugares, niveles económicos y educación, culturas e idiomas, todavía me encuentro regresando a este concepto básico de los momentos de Gloria. No creo que sea por pereza; más bien me ha sorprendido la cantidad de personas que carecen de un sentido básico de conexión permanente con Dios, de ver su presencia como algo constante y activo en sus vidas. Me imagino que las palabras de Pablo les parecerán a muchos tan distantes como debieron sonar a la gente de Atenas: «él no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser» (Hechos 17, 27-28).
 
Por lo tanto, me ha parecido que reflexionar sobre los momentos de Gloria es una herramienta eficaz para ayudar a alguien en un momento difícil cuando Dios se siente lejos, o al comienzo de un período más profundo de dirección espiritual. Nos ayuda a centrarnos en los principios básicos de la espiritualidad (cristiana o de otro tipo), a llamar la atención al momento presente y la presencia de Dios en ese momento presente. Y este tipo de «toma de conciencia es una herramienta poderosa en la etapa inicial de la transformación espiritual»[ii].
 
Al comienzo del proceso, por lo general invito a la persona a implementar el simple ejercicio de decir tres “Glorias” a lo largo del día. El truco es decir uno después de experimentar algo que sea hermoso, bueno o enternecedor, y hacerlo de inmediato, en el momento. No hay que esperar a que sea algo inmenso, fabuloso, sino que puede ser tan básico como una deliciosa pizza, una puesta de sol o el abrazo de un nieto. Para algunos, esto puede parecer simple, pero he descubierto que para otros (como fue para mí) cambia profundamente su relación con Dios. Es un ejercicio intencional que luego se convierte en un hábito y, con suerte, le lleva a uno a cumplir la instrucción de Maestro Eckhart, el gran teólogo y místico medieval: «Sé en todas las cosas un buscador de Dios y en todo momento, uno que sale para encontrar a Dios, entre todo tipo de personas y en todo tipo de circunstancias».[iii]
 
Después de años de reflexión sobre mi experiencia con este concepto de “momentos de Gloria” en mi vida personal de oración y en la guía de otros, ahora encuentro que es un ejercicio que vale la pena explorar y promover. A través de una futura serie de reflexiones, aquí en el Blog Ágora XXI, mi objetivo es reflexionar sobre este ejercicio para explicarlo y ofrecer cómo tiene el potencial de conducir a una relación más profunda con Dios. Creo que este simple ejercicio, convertido en hábito, puede tener resultados importantes en nuestras vidas como personas de fe cristiana. Porque, como muchas cosas relacionadas con Dios, lo que parece simple a menudo tiene la mayor profundidad.
 
En futuras reflexiones comentaré cómo mantener una apertura habitual a los momentos de Gloria y responder de inmediato a ellos establece una comunicación regular, que es fundamental en nuestra relación con Dios (como en cualquier relación duradera). Además, nos hace conscientes de la presencia de Dios para ayudarnos en tiempos difíciles; se convierte en una actitud de gratitud que crea verdadera humildad; nos impulsa a enfrentar nuestro pecado y a luchar por la justicia. De esta forma, con el tiempo, este sencillo ejercicio puede conducir a la conversión del corazón y, de ahí, a la alegría y la misión.
 
Sé que esto parece que sea esperar mucho de la más corta de las oraciones de memorización básicas, pero lo que propongo es una herramienta, no un fin en sí mismo. Como herramienta, puede ayudarnos a enseñarnos a «andar por la fe, no por lo que vemos» (2 Cor 5, 7). Es caminar por la fe, entonces, que nos damos cuenta de cómo «el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás y en todo momento»[iv]. A lo cual respondo diciendo: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era un principio, ahora, y siempre, por los siglos de los siglos.
 
En cada reflexión de esta serie, les invitaré a participar en un ejercicio sencillo. No debería sorprenderles que en esta introducción le invite a lo siguiente:
 
Trate de identificar tres “momentos de Gloria” a lo largo de su día, todos los días.
Haz una pausa y reza el Gloria de inmediato, en este momento.


[i] Traducción de la cita de Sabiduria como se encuentra en Papa Francisco, Laudato Si, n.12.
[ii] Haase, Albert (OFM). 2014. Catching Fire, Becoming Flame: A guide for spiritual transformation. Brewster, Massachusetts. Paraclete Press. p. 21.  Albert Haase es un fraile franciscano quien ha escrito mucho sobre la espiritualidad cristiana. Traducción del autor.
[iii] Talks of Instruction, 22.  Como citado en Haase, p. 77. Traducción del autor.
[iv] Papa Francisco, Gaudete et Exsultate, n. 171.

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