Centro-pueblo-Comunidad-San-Pablo

Titular noticias
Miércoles 11 Septiembre 2019
 

Escucho esta canción: "La amistad con los pobres nos hace amigos de Dios, la amistad con los rotos, con los solos…con Dios". De los últimos años de mi intensa vida de misión en República Dominicana, con muchos proyectos y actividades interesantes, con muchos logros y muchos aprendizajes, recuerdo hoy en especial a Tomás.
 
Tomás falleció hace unos meses. Tenía entre 60 y 70 años, ni él mismo lo sabía. Un hombre solo, a quien el azar de la vida llevó a Sabana Yegua. Sus hermanos y familiares se afincaron en otros pueblos y lo visitaban cuando sus ocupaciones se lo permitían. Tomás era un miembro activo de la Parroquia, acudía a las misas dominicales y también a las asambleas parroquiales. Es curioso cómo conocemos a mucha gente, pero hasta que no tenemos una relación más personal no conectamos con su chispa. Y eso me sucedió a mí. Él era uno más, un hombre mayor que salía adelante en la vida a pesar de una importante limitación intelectual que no le dejaba trabajar.
 
Nuestra amistad, o al menos el cariño mutuo, empezó cuando se le presentó una psoriasis tremenda en todo el cuerpo. Sin tapujos ni vergüenzas levantaba la camiseta y me mostraba el torso, como lo mostraba a otras personas, y nos explicaba el dolor que le producía y los múltiples ungüentos que se había aplicado. Muchos preguntaban si lo que tenía era contagioso pues hacía de mal mirar. Me negué a darle una ayuda económica para ir a una curandera supuestamente milagrosa de la capital y eso me comprometía con él. Conseguimos una dermatóloga especializada y fuimos juntos a Santo Domingo, ¡qué viaje! Ese hombretón de 1,90 tuvo que apoyarse en mí al subir por primera vez las escaleras mecánicas del metro. ¡Reímos mucho!
 
Al cabo de unos meses ya no quedaba rastro de la psoriasis, y me lo mostraba orgulloso levantándose la camiseta ¡cada vez que me veía! Pero ni Tomás ni yo somos los protagonistas de esta historia. ¿Quién le ayudó a no olvidar ponerse las cremas por la mañana, al mediodía, por la noche? ¿Quién le mantuvo la pobre casita limpia? ¿Quién le hacía la colada? Las vecinas. ¿Quién le daba de comer y le regalaba ropa? Las vecinas.
 
En estos últimos meses Tomás enfermó de nuevo, era diabético y se le iban acumulando otros dolores. Tuvimos que correr al hospital con él totalmente alterado y descompensado por el azúcar. Finalmente murió. ¿Quién limpió su cuerpo y lo vistió para que quedara digno? ¿Quién barrió y adecentó la casa y sirvió refresco para todos los que se acercaban a dar el pésame? Las vecinas. ¿Quién le acompañó hasta su sepultura en el cementerio? Las vecinas. Las valerosas y cariñosas vecinas lo hicieron siempre, desde que lo conocieron, con una naturalidad deslumbrante: atender al vecino que no puede valerse era para ellas algo normal. Quizás ellas intuyen desde el fondo de su corazón esta bonita frase de la canción: La amistad con los pobres nos hace amigos de Dios.


 

Miércoles 4 Septiembre 2019
A veces el arte, por muy hermoso que sea, ha fomentado la idea del Dios severo, que nos prueba, olvidándose del Padre Misercordioso de Jesús


Entre muchos creyentes está viva, por lo menos en ciertos ambientes culturales y eclesiales, la idea de que las dificultades que nos salen al paso a lo largo de la vida son pruebas que Dios nos envía. Pruebas, grandes o pequeñas, con las que, supuestamente, el Señor quiere examinar la solidez de nuestra fe. De acuerdo con esa creencia, una enfermedad, un accidente, una relación afectiva truncada, la pérdida de un ser amado y cualquier otra desdicha que nos sobrevenga son exámenes a los que Dios nos somete para calibrar la fortaleza de nuestra fe. Si las tribulaciones nos roban la paz y nos hacen dudar de su amor por nosotros (“Señor, si me quieres, ¿por qué permites que me suceda esto? ¡Tal vez es que no me quieres!”), entonces es señal de que nuestra fe es débil y quebradiza. Si, por el contrario, los contratiempos, las amarguras e incluso las tragedias no logran hacer tambalear nuestra confianza en su amor, entonces podemos respirar tranquilos: aprobamos el examen.
 
Esta convicción, por muy arraigada que esté, no se sostiene teológicamente, no ayuda a que tengamos una vida espiritual saludable y es muy dudoso que jamás haya producido buenos frutos. De hecho, haríamos bien abandonándola.
 
¿Qué imagen de Dios presupone la idea de que los sinsabores de la vida son pruebas que Él nos envía para comprobar la salud de nuestra fe? Pensémoslo por un momento: en primer lugar, la de un Dios ignorante, que no nos conoce, que no sabe lo que hay en nuestros corazones, y tiene que probarnos para descubrirlo. En segundo lugar, la de un Dios inseguro y vanidoso, que necesita asegurarse constantemente de nuestra lealtad hacia Él. Y, en tercer lugar, la de un Dios cruel y retorcido, pues la forma que usa para confirmar una y otra vez que no le hemos dado la espalda es, paradójicamente, haciéndonos sufrir. Ante esta idea de Dios, tal vez lo más grave no sería que las desdichas nos hicieran perder la fe sino conservarla, pues, en caso de mantenerla, se trataría de una fe malsana y servil, fe en este Dios infantil, dubitativo, engreído y sin amor, más parecido a un tirano enloquecido (al Calígula de Camus, pongamos por caso) que al abbá que experimentó Jesús, representado por el padre del hijo pródigo, el buen pastor que salió en busca de la oveja perdida o el padre compasivo que «hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45).
 
El Dios que nos prueba, en resumen, contradice al Padre Misericordioso que anunció Jesús. Por eso, sea cual sea la respuesta que en cada momento de la vida vayamos dando al espinoso problema del mal y del sufrimiento en el mundo, lo seguro es que, con el evangelio en la mano, no podemos atribuírselos a Dios.
 
Hay una perspectiva que encaja mucho más con lo que nos narran los evangelios: la del Dios que nos sostiene y acompaña en medio de las tribulaciones y sufrimientos que la vida misma (esa vida frágil y accidentada, la única posible en este mundo) conlleva. En vez de suponer que Dios es el autor del sufrimiento, asumamos que la condición humana es frágil y está expuesta al dolor y a las decepciones, pero que, en medio de todas las tormentas, absolutamente de todas, Dios camina a nuestro lado, ofreciéndonos su apoyo y amor incondicional.
 
Es posible que, a más de uno, el Dios que surge de esta segunda perspectiva le parezca débil, menos majestuoso y omnipotente que el soberano absoluto que nos ponía a prueba enviándonos males. Y, sin embargo, si nos detenemos a meditar en ello, pronto nos daremos cuenta de que el Dios que escogió mostrar su grandeza mediante su ternura, su dulzura y su amor por nosotros, haciéndose solidario de nuestro dolor y acompañándonos en él hasta el final, es el que nos anunció Jesús de Nazaret. También es el único en el que vale la pena creer.


 

Martes 27 Agosto 2019
 

El pasado sábado, día 24 de agosto, tuvo lugar en Totorani (Independencia, Bolivia) la inauguración y bendición de una nueva capilla, que también servirá como centro comunal para la comunidad local. La construcción de este nuevo espacio de oración y reuniones comunitarias fue financiada en su totalidad por donaciones de feligreses de la parroquia de Sacred Heart de Racine, Wisconsin (EE.UU.), de la que Ricardo Martín, miembro de la Comunidad de San Pablo, es párroco.
 
La inauguración se desarrolló en un ambiente festivo y celebrativo, con presencia de unas cincuenta familias procedentes de Totorani y de varias aldeas vecinas (Chulpani, Rodeo, Buenavista, Tiquirpaya). El P. Teófilo, párroco de Independencia, y dos compañeros sacerdotes más (todos ellos salesianos) también estuvieron presentes, así como los miembros de la CSP que viven en Bolivia y Ricardo Martín, quien viajó desde los EE.UU. acompañado por varios feligreses de Wisconsin.
 
El terreno donde se alza la nueva edificación es comunitario, y la gente de la zona lo donó para que en él se construyera la capilla-centro comunal, que tiene unas dimensiones de 23 m de largo por 8 de ancho.
 
Felicitamos a todos aquellos involucrados en esta iniciativa, llevada felizmente a buen término: las comunidades locales, los miembros de la CSP que coordinaron el proyecto y los feligreses de Sacred Heart en Racine que con su generosidad también lo hicieron posible.

 


 

 

Miércoles 21 Agosto 2019

Las ciencias estadísticas no suelen tener muy buena reputación. A menudo es ofensivo saber que, para administraciones y gobiernos, solo somos un número más. Para nada parecen contar nuestras experiencias, sufrimientos y alegrías. Solo somos números que forman porcentajes demográficos, cifras para pagar impuestos y calcular pensiones, o determinar e influenciar votos. No es de extrañar, pues, que nos sintamos poco atraídos por las estadísticas y en cambio nos mueva (el corazón y/o el bolsillo) el ser testigos de experiencias humanas con las que podemos empatizar. El periodismo así lo entiende, y es por eso que nos vende, cada vez más, historias, especialmente historias personales de tragedias o de superación, historias de animales, de tortugas, de gatos… Hoy en día, cualquiera también puede exponer al mundo su experiencia sabiendo que tendrá muchos más “likes” y “vistos” que si compartiera fríos estudios y cálculos estadísticos.
 
El problema con todo esto es que hay un cierto riesgo en el hecho de querer entender la realidad solo en base a la experiencia, ya que, lógicamente, nuestra experiencia es parcial, sesgada y extremadamente limitada.
 
Además, quizás por algún tipo de mecanismo de defensa, nos afectan (y nos interesan) más las historias trágicas que las historias positivas, por lo que se venden más las primeras que las segundas.
 
Por eso es peligroso extrapolar las experiencias negativas propias, o de las que somos testimonios a través de otras personas o de los medios de comunicación, y pensar que el mundo va de mal en peor. Así es como poco a poco vamos creando una visión un tanto pesimista del mundo que no se corresponden con la realidad, en la que cada día, millones y millones de personas viven una vida sufrida, con sacrificios, pero razonablemente normal.
 
Nos extrañaría saber, por ejemplo, que, tal y como explica Steven Pinker en su libro The Better Angels of our Nature, el siglo XX, que fue testigo de las dos únicas guerras mundiales, también fue el siglo más pacífico en la historia. Para entenderlo, hay que ir a la estadística y pensar en las víctimas, pero en proporción al número total de habitantes.
 
Es bueno y lógico pensar siempre en la cara humana de la noticia y de la realidad, pero también tenemos que echar mano a las estadísticas para tener una visión global y algo más objetiva sobre la situación en el mundo. Por supuesto hay muchas injusticias, pero vigilemos que un exceso de estímulos emocionales nos haga creer que la sociedad está ya irremediablemente condenada y que la condición humana ha llegado al punto más bajo de su degradación moral. En el fondo, esta visión excesivamente pesimista de la sociedad es la mayor razón para dejar de luchar por un mundo mejor.


 

Viernes 9 Agosto 2019

La Comunidad de San Pablo amplía los programas que desarrolla en Bogotá con los servicios de una psicóloga

 

 
 
Desde principios del pasado mes de julio, el Centro de Desarrollo Comunitario Casa Garavito de la Comunidad de San Pablo del barrio El Pesebre de Bogotá (Colombia), cuenta con la ayuda de una psicóloga que una vez por semana, los martes, atiende de forma voluntaria a personas que lo desean.
 
Este nuevo programa ha sido muy bien acogido por los vecinos de El Pesebre y de Granjas de San Pablo (el barrio colindante con El Pesebre). De hecho, a los pocos días de anunciar a la comunidad que la psicóloga empezaría su labor ya se le había llenado la agenda de citas con adultos, jóvenes, niños y familias que enseguida mostraron interés en verla.
 
Para mucha gente de estos barrios populares no es nada fácil obtener acompañamiento psicológico, debido a los elevados costes del mismo y al deficiente sistema de salud del país. Consecuentemente, tener ahora en el mismo barrio una profesional que de forma gratuita atiende a los que se lo piden para ofrecerles su tiempo de escucha y orientación es, aparte de una novedad, una muy buena noticia para todos.


 

Feed RSS de noticias

Archivos del blog









Contacto

1505 Howard Street
Racine, WI 53404, EE.UU.
racine@comsp.org
Tel.: +1-262-634-2666

Ciudad de México, MÉXICO
mexico@comsp.org
Tel.: +52-555-335-0602

Azua, REPÚBLICA DOMINICANA
azua@comsp.org
Tel. 1: +1-809-521-2902
Tel. 2: +1-809-521-1019

Cochabamba, BOLIVIA
cochabamba@comsp.org
Tel.: +591-4-4352253

Bogotá, COLOMBIA
bogota@comsp.org
Tel.: +57-1-6349172

Meki, ETIOPÍA
meki@comsp.org
Tel.: +251-932508188