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Martes 11 Julio 2017

La República Dominicana ocupa el primer lugar de niñas y adolescentes “unidas” o “casadas” en América Latina y el Caribe”[1]
 


–¿No sabes? Carmencita se casó–. Cuando te dicen esto en la República Dominicana, especialmente en el sur, no hay que entender que entre Carmencita y su pareja hubo una boda civil o religiosa, sino que las dos personas pasaron a convivir como pareja.
 
Esto sucede a menudo con muchachas muy jóvenes, especialmente en los sectores sociales de menor nivel educativo. Aunque sucede principalmente debido a embarazos, no siempre es así.
 
En el primer caso, una muchacha joven queda embarazada fruto de una relación y pasa a vivir con su pareja. En algunos casos una chica “sale embarazada”, y es presionada a dejar la escuela (aunque legalmente nadie la pueda expulsar por ese motivo) y es “invitada” a pasar a vivir con el padre del niño que viene en camino, que muy a menudo no era una pareja estable. De ese modo se produce un doble rechazo hacia la chica, el de la escuela y de la familia. Sin embargo, el muchacho puede continuar la escuela sin ningún problema y nadie lo echa de su casa. Estos casos son los más graves.
 
En otros casos, la familia de la joven tiene conocimiento de que ella está manteniendo relaciones con el muchacho, y entonces la presionan para que deje la casa y se una a él (aun si no hay embarazo). Así evitan el “qué dirán” de los vecinos, que podrían ver a la chica como “una cualquiera”.
 
Hay situaciones peores. Muchas niñas y adolescentes se van a vivir con un hombre mayor. Este se ocupa de ellas y las mantiene. Ellas pasan de niñas a madres en un santiamén, sin experimentar apenas la juventud. Se podría añadir que la diferencia de edad, y a menudo el abandono de los estudios por parte de la joven, facilita una desigualdad en la pareja, la baja autoestima de ella y por ende violencia de género. El estudio Niñas esposadas, realizado por la ONG “Plan Internacional” en las provincias de Azua, Barahona, Pedernales, Elías Piña y San Juan, afirma que una de cada cinco adolescentes (el 23.4%) de entre 15 y 19 años está casada o unida con un hombre 10 años mayor que ella. Según este estudio, en el 39% de los casos los hombres dicen que les gusta tener esposas muy jóvenes porque son más obedientes y se pueden dominar fácilmente.
 
Según la autora de la investigación, Jeannette Tineo, el matrimonio infantil es el resultado de la violencia intrafamiliar existente en el hogar de la joven, las expectativas de reducir la carga económica familiar o incluso la oportunidad de negociación que establecen las familias como una manera de salir de la pobreza.
 
Esta negociación se produce en algunas familias que viven en situación de pobreza y que saben que su hija menor ha tenido relaciones con un hombre mayor de edad. Los padres acusan al hombre de violación y éste, para evitar ir a la cárcel, paga una suma como reparación del daño y se queda a la adolescente como esposa.
 
El estudio mencionado desvela que el matrimonio infantil forzado tiene vinculación fuerte con los embarazos en adolescentes, ya que de cada diez niñas casadas con hombres adultos que fueron entrevistadas, siete estaban embarazadas al momento de establecer la unión.
 
Entre las acciones que plantea “Plan Internacional” está que los legisladores valoren aumentar la edad mínima para casarse a los 18 años. Actualmente el código legal dominicano permite que la niña, si cuenta con el consentimiento de su padre, se pueda casar a los 15 años.
 
En todo caso, es obvio que existe una urgente necesidad de seguir educando en valores a padres y madres de familia, a niños, niñas y adolescentes, para que estas situaciones desaparezcan. No hay nadie que realmente desee el desarrollo digno de una sociedad, con hombres y mujeres empoderados, que quiera “niñas esposadas”.

 

[1] El Listín Diario, 27/3/2017
 http://www.listindiario.com/la-republica/2017/03/22/458855/el-numero-de-ninas-casadas-en-el-pais-es-el-mas-alto-de-al



 

Martes 20 Junio 2017

La Comunidad de San Pablo desarrolla un programa de saneamiento ambiental en la República Dominicana

 
 

«Decían que las brujas se comían a los niños, pero lo que los mató fue la diarrea». La Diócesis de San Juan de la Maguana ha construido más de 18.000 sanitarios en 25 años; como parte de este mismo esfuerzo, la Comunidad de San Pablo, desde la parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua, ha construido más de 2.000 desde hace 14 años.

Hace pocos días, la directora ejecutiva de FUNDASEP (fundación vinculada a la Diócesis de San Juan) nos contaba con entusiasmo el gran impacto que había tenido la construcción ininterrumpida de letrinas sanitarias con foso seco e inodoro a lo largo de todos estos años. Monseñor José Grullón, obispo de San Juan, insiste en que ya no hay que llamarlas letrinas, sino sanitarios, pues con el inodoro que se les coloca pasan a tener una mayor dignidad. También insiste en que a pesar de que haya gente que se pregunte por qué la Iglesia se ocupa de las cosas materiales, es labor de la Iglesia y de los cristianos ocuparnos de la persona completa.

En efecto: ¿qué tiene mayor importancia que la vida de un niño? Y tantos niños morían a causa de diarreas, producto de enfermedades gastrointestinales, causadas a su vez por parásitos, bacterias y el mal saneamiento ambiental. No es ningún secreto que, si las personas hacen sus necesidades a campo abierto, las enfermedades se propagan con gran facilidad. No, no eran las brujas, ni ningún mal espíritu o maldición lo que se comía a los niños. Lo que se los comía y literalmente acababa con ellos eran las infecciones gastrointestinales recurrentes. Ahora podríamos decir que nuestras letrinas han acabado con las brujas.

En efecto, en las últimas décadas el panorama ha cambiado drásticamente y agradecemos a muchas personas e instituciones el apoyo que hemos recibido para la construcción de sanitarios y la promoción del lavado de manos. Aunque un gran número de familias ya tienen su “baño adentro”, y miles tienen su sanitario o letrina mejorada, todavía queda en la región en la que trabajamos un 15% de hogares que no disponen de baño. Así, pues seguimos con el programa hasta que no quede ninguna familia sin sanitario.


 

Martes 13 Junio 2017

El pasado 24 de mayo tuvo lugar en Etiopía la dedicación solemne de la nueva catedral del Vicariato Apostólico de Meki

 
 
La Comunidad de San Pablo trabaja desde 2013 en el Vicariato Apostólico de Meki, que tiene una extensión de 45.000 km2 y una población de cuatro millones de habitantes, de los cuales los católicos representan menos del 1%. A pesar de ello, la labor pastoral y de promoción humana del vicariato es ingente, con múltiples iniciativas sociales que llegan a toda la población.
 
El pasado 24 de mayo tuvimos la dicha de participar en la misa de dedicación de la nueva catedral en Meki. La construcción de la catedral era un proyecto soñado durante años por muchos, y por eso su dedicación fue una celebración especialmente gozosa en la que participaron cerca de 4.000 personas. ¡No fue breve! Dada su solemnidad, la Eucaristía de consagración de la nueva iglesia catedral duró seis horas: el recinto estaba lleno a rebosar, y una gran pantalla proyectaba la solemnidad para los que quedaron afuera. Además del obispo de Meki, Monseñor Abraham Desta, estuvieron presentes el arzobispo de Addis Abeba, Cardenal Berhaneyesus Souraphiel, el Nuncio Apostólico, Mons. Luigi Bianco y el obispo emérito de Trento, Italia. También hubo representación de organizaciones que contribuyeron económicamente a la construcción, como Caritas Austria y la Diócesis de Trento. Aunque sin representación, también se mencionó la colaboración de la Conferencia Episcopal Española.
 
Tras la Eucaristía solemne tuvo lugar el convite, organizado por la Comunidad de San Pablo a través de nuestro centro de capacitación laboral y sus estudiantes, en especial las estudiantes de cocina.
 
Fue una celebración preciosa. Esperamos que la presencia de esta hermosa y digna catedral sea semilla de propagación de la palabra de Dios en estas tierras de antigua tradición cristiana.

 


 

Sábado 3 Junio 2017
Como es bien sabido, la palabra “pentecostés” viene del griego y significa día quincuagésimo. El número 50 es, para los judíos, un símbolo de plenitud: una semana de semanas (siete por siete, más uno). Esta fiesta, que en sus orígenes tenía carácter agrícola, se celebra cincuenta días después de la Pascua judía, ya que se considera que unos cincuenta días después del éxodo fuera de Egipto el pueblo de Israel selló la alianza con Yahvé en el monte Sinaí bajo la guía de Moisés.
 
Los cristianos celebramos hoy, siete semanas después de la Pascua de Resurrección de Jesús, la efusión del Espíritu a la comunidad apostólica, no como fiesta independiente, sino como culminación de la Pascua: “¡Recibid el Espíritu Santo!”
 
En medio del bullicio de gentes de distintas lenguas que llegaban a Jerusalén para celebrar el pentecostés judío, el Espíritu Santo dio la fuerza a los apóstoles para transmitir el mensaje de amor de Jesús a todos. Tras la partida del Señor podrían haber triunfado la confusión y la dispersión, pero se impusieron el acierto y la unión, para que el testimonio del Resucitado llegara hasta los confines de la tierra.
 
Ante una sociedad tan polarizada y fragmentada como es, en muchas aspectos, la nuestra, necesitamos vivir  celebrando Pentecostés. Pedimos la presencia del Espíritu Santo, y podemos decir:
 
Ven Espíritu Santo, enséñanos a dialogar como hermanos.
 
Ven Espíritu Santo, y ayúdanos a entender el lenguaje del adversario.
 
Ven Espíritu Santo y enséñanos a descubrir  que todos somos hermanos.
 
Ven Espíritu Santo y libéranos de la amenaza de convertir nuestros países en una nueva Babel, incapaces de construir un futuro de fraternidad.
 
Ven Espíritu Santo y libéranos de la intolerancia, de la intransigencia, que nos aleja cada vez más de toda colaboración eficaz.
 
Ojalá repitamos entre nosotros aquellas palabras de Pablo a las primeras comunidades cristianas: «¡No apaguéis el Espíritu!» (1Tes 5,19). No apaguemos nuestra fe en el Padre de todos, no apaguemos nuestra esperanza en una sociedad más fraterna.


 

Martes 23 Mayo 2017

La Comunidad de San Pablo acompaña y orienta a una asociación de tejedoras del altiplano de Cochabamba

 
La Asociación de Mujeres de Tejido de Totora Pampa ha cumplido ya tres años. Nació con la idea de generar espacios de formación para la mujer campesina adulta iletrada.
 
La asociación inició con quince integrantes, y actualmente ya cuenta con 65. Las mujeres aprenden a tejer y confeccionar ropa de abrigo, sobre todo para los más pequeños de sus familias (viven a más de 3.400 metros sobre el nivel del mar, y allí el frío es intenso). A la vez, la asociación también es un espacio de encuentro privilegiado, donde las mujeres comparten inquietudes y aprenden a escucharse unas a otras. Sus temas de conversación son variados: la violencia intrafamiliar, la economía de las comunidades rurales, los efectos del cambio climático en su tierra, la seguridad alimentaria, la migración del campo a la ciudad, la desigualdad de género… sus conversaciones cotidianas no llevan estos títulos, pero sí versan sobre estos contenidos. Con su lenguaje llano platican sobre el machismo, los embarazos tempranos, los matrimonios jóvenes, el abandono de madres solteras y otros temas que les preocupan porque inciden directamente en las condiciones de pobreza en que viven.
 
El equipo de la Comunidad de San Pablo aprovecha estas temáticas expresadas en sus reuniones para preparar charlas orientativas, de apoyo y análisis de la realidad, en las que se buscan alternativas para paliar estas problemáticas. El primer paso lo dan ellas: el apoyo mutuo y el trabajo conjunto; luego, el equipo asesor toma el relevo realizando las charlas.
 
Estamos convencidos de que brindar apoyo a la mujer campesina es la mejor garantía que podemos ofrecer para ayudar al desarrollo de sus comunidades.

 


 

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