La Resurrección es vida nueva, creación nueva, renacimiento, transformación; es alegría, gozo, paz interior, felicidad profunda.
Quizá no buscamos estas metas a través de un camino derecho, lineal, sino de forma cíclica, transportados por el oleaje de la vida. Avanzamos paso a paso, no sin traspiés y retrocesos, quizás dando unos cuantos rodeos, como siguiendo una lenta espiral, pero lo hacemos abrazados a la cruz. Esa cruz personal, esas limitaciones de las que somos conscientes, esos egoísmos encubiertos, esas envidias y perezas que traicionan nuestros elevados fines; hay que cargar esas cruces, no hay remedio, como dice el evangelio; tomar la cruz y no mirar atrás, pero una clave de las cruces es la aceptación, el abrazo, la acogida de todo aquello que se nos hace difícil de esas cargas pesadas. Aceptar lo ridículos que podemos llegar a ser, aceptar los engaños en los que nos enredamos como araña en su tela, aceptar la enfermedad que nos revela más humanos y frágiles, aceptar la dependencia de los demás para tantas y tantas cosas… y aceptar y acoger la imperfección del mundo, de la humanidad libre que Dios creó, con todas sus miserias y sus vanidades, capaz de las cosas más bellas y de las mayores atrocidades.
Una vez aceptado todo esto, una vez abrazadas todas las cruces, con la fuerza de Dios, con su gracia, le echamos una mano al Padre en su trabajo, como sus hijos que somos queridos, como sus manos, sus pies y sus ojos. Allá donde podemos hacernos más cercanos a su hijo Jesús en nuestras actitudes, en nuestra ternura, en nuestra aceptación indiscriminada de los demás… allá donde podemos hacernos más cercanos a Jesús en su lucha contra la injusticia, contra los mercaderes del templo, contra la hipocresía de los fariseos, contra la indiferencia del levita y el sacerdote hacia el caído... allá donde podemos hacernos más cercanos a Jesús que ora en el huerto, pidiendo la voluntad de Dios y no la nuestra...
Es ahí donde descubrimos el gozo de la Resurrección, donde reemprendemos el vuelo, donde nace la esperanza, donde reina la solidaridad; es ahí donde crece la alegría profunda, donde se acaba el miedo y renace el amor ¡Es ahí donde vivimos la fiesta de la Resurrección!