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Martes 29 Junio 2021

Uno de los mayores mitos modernos es el del hombre que se hace a sí mismo. Desde el día en que nacemos, se nos dice que podemos hacer cualquier cosa y convertirnos en quien queramos por nuestro propio esfuerzo. Si vas a una librería (o en línea) hay toda una sección de libros dedicada a la superación personal. Títulos como “Siete Hábitos de Personas Exitosas” o “Domina tu Mente” están en todas partes hoy en día. Sin embargo, aunque quizás tengan buenas intenciones, estos conceptos son engañosos, ya que nadie puede crecer por sí mismo. La madurez y el desarrollo personal se consiguen mediante nuestra interacción con los demás, aunque sea de forma pasiva. La influencia de otras personas en nuestras vidas siempre es un factor que determina quiénes somos ahora y quiénes seremos en el futuro. Esto no socava el poder de la determinación y la autonomía que podemos tener para tomar nuestras propias decisiones, pero es arrogante pensar que nos "hacemos" nosotros mismos sólo por nuestras propias elecciones y que la interacción con los demás no cuenta.
 
Esto me hizo pensar en Pedro y Pablo, cuya fiesta celebramos hoy. Si alguna vez has estado en Roma en la Basílica de San Pedro, o si has visto una imagen de la fachada, verás las estatuas de Pedro y Pablo justo en la entrada. Son imágenes muy majestuosas, que aíslan a estos personajes de una rica historia de conversión que involucró a otras personas. Por mucho que Pedro y Pablo sean los pilares de nuestra Iglesia, ellos también pasaron por un proceso de cambio en el que otras personas influyeron directamente en su vocación. Dos claros ejemplos son Cornelio y Ananías. Su influencia sobre Pedro y Pablo nos recuerda que incluso para aquellos que se convierten en el fundamento de la Iglesia, se necesitaba la ayuda de otros.
 
Ambas historias, sobre la conversión de Pedro y Pablo, se encuentran en los capítulos nueve y diez de Hechos, y son notablemente paralelas. En el capítulo nueve encontramos la historia de la conversión de Pablo, con la que la mayoría de nosotros estamos familiarizados. Pablo, todavía llamado Saulo, se dirige a Damasco cuando tiene su encuentro con Jesús. Después de esto, pierde la vista y durante tres días espera en Damasco en la casa de un hombre llamado Judas. Mientras tanto, Ananías, a quien llaman discípulo, tiene una visión en la que el Señor le pide que vaya a buscar a Saulo. Ananías se muestra reacio porque sabe quién es Saulo. Pero el Señor insiste diciendo que Saulo ha sido destinado a convertirse en un instrumento para llevar el nombre de Jesús a los gentiles (Hechos 9, 10-16). Ananías va, impone las manos en Saulo y éste recupera la vista. Después, Pablo predicará que Jesús es el hijo de Dios.
 
Al final del capítulo nueve, que está dedicado principalmente a la conversión de Pablo, hay una introducción a Pedro, que lo ubica en Jafa en la casa de un hombre llamado Simón que es curtidor. (Hechos 9, 43). Este es un lugar curioso para que Pedro se quede, ya que un curtidor debería haber sido visto como una persona impura con respecto a las leyes de pureza judías. Un curtidor manipulaba constantemente cadáveres y pieles de animales muertos. Pero Lucas, el autor de Hechos, quiere que nos preparemos para lo que viene, poniendo a Pedro en relación con alguien que comparte su nombre judío pero que es visto como impuro. El siguiente capítulo nos presenta a Cornelio como un centurión romano devoto y que temía a Dios con toda su casa y que vivía en Cesarea. Un día, a las tres de la tarde, Cornelio tiene una visión en la que el Señor reafirma la devoción de Cornelio y le pide que busque a Simón Pedro que se aloja en la casa de Simón. Esto suena muy parecido a lo que le sucedió a Ananías en el capítulo nueve.
 
A continuación, Pedro tiene una visión en el techo de la casa donde se aloja. En la visión, Pedro ve los cielos abiertos y una gran sábana bajando al suelo por sus cuatro esquinas (Hechos 10, 11). La sábana contenía todo tipo de criaturas cuadrúpedas, reptiles y pájaros. Pedro ve tres veces bajar la sábana y una voz que le dice: "Levántate, Pedro, mata y come". Pero tres veces Pedro niega la oferta porque no debe comer nada impuro; pero la voz también responde tres veces: "Lo que Dios declara limpio, no lo llames profano". Pedro no sabe qué hacer con su visión, hasta el día siguiente, cuando llega a la casa de Cornelio y se da cuenta de que aunque era ilegal que judíos y gentiles se asociaran, no debería llamar profano o impuro a nadie. Después de esto, Pedro predica en la casa de Cornelio que Dios no muestra preferencia entre personas. Mientras hace esto, el Espíritu Santo desciende sobre todos los que están allí, en lo que parece un segundo Pentecostés, ya que los gentiles también comienzan a hablar en lenguas tal como lo hicieron los discípulos al comienzo del libro de los Hechos (uno puede commparar Hechos 2, 1- 4 y 10, 44-46ª, y ver las semejanzas).
 
Podemos ver elementos similares y sorprendentes en estas historias. Tanto Pedro como Pablo tienen visiones y se quedan como invitados en la casa de una persona cuyo nombre / profesión es importante para su experiencia de conversión. Además, para ambos hombres la misión a los gentiles está ligada a su experiencia de conversión. Pero el paralelo más interesante es la intervención de Cornelio y Ananías. Cuando Dios llama a Cornelio y Ananías, se les llama por su propio nombre y tienen una instrucción específica. Ambos son cruciales para ayudar a Pedro y Pablo a comprender que Dios no muestra parcialidad. Podemos considerar a Pedro y Pablo como los discípulos que están en la base de nuestra Iglesia, pero tenemos que reconocer que no llegaron a ese punto por sí mismos. Cornelio y Ananías, a través de la intervención de Dios, fueron fundamentales para que tanto Pedro como Pablo pudieran entender la misión que Dios les dio.
 
La experiencia de la conversión y crecimiento personal no es un asunto meramente personal; todos necesitamos personas como Cornelio y Ananías que nos ayuden a ver y crecer. Estos dos hombres son enviados por Dios para ayudar a cumplir la misión que desde el principio les fue encomendada a los apóstoles de anunciar el Evangelio a todos. Incluso Pedro y Pablo, los dos pilares de la Iglesia que celebramos hoy, requirieron la ayuda de otros para convertirse en mejores discípulos.


 

Martes 8 Junio 2021
 


Uno de los grandes signos proféticos del papa san Juan XXIII durante su pontificado, fue su visita a los presos de la cárcel Regina Coeli en Roma. Con la humildad que lo caracterizó, Juan XIII se presentó ante los presos como “Juan, vuestro hermano. Como vosotros no podéis ir a verme, he decidido venir a veros.” La visita del “Papa Bueno” no solo llenó de esperanza a los presos de la cárcel Regina Coeli, sino a todos los presos del mundo, quien empezaron a llamar al Santo Padre “nuestro hermano Juan”.
 
Creo que la pastoral penitenciaria es uno de los secretos mejor guardados de la labor pastoral y social que realiza la Iglesia. Tal vez porque a veces es difícil dar a conocer todo el consuelo y ánimo y apoyo que se da a los presos en medio de situaciones muy tristes y difíciles.
 
Hace poco cumplí diez años de ordenación sacerdotal, y, por la gracia de Dios, en los últimos cinco años he tenido la bendición de poder visitar a los presos. Durante cuatro años estuve yendo cada miércoles a la prisión federal de Sturtevant, Wisconsin, en los EE. UU. Y desde hace un año he estado visitando cada quince días la prisión del Km. 15 de Azua, aquí en República Dominicana.
 
Un buen amigo me preguntó: ¿Y qué hace un sacerdote durante las visitas a las cárceles? Le respondí: “Dar esperanza a los presos.” Creo que esa es nuestra labor, dar esperanza a una población desesperada, ya sea por las culpas que llevan encima, por las dificultades del lugar, por la soledad, por la falta de atención médica, por el hambre que pueden llegar a pasar o por el abandono de sus familiares y amigos.
 
Durante mis años de formación nunca pensé que terminaría haciendo pastoral penitenciaria, y mucho menos que esta sería una bendición en mi ministerio. Rezo para que nunca nos olvidemos de todas aquellas personas que se encuentran privadas de libertad, y que, en la medida de lo posible, sepamos darles esperanza. No es tarea fácil, pero Dios siempre nos da la gracia, los recursos, y las personas que se necesitan para llevar esperanza a los presos.
 
“No se preocupen, la esperanza es para todos. También para ustedes” dijo Juan XXIII a los presos de la cárcel Regina Coeli.


 

Miércoles 2 Junio 2021
 

El pasado 1 de mayo, el equipo y todos los niños y adolescentes de Casa San José festejamos el aniversario número 17 de nuestra casa. Estamos muy orgullosos de estos diecisiete años que llevamos sirviendo a la población más vulnerable, buscando todos los días que los niños y adolescentes acogidos en nuestra casa recuperen el derecho a vivir en familia.
 
En todos estos años hemos contactado con más de 5.500 niños en las calles de Cochabamba y hemos atendido en la casa a más de 2.200 muchachos. De todos estos más de 1.100 regresaron a sus hogares y un número importante fueron transferidos a otras instituciones. El Gobierno de Bolivia, en este año 2021, nos ha entregado un reconocimiento que reza así: “Por su destacada labor en favor y velando por el desarrollo integral de niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad, brindando apoyo, cobijo, alimento, atención y sobre todo respeto a los derechos y dignidad de las personas, por su vocación de servicio y aporte al desarrollo humano en el departamento de Cochabamba, Bolivia, con un valor invaluable.” Este reconocimiento nos honra, pero mucho más el recuerdo de cada uno de los niños, hijos queridos de Dios a quienes hemos conocido. Nos llena de alegría y orgullo haber compartido y haber aportado un cambio a muchas de sus vidas, ayudando a que hayan retornado a sus familias o se hayan incorporado a otras instituciones educativas. ¡El trabajo con todos ellos ha valido la pena, y seguimos adelante!


 

Domingo 23 Mayo 2021
 

Que la metáfora de la venida del Espíritu Santo sea un ruido y viento por toda la casa y luego unas lenguas de fuego descendiendo sobre cada uno de los reunidos resuelve una peligrosa dicotomía, a saber, si el Espíritu Santo es una realidad comunitaria y global o si acaso es una experiencia personal y en cierto modo intransferible.

Qué duda cabe que la experiencia del Espíritu Santo es un llamado a la motivación interior, a la búsqueda incansable de entusiasmo y a estar siempre con una mentalidad en salida, a encontrarnos con aquellos que son distintos, que hablan diferentes “lenguas” que la nuestra. En este sentido hay que remarcar que las lenguas de fuego se posaron en cada uno de los presentes en la sala. El Espíritu Santo tiene que tocarnos el corazón.

Pero declararse de forma individual como poseedor del Espíritu, en contraposición a todos aquellos que no lo tienen, no deja de ser un reclamo peligroso que lleva fácilmente a la intolerancia y la arrogancia. El requisito indispensable para la llegada del Espíritu es estar reunidos. Es en toda la casa que el Espíritu aparece, y solo luego desciende a cada uno de los discípulos.

El Espíritu Santo es una experiencia colectiva de toda la iglesia, e incluso fuera de ella. Pentecostés es una fiesta comunal. Un compromiso personal, sí, pero que nos lleva a ser una Iglesia abierta. Abierta a los que no son como nosotros. El Espíritu transforma la iglesia para que se haga entender, y no pretende que los demás hagan el esfuerzo para adaptarse a su lenguaje, sino que es ella la que habla en las lenguas del mundo.

El Espíritu Santo irrumpe en la Ilesia, y la llena toda, y nos inspira a cada uno de nosotros para hacernos cercanos a los demás, para hacernos prójimos y así podamos ser testimonios del amor de Jesús.


 

Viernes 14 Mayo 2021
 

Actualmente vivo y trabajo con el P. Martí Colom (compañero de la CSP) en la Parroquia La Resurrección de Bogotá, Colombia. La parroquia atiende tres barrios de clase trabajadora, en el sur de la ciudad. De los seis estratos socioeconómicos en los que se divide Bogotá, nuestra área es el Estado 2, "Bajo".
 
Cuando llegué a la parroquia en octubre del año pasado, Martí me dijo que muchos de los feligreses habían sufrido muchísimo, económicamente hablando, por la pandemia y que era duro ver venir a tantas personas a pedir comida, que antes jamás lo habían hecho.
 
La observación de Martí fue confirmada recientemente por datos publicados por el gobierno colombiano. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (“DANE”) publicó un informe llamativo y preocupante sobre el crecimiento de la pobreza en el país durante 2020.[1] Se centra en lo que denomina “Pobreza Monetaria”, basándose en los ingresos de un hogar. Aunque esto solo representa una métrica, los datos del informe sirven para mostrar cómo la situación de la pobreza en Bogotá empeoró mucho durante el primer año de la pandemia de la COVID-19, especialmente con respecto a aquellos que pasaron de ser “pobres” a “extremadamente pobres”.
 
La medida básica que establece las líneas de pobreza y pobreza extrema se calcula con valores monetarios utilizando el ingreso del hogar, per cápita y el costo de una “canasta básica de alimentos”.[2] La definición de la línea de pobreza extrema se centra en la estimación del costo de mantener del consumo diario de 2.100 calorías por persona. Y el valor establecido para la línea de pobreza incluye la estimación de algunas otras necesidades y servicios básicos. Ambos valores están ajustados por el costo de vida en las diferentes áreas del país.
 
Para el país en su totalidad, el informe del DANE calculó la línea de pobreza en alrededor de $ 90 USD, por persona, por mes.[3]  Es importante recordar que esto es per cápita, lo que significa que es la suma del ingreso total de un hogar, dividido por el número de personas que viven en él. Por ejemplo, en un hogar de cinco, donde ambos adultos trabajan y cada uno gana $200 por mes, por un total de $400, el ingreso per cápita del hogar es de $80 y, por lo tanto, ese hogar cae por debajo de la línea de pobreza. Debido al mayor costo de vida en la ciudad capital, la línea de pobreza se fijó en Bogotá en $123 USD por persona, que es un poco más de $492 USD para una familia de cuatro, por mes.[4]    
 
El informe define la pobreza extrema para los que viven en Bogotá como los que viven por mes con $48 USD por persona, o $192 USD para una familia de cuatro.[5] Para tener contexto, el salario mínimo legal establecido por el gobierno en 2020 fue de $ 237 por mes.[6] Eso significa que, en un hogar de dos personas, en Bogotá, si una de ellas trabaja y gana un salario mínimo, esa familia ya está por debajo de la línea de pobreza. Y en el caso de un hogar de cinco, con una persona que gana el salario mínimo, se les considera extremadamente pobres.
 
Habiendo visto cómo las líneas de pobreza son definidas por el DANE, veamos ahora cuántas personas fueron identificadas como pobres o extremadamente pobres por el gobierno en 2020, en comparación con 2019.
 
Comparando 2020 con 2019, según el DANE, hubo un aumento de 6.8% más de la población por debajo de la línea de pobreza (desde 35.7% hasta 42.5%). En cuanto a la pobreza extrema, un 5,5% más de la población se encontraba por debajo de la línea establecida (del 9,6% al 15,1%). Eso significa que, a nivel nacional, comparando 2020 con 2019, hubo 3.5 millones más de personas que cayeron por debajo de la línea de pobreza y 2.8 millones más que ingresaron en la pobreza extrema. Según estos números, en 2020 se consideraba más de 21 millones de personas en Colombia como pobres, y de estos, más de 7,5 millones eran extremadamente pobres, que significa que tienen apenas para comer.
 
Del aumento en el número de pobres del país en 2020, casi un tercio fue en Bogotá (31,3%). Según el DANE había 2.246.851 personas viviendo por debajo de la línea de pobreza en Bogotá en 2019, y en 2020 hubo un aumento de 1.110.734 más. ¡Eso representa un aumento del 49,4% en solo un año! El crecimiento de la población en la ciudad no puede explicar un aumento tan grande.
 
Los datos son más dramáticos cuando miramos a la población que cae por debajo de la línea de pobreza extrema. Según el DANE, en 2019 había 344,591 personas en Bogotá viviendo en extrema pobreza. En 2020, hubo 1.108.836. ¡Es decir, un aumento de 764,245 personas más, o 222%! Utilizando la población estimada en 2020 de la ciudad de 10,978,000, esto significa que más del 10% de las personas que viven en Bogotá se definen como extremadamente pobres.[7]
 
Gran parte del aumento de los identificados como extremadamente pobres son seguramente (pero no necesariamente) aquellos que han pasado de pobres a extremadamente pobres. El informe del DANE identifica evidencia anecdótica de muchos hogares que pasaron de tener ingresos limitados a ningún ingreso en su totalidad. Esto es representativo de muchas de las familias de la Parroquia La Resurrección. Antes eran "pobres", pero ahora están luchando por tener suficiente para comer.
 
De hecho, si comparamos el aumento de los considerados extremadamente pobres en Bogotá con el total del país, vemos que los bogotanos se han visto particularmente afectados por la pandemia. Bogotá representa el 27,5% del aumento de los considerados extremadamente pobres en el país. Pero lo que es particularmente revelador es ver cómo el aumento en Bogotá se compara con el aumento en el país. A nivel nacional, el número total de personas consideradas extremadamente pobres aumentó en un 59,3%, un dato que es en sí sobrecogedor y doloroso. Sin embargo, cuando se compara con el aumento del 222% de los considerados extremadamente pobres en Bogotá, muestra que las familias de menores ingresos de la ciudad capital se han visto especialmente afectadas por las consecuencias económicas de la pandemia.
 
Este aumento de la pobreza ha provocado un aumento de la desigualdad dentro de Colombia. Una de las medidas de desigualdad dentro de una población también considera los ingresos. El estándar internacional utilizado para esto es un índice denominado el coeficiente de Gini. Un coeficiente de Gini del 0% representa la igualdad perfecta de ingresos, hipotética, dentro de una población. Todo lo que esté por encima de 0% representa qué tan lejos está una población de esta igualdad de ingresos. El DANE informa que el coeficiente de Gini para Colombia fue del 54,4% en 2020, un salto significativo de solo un año desde el 52,6% en 2019.[8] Esto posiblemente sitúe Colombia en el nivel más alto de América Latina de la desigualdad de ingreso, y sin duda es uno de los más altos del mundo.[9]  Para darnos un poco de contexto, podemos compararlo con las estimaciones del Banco Mundial para EE. UU. En 2018 con un coeficiente del 41,4%, República Dominicana en 2019 con un coeficiente del 41,9% o España con un 34,7% en 2018.
 
En resumen, los datos oficiales del gobierno colombiano confirman lo que hemos visto y escuchado de nuestros feligreses con respecto a sus estrecheces económicas como resultado de la pandemia. También sirve para entender la situación actual del país, que ahora lleva más de dos semanas con protestas, en las que se exige al gobierno una gama de reformas fundamentales. Algunos de los números el reporte del DANE son hombres, mujeres y niños que conocemos por su nombre aquí en La Resurrección. Son familias que acuden a nuestra puerta a pedir comida, y que ofrecen intenciones en nuestras misas por un empleo digno. A través de la parroquia y los programas de CSP, hacemos lo que podemos para ayudarles y brindarles esperanza en estos tiempos difíciles. Y nos unimos a nuestros feligreses en sus oraciones por el empleo y más oportunidades que les permitan romper los ciclos de la pobreza. Colombia tiene por delante un largo camino para lograr la recuperación de su economía. Que sea, también, el camino hacia un futuro más justo y pacífico.


 
[1] DANE. 29 abril de 2021. Pobreza Monetaria en Colombia: Resultados 2020.  https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2020/Presentacion-pobreza-monetaria_2020.pdf. https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2020/Comunicado-pobreza-monetaria_2020.pdf. Last accessed 11 May 2021.
[2] El concepto de “canasta básica” de alimentos para sostener a una familia es una media común para calcular la línea de pobreza. El DANE utiliza la definición de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de la ONU.
[3] $331,688 pesos Colombianos (COP) per capita. Para nuestro propósito acá, utilizo un promedio del cambio del 2020 de 3,700 COP a 1 USD.
[4] $455,030 COP, por persona, por mes.
[5] $178,607 COP, por persona.
[6]$877,803 COP. No incluyo acá la cantidad extra para el transporte, porque hasta si aplicara en un supuesto caso, se supone que sería gastado en el trasporte del empleado, y no contar como entrada en el hogar. Del Decreto No. 2360 del 2019.
[7] Hay hasta un 20% de la ciudad que se considera “pobre”, con un total de casi 31% de su población que se encuentra debajo de la línea de pobreza.  
[8] Según el Banco Mundial, en términos del coeficiente de Gini, Colombia llegó a su punto más desigual con un 58.7% in 2000 y menos desigual en 2017 con un 49.7%.  El Banco Mundial calculó Colombia con un 51.3% en el 2019, lo cual significaría un salto aún más drástico en el 2020. 
[9] Utilizo los datos más reciente del Banco Mundial, que 
todavía no muestra en el efecto de la pandemia. https://data.worldbank.org/indicator/SI.POV.GINI.

 

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