El cielo de Meki en el que vivimos está compuesto por muchas mujeres que, de una manera sencilla, constante y muchas veces apenas perceptible hacen mucho ruido. Es un ruido constante, lleno de cariño, de amabilidad, pero también impertinente y lleno de rebeldía, de enfado y de no aceptación de las muchas responsabilidades y pocos derechos con los que les toca vivir. Ellas hacen un ruido especial, no se callan, no las callan, y están cambiando muchas cosas, muchas vidas, las suyas las primeras.
A muchas las conocimos hace apenas un año. Habían perdido trabajo, casa y familia con la llegada de la pandemia. Ahora se les llama “mujeres en situación de vulnerabilidad extrema”. Y sí, eran muy vulnerables. Cuando se las invitó a formar parte de un nuevo proyecto a muchas se les transformó el semblante, recuperaron la sonrisa y también la esperanza que habían perdido. Se integraron a grupos de ahorro con otras mujeres que compartían y comprendían las graves dificultades por las que estaban pasando. Y sintieron que de nuevo se confiaba en ellas, que se les ofrecía una nueva oportunidad para emprender negocios, ayudándoles también con lo más básico y esencial que necesitaban: salud, vivienda digna, y la escolarización de sus hijos.
Y a partir de ahí… empezaron a soñar de nuevo, y sus sueños son ahora reales. Están orgullosas de los logros alcanzados, de las iniciativas emprendidas, y vuelven a tener seguridad en sí mismas. Y al compartir en sus grupos de ahorro las ocasiones de violencia machista que siguen sufriendo muchas de ellas, se enfadan, se apoyan y pelean porque saben que merecen ser tratadas con respeto y dignidad. Todas estas mujeres con las que convivo y comparto el trabajo diario siguen sosteniendo el cielo de Meki, y siguen haciendo un ruido constante, no estridente pero persistente, para avanzar juntas. Están siendo un ejemplo para muchas otras.
Y como dice otro proverbio africano “las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran”. Sueño y seguiré trabajando para que cada vez sean más las huellas y los ruidos de las mujeres que sigan denunciando, y transformando vidas.