A principios de 2017 el centro educativo Saint Lucy Parish School de Racine (Wisconsin) organizó un concurso de monedas para recaudar fondos para lápices y material escolar para la Parroquia La Sagrada Familia en la República Dominicana. Gracias a los pequeños la campaña recaudó con éxito un total de 1.500 USD.
Cada mes de agosto inicia el nuevo curso escolar en la República Dominicana y muchas familias tienen dificultades para sufragar los gastos del material escolar y los uniformes de sus hijos. Algunas familias pasan tanto apuro que los muchachos incluso empiezan el curso más tarde, cuando finalmente han podido comprar todo lo necesario. Con la ayuda de Saint Lucy Parish School, la Parroquia La Sagrada Familia ha podido distribuir libretas, lápices y uniformes a muchos niños. Desde aquí queremos transmitir el agradecimiento de los niños dominicanos a los estudiantes de Saint Lucy. ¡Ahora ya pueden empezar la escuela!
La CSP inicia un nuevo programa de atención a la tercera edad en el barrio El Pesebre de la capital colombiana
Como ya informamos en este blog en su día, el pasado mes de julio de 2016 la Comunidad de San Pablo puso en marcha un programa de refuerzo escolar para niños del barrio El Pesebre de Bogotá. Dicho programa (cuyo doble objetivo es fortalecer académicamente a niños de 8 a 12 años que necesitan ayuda con sus estudios, y a la vez ofrecer un espacio seguro donde puedan ir por las tardes, y evitar así que por estar en la calle caigan en el consumo de estupefacientes) se está desarrollando con toda normalidad desde entonces. Lo que no esperábamos es que tal actividad tuviese un “efecto llamada” que nos llevase a comenzar otro programa: al ver que los locales de la parroquia La Resurrección del barrio se abrían varias tardes por semana para las clases de los niños, algunos ancianos se nos acercaron con una petición muy simple: «–¿Y a nosotros, no nos pueden dar clases también?»
Resulta que varios abuelos y abuelas del sector, que nacieron en departamentos rurales del país y se trasladaron hace muchas décadas a la capital, han tenido una larga vida de duro trabajo que nunca les ha dejado tiempo para su formación intelectual. Algunos son completamente analfabetos, otros saben leer y escribir, pero de manera deficiente, y no tienen demasiados conocimientos de matemática, cultura general, etc.
Buscamos una maestra del mismo barrio que estuviese dispuesta a llevar a cabo esta labor, y a principios de marzo abrimos nuestro nuevo Programa Educativo para el Adulto Mayor. Funciona los sábados por la mañana, y se han apuntado ya una docena de abuelas (¡ellas parecen más interesadas en el asunto!) y un abuelo. No dejan de asistir ni un sábado y son aplicadísimos (de hecho, se toman las tareas y el estudio con mucha seriedad). Es una verdadera alegría verlos semana tras semana, sentados en sus pupitres y estudiando todo lo que, cuando eran niños y jóvenes, no tuvieron la oportunidad de aprender.
Un autobús para 23 estudiantes facilita que jóvenes de Totora Pampa (Bolivia) estudien sin impedimentos
Desde hace un tiempo, el camino a su escuela es más corto: estudiantes de Totora Pampa, en el altiplano de Cochabamba, que hasta hace unos meses tardaban dos horas andando de sus hogares a sus aulas, ¡ahora solo tardan 30 minutos en llegar! Se trata de jóvenes que únicamente podían acceder a la escuela secundaria con este gran esfuerzo, haciendo una caminata insegura y cansada, de diez kilómetros de ida y diez de regreso a 3.500 metros de altura, especialmente peligrosa para las muchachas. En el duro clima de la zona, hasta un simple resfriado dificultaba la caminata de los jóvenes hacia la escuela secundaria.
Para hacer frente a esta problemática hablamos con la comunidad de la posibilidad de contratar un autobús que realizara dicho trayecto, y este sueño se logró: se consiguió la contratación de un autobús para 23 estudiantes, al que cada familia aporta su cuota. Gracias a este servicio, ahora los muchachos pueden llegar con comodidad y seguridad a la escuela. Asimismo, pueden ahorrar mucho tiempo para dedicarlo al estudio o a otras labores domésticas, siempre necesarias en familias donde cada mano cuenta. A la escuela, sí… ¡pero en autobús, por favor!
La Comunidad de San Pablo abre una sala de refuerzo escolar en el barrio Pesebre de Bogotá
Desde el pasado mes de enero, miembros de la Comunidad de San Pablo trabajamos en la parroquia La Resurrección, ubicada en el sur de Bogotá. El territorio parroquial comprende los barrios La Resurrección, Granjas de San Pablo y Pesebre: se trata de sectores populares de la capital colombiana, de clase trabajadora, mayoritariamente de estrato 2 en la clasificación socioeconómica de la ciudad de Bogotá (que cataloga los barrios de la ciudad de 1 a 6, siendo 1 el de menos recursos y 6 el más acomodado).
Estos sectores enfrentan una notable variedad de retos, desde el hacinamiento de personas en viviendas de poca calidad a las dificultades de las familias por obtener buenos servicios de salud, desde las pocas oportunidades laborales para los jóvenes a la situación de abandono de muchos ancianos… sin embargo, escuchando en diversos encuentros y reuniones a la población de estos barrios, pronto hemos comprobado que un problema preocupa a sus habitantes más que ningún otro: la inseguridad que se vive en sus calles, directamente relacionada con el consumo de substancias estupefacientes por parte de muchos jóvenes, que delinquen para obtener recursos para luego poder consumir drogas. La drogodependencia (a su vez vinculada, obviamente, a la falta de oportunidades que enfrentan aquí muchos jóvenes) es una auténtica epidemia en estos barrios, en los que todo el mundo reconoce la presencia de varias “ollas” (puntos de venta de droga a través de los cuales las redes del narcotráfico distribuyen su producto en las calles de la capital).
Muchas personas nos han hablado de un nuevo y dramático motivo de preocupación: el aumento del consumo de droga entre niños de edades cada vez más tempranas. Si hace unos años los que caían en la drogodependencia eran generalmente jóvenes de dieciséis años para arriba, la necesidad por parte del narcotráfico de ir expandiendo la venta de estas substancias ha hecho que ahora sea común que niños y niñas de nueve, diez y once años ya empiecen a consumirlas.
Sin dejar de reconocer la magnitud del problema y que todos nuestros esfuerzos serán tan sólo una gota de agua en medio de un océano de tremendas proporciones, nos planteamos qué hacer para ayudar, ni que sea de forma muy modesta, a frenar esta tendencia. Y nos propusimos ofrecer clases de refuerzo escolar, por las tardes, en los locales de la parroquia del barrio Pesebre. Empezamos a finales de julio: quince niños de entre 8 y 12 años se inscribieron el primer día, y esperamos que esta labor vaya creciendo. Parte del problema es que muchos niños que van al colegio por la mañana, cuando llegan a sus hogares a las dos o tres de la tarde se encuentran que sus padres no están, pues trabajan —muchos hasta tarde en la noche. Esos niños, entonces, no tienen a nadie que les ayude a hacer sus tareas escolares ni que les impida salir y deambular por las calles hasta el anochecer, lo cual, obviamente, facilita que acaben cayendo en las redes del consumo. Nuestra propuesta es muy simple: ofrecer un espacio en el que estos niños puedan llegar al salir del colegio, y donde se les ayude a avanzar en sus estudios, con refuerzo escolar y sala de tareas, y de ese modo, quizá, evitar que la drogodependencia se adueñe de sus vidas. Acabamos de empezar. ¡Ojalá sea un proyecto de larga duración que dé sus frutos!
"Soy Isabela, residente de quinto año de medicina. Estoy convencida de que hay otro camino y de que el mundo está cambiando para mejor". Así empieza el relato de Isabela Gómez, publicado recientemente en Planeta Futuro, del periódico El País, sobre su experiencia en nuestros proyectos en la República Dominicana. Os invitamos a leerlo, ¡vale la pena!
http://elpais.com/elpais/2016/08/03/planeta_futuro/1470242035_610944.html
Dolores Puértolas
Las carencias educativas, afectivas, sociales y económicas que se experimentan en muchos núcleos familiares son como uno de esos ovillos tan enredados que no hay quien sepa por dónde empezar a estirar del hilo para, entonces, poderlos deshacer. A veces se empieza a estirar y encontramos un gran nudo imposible de desenredar, y hay que buscar la otra punta del hilo e intentar por ahí.
Ricardo es un muchacho de sonrisa agradable y actitud tranquila a quien conocemos desde hace muchos años. Cuando era pequeñito acudía a la parroquia de La Sagrada Familia, en Sabana Yegua, que está a cargo de la Comunidad de San Pablo desde el 2003. Allí, con sus amigos, ayudaba en lo que hiciera falta: participando de grupos juveniles, colaborando en el huerto, barriendo, lavando el coche, cualquier cosa con tal de estar con los amigos haciendo algo, y, por qué no, si había algún plato de comida sobrante, aceptarlo de buena gana.
De una familia numerosa, en la que falta el trabajo y abundan los problemas, él se alejaba cada día de su barrio y de posibles amistades conflictivas, ocupando su tiempo sobrante después de la escuela en actividades variadas, también acompañando los curas a sus celebraciones por todo el territorio parroquial. Los sacerdotes, viendo su inteligencia, obtuvieron los recursos para que iniciara la secundaria en un buen colegio de Azua, la capital de provincia. Pero no funcionó. Quizás la distancia vital entre los demás compañeros, procedentes de familias acomodadas, y él era demasiado grande para lograr un buen encaje. Se desanimó y dejó el colegio. Sintió que le había fallado a “los padres”, por lo que se alejó durante un tiempo.
Tras reencontrarlo, lo animamos a proseguir los estudios en la escuela secundaria del pueblo. Todos sabíamos que el nivel no era el mismo, pero no había que insistir en algo que no había funcionado una vez.
Hace casi dos años nos visitó una voluntaria de España durante unas semanas, y quedó “tocada” por las muchas necesidades, decidiendo colaborar con varias becas educativas. En su estancia dio clases de inglés a los muchachos, y allí conoció a Ricardo. Era un estudiante sobresaliente y nos dijo que le gustaría continuar con el inglés, por lo que, junto a nuestra amiga, que pagaría la beca, propusimos que los fines de semana fuera a una academia a seguir un curso de inglés.
Actualmente está en el último nivel del curso intensivo de inglés y le va muy bien. En el mes de enero pasó una semana traduciendo durante la campaña oftalmológica que realiza un equipo de médicos que viene cada año de los EE.UU. Posteriormente tuvimos a una voluntaria de ese mismo país dando clases de inglés durante un par de meses y Ricardo estuvo de asistente. Cuando la voluntaria se marchó los estudiantes le pidieron a Ricardo continuar las clases y nosotros lo animamos a que lo hiciera. Duró unos meses impartiendo el curso de inglés a niños y adultos de la comunidad, que no dejaban de sorprenderse del cambio de este muchacho que no hace tanto rondaba por la parroquia ayudando en el huerto y jugando con sus amigos. Sus conocimientos de inglés y su seguridad dando clases son un aliciente para cualquiera que quiera superarse.
Y más recientemente, Ricardo ha dado el paso siguiente: el salto a la universidad. Es siempre un paso tremendamente difícil, pues incluye cambiar de ciudad, irse lejos, buscar alojamiento, estudios, y sobre todo el reto económico que supone. Muchos jóvenes sueñan con la universidad y cuando acaban la secundaria se topan con la realidad de lo prácticamente imposible que es ese paso. En el caso de Ricardo, nuestra amiga le está apoyando. Ojalá sigamos encontrando a muchas personas que nos ayuden en el programa de becas, pues de alguna manera es como ir desenredando ovillos y el hilo que estiramos es el estudiante becado: cuando mejore su vida, mejorará la de su familia. ¡Muchos jóvenes esperan esta oportunidad!
El día 29 de abril tuvo lugar la inauguración del acueducto de la comunidad rural Km. 8 (barrio San Antonio) y de la cancha de baloncesto de la comunidad Km. 7 (en Azua, República Dominicana).
Con estas dos últimas infraestructuras completadas finalizó un proyecto que ha durado casi tres años, realizado con la colaboración de la Parroquia La Sagrada Familia, al cargo de la Comunidad de San Pablo, y las organizaciones FUNDASEP (de la República Dominicana), Manos Unidas y Nuevos Caminos (estas dos últimas de España).
El proyecto beneficia a más de 2.000 personas, con componentes educativos, de salud, de generación de ingresos y en especial de infraestructuras, como la cancha de baloncesto y los dos acueductos comunitarios que se han podido construir, en Cañada de Piedra-Altagracia y en el Km. 8.
Se acabó el tener que sufrir la escasez de agua y el transporte a pie, cargando bidones por largas distancias bajo el sol. Ahora el agua está en cada casa gracias al esfuerzo de muchos, en especial de las comunidades participantes.
La celebración de fin de proyecto tuvo cantos, baile, discursos, bendiciones, comida y sobre todo mucha alegría. ¡Gracias a todos los que participaron y colaboraron las vidas de muchas personas han mejorado significativamente!
En el alejado pueblo de Barrera (Azua, República Dominicana), donde los hombres subsisten de la pesca, la quema de carbón y poca agricultura, muchas mujeres intentan ayudar, a menudo en vano, a la economía familiar.
Hace ya varios años empezamos a dar apoyo con becas, en especial para jóvenes madres de familia que querían mejorar sus vidas y las de sus hijos. Hasta el momento ya han estudiado una carrera universitaria diez mujeres de esa comunidad; tenemos educadoras, enfermeras, contables...
En este curso pasado, y con la colaboración de la Fundación Maite Iglesias Baciana (de España), Yudamaris y Yomaira Méndez, licenciadas en enfermería, pudieron realizar un diplomado en habilitación docente en la Universidad Católica de Santo Domingo. Ya terminaron hace unos meses y Yomaira consiguió una plaza como educadora en la escuela secundaria de su localidad. En Barrera, debido al esfuerzo del gobierno en ampliar la jornada escolar, se construyó una escuela primaria nueva, que tiene clases durante siete horas (a diferencia de cuatro horas antes) y la antigua escuela primaria es ahora secundaria. Antes los jóvenes del pueblo tenían que desplazarse a otras comunidades para cursar secundaria, con enormes dificultades de transporte. Como el gobierno necesita muchos docentes por el nuevo plan educativo de tanda extendida, las dos hermanas, licenciadas en enfermería, decidieron realizar el diplomado de habilitación docente y pasar al sector educativo para conseguir un trabajo. Yomaira ya lo ha conseguido y esperamos que Yudamaris lo haga pronto.
Encontramos a Yomaira hace unos días en una reunión para iniciar microcréditos con mujeres de su pueblo. Ella sigue con el botiquín de la comunidad, que es un proyecto de la parroquia, y nos mostró muy contenta y agradecida su título (como puede verse en la foto adjunta). ¡Yomaira, muchas felicidades!
En el Día Internacional de la Mujer queremos compartir la historia de esta mujer de la zona rural de Cochabamba.
Llevar años en un lugar, compartiendo con sus gentes y acompañando sus procesos personales, nos ofrece sus regalos. Deysi Rosa es un regalo así: la conocimos cuando tenía apenas tres años y justo habíamos llegado a la comunidad de Totora Pampa (Cochabamba, Bolivia). Deysi, la segunda de cinco hermanas, siempre fue tímida, responsable, trabajadora y dotada de una gran fuerza interior. Sin embargo, el ambiente familiar en el que vivía no le auguraba éxitos. Su hermana mayor tenía 20 años y ya estaba criando dos hijos; su hermana menor no quería estudiar porque sus planes eran buscarse un marido “ahora que estoy joven”.
Pero ella tenía ese “algo” impreciso que palpita en algunas personas y que enseguida te hace pensar que pueden mejorar sus vidas, que no se resignan a aceptar un destino sombrío. Durante años vimos el empeño y las ganas que Deisy Rosa puso en sus estudios a pesar de que la mayoría de sus compañeras iban abandonando las aulas y formando familias. Cuando le preguntábamos qué quería de su vida, adoptaba una postura firme, a pesar de su timidez, y nos contaba que le gustaría lograr algo más que trabajar la tierra y tener hijos; con ojos soñadores nos decía que quería estudiar y conocer otros lugares. Su planteamiento, en apariencia sencillo, era todo un reto, porque para hacerlo realidad ella debería romper con esquemas culturales y superar muchas barreras económicas. La distancia de la zona de Totora Pampa, en las montañas, a la ciudad de Cochabamba, no era sólo geográfica sino también económica y social.
Viendo su situación y la de varias muchachas de la misma zona que se nos habían acercado, nos animamos a becar a seis mujeres para estudiar enfermería en una institución creada hace más de veinte años para mujeres de zonas rurales. La ventaja de la institución es que, con una gran calidad, brinda a las becadas espacios de estudio, material, alimentación, horarios y un lugar para vivir. Las jóvenes de zonas rurales pueden de esta manera salvar los obstáculos y barreras antes mencionados, completando su formación profesional en un ambiente adecuado.
Hoy Deysi Rosa está ya metida de lleno en sus estudios, y nos cuenta cómo aprovecha al máximo su tiempo porque sabe que esta oportunidad es un regalo. Pero nosotros pensamos que ella misma es un regalo: su fuerza interior ha abierto una puerta cerrada para que otras mujeres de Totora Pampa sigan sus pasos.
Debido a la necesidad manifiesta de capacitación para mujeres jóvenes en la zona de Etiopía donde nuestra Comunidad está presente, recientemente hemos puesto en marcha, como parte de nuestros esfuerzos para colaborar con el Vicariato Apostólico de Meki, el centro “Kidist Mariam Maakel” (Centro Santa María). Con este centro queremos ayudar a que mujeres que no han podido acabar estudios aprendan una profesión que les permita obtener un trabajo digno y ser autosuficientes. De momento se imparten cursos de cocina, costura y pintura, de una duración de seis meses.
En la inauguración, el pasado 1 de febrero, Mons. Abraham Desta (obispo de Meki) bendijo el edificio donde se desarrollarán los cursos y a todos los presentes, y como es tradicional en Etiopía preparamos café y compartimos un gran pan entre todos los asistentes. El primer grupo que se está formando es de 56 estudiantes. ¡Ya os iremos contando cómo evoluciona este nuevo proyecto!
Con el fin de erradicar el analfabetismo en la colonia Jardines de San Juan Ajusco (México), el Centro Comunitario de Desarrollo Infantil San José, de forma paralela con el nuevo ciclo escolar 2015-2016 lanza el programa “Mis Primeras Letras”. Este programa tendrá como principales ejecutores a jóvenes de la Universidad Tecnológica (UNITEC), como parte de su Servicio Social, y se dirige en horario sabatino a mujeres y a hombres de la zona.
El programa surge debido a los altos índices de analfabetismo entre la población de Jardines de San Juan Ajusco. Los jóvenes universitarios dedicarán su servicio social a lograr un avance y crecimiento en relación a esta necesidad básica, y así, colaborar para que la comunidad tenga una herramienta más para progresar.
Sentimos que con este programa damos una herramienta importante a los adultos, quienes tienen el derecho de encontrar mejores oportunidades para cambiar su vida. Queremos que en ellos despierte el entusiasmo por aprender y que estén convencidos de que su esfuerzo valdrá la pena.
Por otro lado, los jóvenes universitarios que participan con su servicio social experimentan el bello sentimiento de recibir cuando uno está del otro lado del pupitre, de recibir aun cuando uno es el profesor, de recibir de gente humilde y vulnerable. Y al mismo tiempo devolver a la sociedad parte de lo mucho que recibieron de ella.