En la emotiva celebración se rememoró el itinerario de este obispo amable, sencillo, cercano a la gente y trabajador incansable. De Monseñor Grullón llaman la atención su simpatía, su celo apostólico en todas las áreas de la vida pastoral y su gran labor por el desarrollo humano en la diócesis territorialmente más grande del país (más de 7.000 km2), ubicada en una de las zonas más desfavorecidas. La construcción acueductos, sanitarios, puentes, apertura de caminos rurales, así como un enorme número de proyectos educativos y sanitarios a lo largo de dos décadas y media atestiguan la sensibilidad de este pastor ante las necesidades de aquellos que la Iglesia puso bajo su guía.
En sus visitas anuales a todas las parroquias él llega hasta las comunidades más aisladas —en burro, si es preciso, cuando visita una aldea que carece de acceso para vehículos—, saluda a cada familia, dedica su tiempo al que quiere hablar con él y entusiasma con sus palabras.
Desde aquí nos unimos con sentido agradecimiento a su celebración: también porque hace ya trece años que acogió con cariño en su diócesis a la Comunidad de San Pablo, y desde entonces ha sido a la vez nuestro obispo y amigo. Que sepamos seguir su ejemplo de vida y dedicarnos con su mismo entusiasmo y visión por y para el Evangelio.