Desde Meki, en Etiopía, María José Morales nos envía el siguiente artículo.
No están siendo tiempos fáciles en Etiopía, y a pesar de ello, somos muy conscientes del trabajo que venimos realizando, y aquí seguimos, con ánimo y esperanza. Y seguimos porque queremos poner en valor la voz y el trabajo de las mujeres que participan en nuestros proyectos. Sabemos que ellas están abriendo caminos por los que mañana otras transitarán.
Y también continuamos aquí, con ilusión, para seguir proponiendo otra forma de ver, de entender y de estar en el mundo.
Empezamos a trabajar en Meki en el año 2015. Poco a poco, tras escuchar las inquietudes y necesidades de las personas que fuimos conociendo, creamos los primeros grupos de ahorro comunitario. Luego trabajamos para llevar agua potable a varias comunidades, y construimos aulas nuevas en algunas escuelas. En el 2016 inauguramos el “Kidist Mariam Women Promotion Center”, nuestro centro de capacitación profesional para mujeres.
Las cifras no lo son todo, pero nos dicen mucho de los logros conseguidos desde entonces: 2,871 estudiantes se han graduado en el KMWPC, y 1.350 mujeres forman parte de los 45 grupos de ahorro que se siguen reuniendo cada quince días, y siguen ampliando sus negocios con los préstamos que reciben. 512 de ellas tienen 2.600 cabras lecheras, 180 tienen burras y carros que utilizan para el transporte, y 480 tienen frutales y trabajan en huertas comunitarias.
La tarea no ha sido fácil, ha habido (y sin duda seguirá habiendo) dificultades en el camino, pero es un orgullo poder ver a estas mujeres tan empoderadas y saber que el futuro y el desarrollo está en sus manos. Ellas son quienes están consiguiendo, poco a poco, que sus comunidades y su país sean cada vez mejores.
Desde aquí quiero agradecer también a todas las personas que, con su ayuda, van haciendo posible esta labor de la CSP en Etiopía. ¡Gracias!
Siento admiración por el cielo, también por los brazos, pero por encima de todo siento una profunda admiración por las mujeres. Este proverbio africano, donde mujeres, brazos y cielo están tan unidos e interactúan de una manera tan sencilla, respetuosa y unánime para sostener el cielo, es mi proverbio favorito y el que mejor representa a todas las mujeres que compartimos brazos y cielo en Meki, Etiopía.
El cielo de Meki en el que vivimos está compuesto por muchas mujeres que, de una manera sencilla, constante y muchas veces apenas perceptible hacen mucho ruido. Es un ruido constante, lleno de cariño, de amabilidad, pero también impertinente y lleno de rebeldía, de enfado y de no aceptación de las muchas responsabilidades y pocos derechos con los que les toca vivir. Ellas hacen un ruido especial, no se callan, no las callan, y están cambiando muchas cosas, muchas vidas, las suyas las primeras.
A muchas las conocimos hace apenas un año. Habían perdido trabajo, casa y familia con la llegada de la pandemia. Ahora se les llama “mujeres en situación de vulnerabilidad extrema”. Y sí, eran muy vulnerables. Cuando se las invitó a formar parte de un nuevo proyecto a muchas se les transformó el semblante, recuperaron la sonrisa y también la esperanza que habían perdido. Se integraron a grupos de ahorro con otras mujeres que compartían y comprendían las graves dificultades por las que estaban pasando. Y sintieron que de nuevo se confiaba en ellas, que se les ofrecía una nueva oportunidad para emprender negocios, ayudándoles también con lo más básico y esencial que necesitaban: salud, vivienda digna, y la escolarización de sus hijos.
Y a partir de ahí… empezaron a soñar de nuevo, y sus sueños son ahora reales. Están orgullosas de los logros alcanzados, de las iniciativas emprendidas, y vuelven a tener seguridad en sí mismas. Y al compartir en sus grupos de ahorro las ocasiones de violencia machista que siguen sufriendo muchas de ellas, se enfadan, se apoyan y pelean porque saben que merecen ser tratadas con respeto y dignidad. Todas estas mujeres con las que convivo y comparto el trabajo diario siguen sosteniendo el cielo de Meki, y siguen haciendo un ruido constante, no estridente pero persistente, para avanzar juntas. Están siendo un ejemplo para muchas otras.
Y como dice otro proverbio africano “las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran”. Sueño y seguiré trabajando para que cada vez sean más las huellas y los ruidos de las mujeres que sigan denunciando, y transformando vidas.
A raíz de la crisis socioeconómica derivada de la pandemia de COVID-19 en Etiopía, y de haber realizado distribución de ayudas de emergencia a familias que vivían en situación de extrema pobreza en la ciudad de Meki, constatamos que las condiciones precarias en las que ya se encontraban muchas mujeres de la zona se agravaron considerablemente debido a la falta de trabajo, la escasez de alimentos y el aumento de los precios de los productos básicos.
Con la pandemia los problemas económicos y sanitarios de la zona han empeorado, y es por eso por lo que la Comunidad de San Pablo inició en el mes de marzo un nuevo proyecto de empoderamiento de mujeres vulnerables del área urbana de Meki para evitar el retroceso en el proceso de desarrollo de estas mujeres.
El proyecto quiere mejorar las condiciones de vida de 600 mujeres mediante su participación en grupos de ahorro comunitario, capacitaciones profesionales y el acceso a créditos que recibirán para mejorar sus ingresos familiares y poner en marcha pequeños negocios. También recibirán ayudas para mejorar su salud y la de su entorno y podrán desarrollar un espíritu crítico respecto a la violencia de género y las prácticas tradicionales nocivas de su entorno.
Celebramos la participación e involucración de estas mujeres en el proyecto y esperamos que con su constancia, esfuerzo e iniciativas emprendedoras puedan ser generadoras de ingresos para el bien de toda su familia y comunidad.
Todos sabemos que vivimos en un mundo definido por el modelo económico capitalista, donde casi toda nuestra actividad se centra en el trabajo, en la forma de obtener dinero para poder vivir. La capacidad adquisitiva marca nuestro estilo de vida, nuestras costumbres y hábitos, nuestras relaciones y hasta el desarrollo de nuestras capacidades. Y en este mundo, organizado así, las mujeres tenemos un reto añadido.
Nosotras sabemos qué nos pasa cuando tenemos la menstruación: cansancio, dolor, malhumor, susceptibilidad y, lo que es peor, el sangrado. A pesar de ello, con una pastilla para el dolor, quizá otra para controlar el estado de ánimo, y una buena compresa, tampón u otro dispositivo, podemos seguir adelante y estar a la altura de las exigencias. No me voy a centrar en el gasto extra que esto supone. No nacemos con estas pastillas en las manos, ni tampoco con las compresas. Tenemos que comprarlo, y para según qué producto, ¡hasta pagamos el IVA! De modo que ser mujer conlleva un gasto adicional.
Lo que acabo de describir es nuestra suerte en España o en cualquier país desarrollado. Pero, ¿qué pasa en los países en vías de desarrollo? ¿Qué pasa en Etiopía? ¿Qué les pasa a las estudiantes adolescentes en las escuelas rurales de Meki, donde trabajamos?
Les pasa exactamente igual que a nosotras, pero con la diferencia de que no tienen recursos ni para las “pastillas mágicas” ni para comprar compresas. Es frecuente ver a niñas que se duermen en clase, o que parece que estén en otro sitio, que no juegan en la hora del recreo y se muestran poco participativas y reservadas. Son primerizas en la menstruación, que para ellas es un tema tabú; de repente ya no son niñas, sino mujeres porque ya pueden procrear. Ahora la sociedad las mira diferente, y ellas necesitan tiempo para asumir los cambios.
Además de lo anterior, lo más frecuente es constatar la “falta” en las listas de asistencia a clase. Es decir, la mayoría de las chicas adolescentes tienen una ausencia escolar de un promedio de tres días al mes debido a la menstruación. ¿Por qué? Algunos motivos son culturales: vergüenza, tabú, impureza, etc. Otros serían los mismos que tendría cualquier mujer en países más desarrollados si no dispusieran de un “kit de mujer”: no se encuentran bien y/o no tienen medios para controlar el sangrado. Quizás los días que faltan a clase son precisamente los días de los exámenes finales… O se han perdido la clase del tema que sale en los exámenes, o simplemente han perdido el hilo de la historia de su país y ahora les cuesta más seguir la explicación del profesor.
En el proyecto “Aulas para la Igualdad”, que llevamos a cabo en tres escuelas rurales de la zona de Meki, les hablamos a los alumnos y a las alumnas sobre el respeto a los derechos humanos, sobre aquellas situaciones cotidianas y de la vida que se dan en detrimento de estos derechos y en las que las mujeres, por desgracia, solemos ser la parte más directamente perjudicada.
Además de estas sesiones educativas, queremos cortar de raíz el problema de la ausencia escolar debido a la menstruación. No es justo que una chica no pase los exámenes porque no ha podido hacerlos, o porque su asistencia a clase ha sido irregular y tiene lagunas en los conocimientos aprendidos. Y esto tiene una solución inmediata.
Los “Girl’s Clubs”, que en español lo podemos traducir por “equipos de chicas adolescentes”, son grupos que se organizan en el ámbito escolar. Es una iniciativa que se lleva a cabo en varios países africanos y que tiene muy buena respuesta. Se trata de formar grupos de chicas adolescentes, con una maestra como líder o responsable, que se reúnen quincenalmente y en los que se tratan temas sobre la salud de la mujer, la adolescencia, los cambios corporales como la menstruación, sus tabúes, y creencias, sus derechos como mujeres e igualdad con respecto a los hombres, además de otras dudas e inquietudes. También preparan cortas representaciones teatrales en las que se escenifican situaciones de desigualdad que se dan en su vida diaria y que exhiben, con mucho éxito, durante el festival de la escuela, el día de fin del curso.
Nosotras hemos querido apoyarlas con otras actividades complementarias como, por ejemplo, dinámicas de grupo para reforzar su autoestima, o con la elaboración de compresas para la menstruación.
En las zonas rurales un paquete de compresas, que no siempre se encuentran a la venta, es muy costoso y las chicas no pueden permitirse este gasto de forma mensual y durante la mayor parte de su vida. Normalmente las mujeres usan trapitos y evitan salir de sus casas. Lo que les proponemos hacer a las chicas del grupo de adolescentes es un taller en el que aprenden a confeccionar compresas lavables y reutilizables. Confeccionar una compresa de este tipo puede costar lo mismo que un paquete de compresas convencional con la diferencia de que el gasto se realiza una o dos veces al año, dependiendo del uso y el cuidado. Además, las obsequiamos con unas braguitas y una pastilla de jabón para lavarlas. En el taller utilizamos una compresa ya elaborada como modelo y van siguiendo los pasos hasta completarlas. Obviamente no todas tienen la misma destreza en la costura, pero con la práctica van mejorando. Les enseñamos cómo se utilizan y cómo mantener una buena higiene femenina. Además, y con coordinación con el programa de educación en salud y primeros auxilios que también realizamos en las escuelas, les proporcionamos, cuando lo necesitan, medicamentos para calmar el dolor y puedan atender clases con mejor disposición.
Y de esta manera ya tienen el “kit de mujer”, listas para la escuela, listas para el trabajo, y listas para seguir superando obstáculos en la carrera por una vida digna en la que haya igualdad de oportunidades para todas y todos.
La CSP realiza un proyecto de distribución de burras y carros para reducir el exceso de trabajo de las mujeres en las zonas rurales de Meki (Etiopía)
Recientemente hemos empezado, en Etiopía, un nuevo proyecto: consiste en la compra y distribución de cuarenta burras y carros para mujeres integrantes de los grupos de ahorros en la zona rural de Meki. El proyecto quiere facilitar y disminuir el exceso de trabajo de las mujeres, y al mismo tiempo ser una actividad generadora de ingresos.
Ahora son las burras quienes cargan, en sus carros, los productos del mercado, la leña y el agua, hacen más llevaderos los desplazamientos en la zona rural, y también generan ingresos a las mujeres al llevar bultos y personas los días de mercado en la ciudad de Meki (lo que sería una especie de minibús). Cuando las burras críen, la nueva cría se asignará a otra de las mujeres, para dar así continuidad al proyecto. Ya está seleccionado el nuevo grupo de cuarenta mujeres que en 2021 recibirán otras burras y carros. Nos alegramos mucho por todas ellas.
Hoy es de todos bien sabido que la infancia es una época decisiva en el desarrollo de nuestra personalidad, un tiempo en el que se configuran en gran medida las capacidades que desarrollaremos cuando seamos adultos. Los expertos afirman que en el crecimiento y educación de los niños intervienen de forma definitiva dos ámbitos: la familia y la escuela.
Me gustaría destacar la importancia de la escuela y, sobre todo, examinar cómo podemos aprovechar el ámbito escolar para conseguir una mejora real en las condiciones de vida de los niños.
En Meki (Etiopía) estamos llevando a cabo un programa de educación sobre prevención de enfermedades en tres escuelas rurales de la zona. Damos clases semanales a cada curso, desde el primer nivel hasta el octavo. Los profesores nos han hecho un hueco en sus apretados programas porque consideran muy importante que los niños y las niñas aprendan hábitos saludables como son lavarse las manos con jabón, cuidado de la higiene personal, y también lecciones sobre salud medioambiental: uso de papeleras, reciclaje…
Algunas de las cosas que enseñamos tienen una aplicación inmediata: desatascar aguas encharcadas para evitar que los mosquitos transmisores de la malaria pongan sus huevos en ellas, lavarse las manos con jabón, purificar de forma sencilla el agua para beber y almacenarla en recipientes limpios y tapados, para que no se contamine de polvo o bacterias que luego causarán diarrea… Son acciones que, en su sencillez, pueden tener efectos muy importantes.
Otras veces parece que les enseñamos demasiado, como cuando hablamos de la limpieza del medio ambiente y el uso de papeleras, realidades que quedan muy lejos del contexto cotidiano de estos niños. En Meki no existen sistemas de alcantarillado, ni lugares de desguace, menos de reciclaje. Allí lo inservible solo tiene dos destinos posibles: o se quema, o se tira en el suelo.
Sin embargo, insistimos en todos estos contenidos con la convicción de que el conocimiento no ocupa lugar, y que, aunque ahora nuestros estudiantes no dispongan de muchos medios, quizás sí los tendrán en el futuro, y entonces se acordarán de lo que hoy están aprendiendo en la escuela. ¡Qué gran logro sería que, poco a poco, los niños y jóvenes de Meki fueran adquiriendo una fuerte conciencia medioambiental! Los frutos de una buena educación práctica son verdaderamente impredecibles.
Desde Meki (Etiopía), queremos compartir con todos los lectores de Ágora XXI la alegría del acontecimiento político más importante de los últimos años en este país, que muchos ya habrán visto en la prensa. Hablamos de la declaración de paz entre Etiopía y Eritrea.
Después de dos décadas de hostilidades y relaciones diplomáticas rotas entre los dos países, ahora se ha firmado el «fin del estado de guerra» y una declaración «de paz y amistad». Etiopía y Eritrea estaban enfrentadas desde que, después de que Eritrea se independizara de Etiopía en 1993, tensiones fronterizas acabaran en una guerra abierta que se libró entre 1998 y el 2000. En el año 2000 se firmó un acuerdo (el acuerdo de Argel), en el que ambas partes se comprometieron a aceptar las líneas fronterizas establecidas por la Comisión de Fronteras de Etiopía y Eritrea. Sin embargo, Etiopía cambió pronto su posición cuando la comisión decidió conceder a Eritrea la ciudad de Badme, epicentro de la guerra.
Las relaciones entre ambos países africanos no avanzaron hasta que el pasado abril fue nombrado primer ministro etíope Abiy Ahmed. Aplaudimos una noticia tan relevante para el bienestar y desarrollo económico de los dos países y de todas sus gentes, incluidos todos los habitantes de nuestra región, y esperamos que el nuevo liderazgo del país traiga muchas buenas noticias para su pueblo.
La Comunidad de San Pablo, a través de sus cursos laborales, ha propiciado la creación de una cooperativa de costura en Meki, Etiopía.
El pasado mes de febrero 45 estudiantes se graduaron de cocina, pintura y costura en nuestro centro “Kidist Mariam”. Entonces diez de las jóvenes graduadas de costura propusieron crear, en el mismo centro, una cooperativa para confeccionar uniformes escolares. Los uniformes son de uso obligatorio en todas las escuelas del país, y solo en Meki hay 15 escuelas. Se pusieron manos a la obra, y el primer pedido ha sido de 597 uniformes, para la escuela comunitaria del barrio de Oda. En julio las jóvenes de la cooperativa tomaron las medidas a los estudiantes, y a día de hoy están terminando los uniformes, pues el curso empezará el 28 de septiembre y al ser un pedido tan grande, van justas de tiempo.
Ha corrido la voz de que este servicio está en marcha y ya han llegado más pedidos para escuelas de la zona rural. Nos alegramos por la nueva cooperativa de costura, y vemos que trabajo, ¡no les va a faltar!
El pasado 24 de mayo tuvo lugar en Etiopía la dedicación solemne de la nueva catedral del Vicariato Apostólico de Meki
La Comunidad de San Pablo trabaja desde 2013 en el Vicariato Apostólico de Meki, que tiene una extensión de 45.000 km2 y una población de cuatro millones de habitantes, de los cuales los católicos representan menos del 1%. A pesar de ello, la labor pastoral y de promoción humana del vicariato es ingente, con múltiples iniciativas sociales que llegan a toda la población.
El pasado 24 de mayo tuvimos la dicha de participar en la misa de dedicación de la nueva catedral en Meki. La construcción de la catedral era un proyecto soñado durante años por muchos, y por eso su dedicación fue una celebración especialmente gozosa en la que participaron cerca de 4.000 personas. ¡No fue breve! Dada su solemnidad, la Eucaristía de consagración de la nueva iglesia catedral duró seis horas: el recinto estaba lleno a rebosar, y una gran pantalla proyectaba la solemnidad para los que quedaron afuera. Además del obispo de Meki, Monseñor Abraham Desta, estuvieron presentes el arzobispo de Addis Abeba, Cardenal Berhaneyesus Souraphiel, el Nuncio Apostólico, Mons. Luigi Bianco y el obispo emérito de Trento, Italia. También hubo representación de organizaciones que contribuyeron económicamente a la construcción, como Caritas Austria y la Diócesis de Trento. Aunque sin representación, también se mencionó la colaboración de la Conferencia Episcopal Española.
Tras la Eucaristía solemne tuvo lugar el convite, organizado por la Comunidad de San Pablo a través de nuestro centro de capacitación laboral y sus estudiantes, en especial las estudiantes de cocina.
Fue una celebración preciosa. Esperamos que la presencia de esta hermosa y digna catedral sea semilla de propagación de la palabra de Dios en estas tierras de antigua tradición cristiana.
El centro de capacitación laboral de Meki (Etiopía) celebra el fin de semestre con una excursión
¡Qué mejor forma de celebrar el final del semestre con nuestras estudiantes de cocina, costura y peluquería, que yendo de paseo de fin de curso!
La ciudad de Meki está situada en la zona del Rift Valley. Los lagos Koka, Zway, Abiyata, Shala y Langano son compañeros de ruta a lo largo de los 215 kilómetros de carretera que va desde Addis Abeba hacia el sur de Etiopía.
Así que nos fuimos precisamente a visitar flamencos, marabúes y garzas del lago Abiyata, y a las aguas termales cercanas al lago Shala. A pesar de estar a sólo 85 kilómetros de Meki, nuestras estudiantes ni sabían de la existencia de una reserva natural de animales y aguas termales en esa zona, ni mucho menos la habían visitado.
Nos embarcamos en dos autobuses, con la comida preparada el día de antes en nuestro centro, nuestras estudiantes vestidas con tanta elegancia que parecía que fuéramos a cualquier sitio menos de paseo por montes y lagos, y un sinfín de teléfonos preparados para fotografiar cada momento del paseo.
A la hora de andar por caminos o piedras, ellas sin problemas se sacaban los zapatos elegantes que se habían puesto e iban descalzas. No pudo faltar el autobús que se quedó enterrado en medio de uno de los senderos de arena, y nos hizo esperar un buen rato hasta que el conductor con ayuda de la gente local pudo reemprender el camino. Eso sí, durante la espera, el otro autobús se convirtió en pista de baile para las que preferían bailar a esperar bajo un árbol. Y después de pasear, ver camellos, jabalís, avestruces, infinidad de flamencos y marabús, comimos juntas y lavamos los platos con tierra y agua caliente de un riachuelo cercano que se había formado con las aguas termales.
La sorpresa mayor del paseo fue ver los géiseres naturales que se forman al lado mismo del lago. En los días festivos la zona se llena de gente que sale de excursión y meten en los géiseres bolsas con patatas y huevos y se los comen cuando los tienen hervidos. ¡Creo que en nuestro próximo paseo haremos lo mismo!
Disfrutamos del día y tuvimos un ambiente muy agradable. Nos reímos y nuestras estudiantes pudieron conocer las maravillas naturales que tienen, tan cerca de Meki, su ciudad. El paseo fue muy positivo, pero, eso sí, ¡al día siguiente muchas faltaron a clase porque decían que estaban agotadas de lo mucho que caminamos y lo mucho que bailaron el día anterior!”.
Celebración de la primera promoción de mujeres capacitadas
La Comunidad de San Pablo inició hace un año cursos de capacitación laboral para mujeres y jóvenes en el Vicariato de Meki, en Etiopía. Ahora, desde allí, María José Morales (encargada de este proyecto), nos dice lo siguiente:
«El sábado 18 de febrero fue un gran día para nuestro centro de capacitación: un auténtico acontecimiento. No hay cámaras, ni videos, ni gestos, ni palabras que puedan llegar a expresar lo que representó la graduación de nuestros primeros cuarenta estudiantes.
La semana anterior se crearon los comités encargados de preparar la celebración: una profesora y tres alumnas de cada curso. El resto ayudamos en todo lo que pudimos para decorar el centro, preparar cantos, conseguir los uniformes de graduación (que no podían faltar), montar una gran tienda de campaña en la que acoger a los invitados y preparar galletas, café y comida para las 200 personas que participamos en la celebración.
Y llegó el día, y empezó bien pronto. Las primeras en llegar fueron las responsables de los comités organizativos para asegurarse que no faltara nada. Y después las estudiantes vestidas con sus uniformes de gala y acompañadas de sus familiares.
Para ellas, poder graduarse tras haber estudiado un año entero en nuestro centro, tener una profesión, invitar a sus familiares, fotografiarse antes y después de recibir su certificado de manos del obispo del Vicariato de Meki y de la directora del centro representa muchísimo más de lo que nos podemos llegar a imaginar. Son jóvenes que no habían acabado estudios y con escasas oportunidades laborales, que ahora se graduaban como cocineras, modistas y pintoras; algunas ya están trabajando gracias a tener la formación recibida. Todas estaban radiantes de alegría y entusiasmo, ellas también se iban a graduar y podían demostrar a los suyos, y a ellas mismas, lo mucho de lo que han sido capaces.
Así nos lo expresaron en los discursos espontáneos de agradecimiento que nos dirigieron tras la entrega de su certificado de graduación. Emabet agradeció la oportunidad que les brindamos en nuestro centro para formarse profesionalmente a muchas que, como ella misma, habían regresado de los países árabes. Volvieron y se encontraron con el rechazo de sus familias, sin posibilidades de trabajo y con mucho desánimo por no haber logrado el futuro mejor que habían esperado hallar en su intento de emigrar. Emabet es ahora profesora de cocina en nuestro centro, y otras estudiantes de cocina están ya trabajando en hoteles de la zona. Las estudiantes de costura hicieron su primera entrega de uniformes en una guardería cercana y se han constituido en cooperativa para poder hacer los uniformes escolares que son de uso obligado en todo el país. De momento tenemos ya un pedido de 500 uniformes escolares y 30 uniformes para profesores.
Difícil también expresar la alegría de las familias que acompañaron a sus hijas en este día tan especial, y la alegría de todos los que hemos trabajado duro y con mucho entusiasmo a lo largo de este año para que este momento fuera posible. Todos nos hemos graduado un poco con nuestras estudiantes y les deseamos lo mejor en esta nueva etapa que ahora inician como profesionales.»
Jóvenes retornadas a Etiopía desde los países árabes se capacitan en el centro de la Comunidad de San Pablo en Meki
En agosto de 2016 empezamos nuevos cursos de cocina, costura y peluquería en el centro de capacitación “Kidist Mariam” que la Comunidad de San Pablo tiene de Meki, Etiopía. Inauguramos también cursos de segundo nivel de costura y cocina, con lo que el número de estudiantes del centro aumentó a 93. A lo largo del año 2016 habremos capacitado a 160 mujeres, y celebramos que así pueda ser.
La mayoría de nuestras estudiantes son jóvenes que no pudieron acabar estudios y que ahora, debido a su falta de capacitación, no tienen trabajos adecuados. De entre ellas tenemos a un grupo de dieciocho mujeres que siendo muy jóvenes emigraron a Arabia Saudí o al Líbano en busca de oportunidades laborales, para poder ayudar a sus familias con lo que ganaran. En Etiopía, son muchas las que intentan esta vía para salir de la pobreza. Sin embargo, en la mayoría de los casos allí se encuentran con una realidad muy distinta a la que esperaban, sufriendo todo tipo de maltratos y vejaciones.
Ante esta explotación de mujeres inmigrantes, Caritas Internacional abrió varias casas de acogida para jóvenes inmigrantes en los países árabes. Las jóvenes que, escapando de esta situación, llegan a dichas casas de acogida, reciben ayuda material y psicológica y se les proporcionan asimismo documentos para que puedan retornar a sus países. Las que regresan a Etiopía son recibidas también en una casa de acogida en Addis Abeba. Desde allí se contacta con sus familias, para intentar que las jóvenes puedan integrarse en ellas de nuevo. La tarea de reinserción es complicada, pues muchas veces son rechazadas por sus propias familias, ya que la mayoría enviaron a sus hijas jóvenes, fuertes y llenas de vitalidad, y a su regreso las recuperan muchas veces con bebés, y psicológicamente muy afectadas por los abusos vividos durante su periplo.
Las estudiantes retornadas que tenemos en nuestro centro participan de los cursos de capacitación de costura y cocina, mientras desde el Vicariato de Meki se sigue trabajando con ellas para lograr su reinserción familiar. En los cursos se integran con otras jóvenes de su misma edad, muchas de las cuales vivieron experiencias similares. Es asombroso ver el interés que tienen por aprender, por tener una buena capacitación, y su alegría por ser tratadas con respeto y ser valoradas por los muchos talentos que tienen. Al verlas se nos hace difícil imaginar las muchas dificultades por las que han pasado en los últimos años.
El pasado domingo, el dueño de un nuevo hotel cercano a Meki nos invitó a comer en su restaurante. Nos quería mostrar su agradecimiento por las nuevas cocineras que tiene: Kasech y Zenafakech, dos de nuestras estudiantes del segundo nivel de cocina, ambas retornadas del Líbano. La comida, el servicio y las atenciones que recibimos fueron de primera. Todos estuvimos muy contentos: nuestras estudiantes, su nuevo jefe, su profesor de cocina y nosotras.
Esperemos que, al igual que Kasech y Zenafaketch, muchas otras jóvenes de nuestro centro puedan encontrar buenos trabajos. Y que ellas puedan servir de ejemplo para que aquellas que siguen pensando en emigrar a los países árabes sepan que también en Etiopía pueden tener un buen futuro. Desde el centro “Kidist Mariam” seguiremos trabajando para que ello sea posible.
Gemma Regales
Fikirte, una adolescente de 13 años, ve que los días sin poder ir a la escuela por estar enferma se han reducido, y nos cuenta aliviada: “Ya no tengo miedo de que mi familia me obligue a dejar la escuela porque tengo que repetir el mismo curso. Este año no estoy faltando, y por lo tanto mis notas son buenas”. En Etiopía gracias a los esfuerzos hechos en los últimos años, el 86% de los niños ya reciben educación primaria. Sin embargo cuando los niños caen enfermos dejan de asistir a la escuela, pues no encuentran atención médica, y como consecuencia, muchos ya no regresan. Ese es sin duda uno de los varios factores que explican el alto índice de abandono escolar de los estudiantes que empiezan la educación primaria, que se sitúa en un alarmante 63%.
Ahora Fikirte y sus amigas van contentas, ilusionadas y tranquilas caminando hacia la escuela, a unos 15 minutos de sus casas. Saben que desde hace un tiempo su escuela tiene una enfermería con un médico y una enfermera que las revisa y trata cuando lo necesitan. También disfrutan de las nuevas clases sobre salud, donde están aprendiendo nuevos hábitos para enfermar menos.
Y es que el pueblo de Fikirte, Graba Fila, con 3.500 habitantes y situado a 10 Km de Meki, no cuenta con ningún centro de salud. Cuando sus habitantes enferman tienen que trasladarse a 8 kilómetros para acceder a un centro público de salud, que además siempre tiene escasez de medios y es atendido por enfermeras y técnicos sanitarios, pero sin ningún médico. Por eso los pacientes acuden a dicho centro solo cuando las dolencias son muy graves, fuertes o insoportables.
Pero algo está cambiando: la escuela de Fikirte (Escuela Católica St. Gabriel) en Graba Fila, cuenta desde hace dos años con un servicio médico para los alumnos, establecido por la Comunidad de San Pablo. Los 283 niños y adolescentes (de 4 a 18 años) de la escuela son atendidos médicamente de cualquier problema de salud que sufren. Además, todos pasan una revisión médica al año para detectar y tratar posibles enfermedades, como la malnutrición, parásitos intestinales, trastornos visuales, etc. Pero no sólo eso, también tienen una asignatura más en la escuela, Educación en Salud, donde aprenden conceptos básicos sobre higiene y salud, y cómo adoptar o fortalecer estilos de vida saludables para estar sanos.
Es bien sabido que los niños que completan más años de escolaridad tienden a disfrutar de una mejor salud y a tener acceso a más oportunidades en la vida. Por eso una escuela con actividades de salud trae beneficios para la educación, pues contribuye a que se cumplan sus objetivos educativos y de desarrollo.
En las aldeas rurales de Grissa y Meja Lalu, al sureste de Etiopía, en el distrito Dugda, los 451 niños de la Escuela Católica María y de la Escuela del Espíritu Santo cuentan a partir de ahora con un servicio de atención primaria y educación en salud.
En las dos escuelas se ha habilitado un aula para realizar revisiones médicas, control del estado nutricional y desparasitación bianual a todos los niños, así como tratamiento médico cuando están enfermos. Además, se han iniciado clases de Educación en la Salud, una nueva asignatura escolar pensada para que los niños aprendan hábitos más saludables y así eviten enfermedades.
En las aldeas rurales del distrito Dugda no existen servicios de salud; normalmente los enfermos deben desplazarse en carros (tirados por burros o caballos) hasta Meki, que es la capital del distrito, ubicada a más de 20 kilómetros.
Educar a los niños sobre conceptos básicos de higiene, salud y saneamiento puede reducir de forma significativa las enfermedades de transmisión hídrica así como la desnutrición.
Debido a la necesidad manifiesta de capacitación para mujeres jóvenes en la zona de Etiopía donde nuestra Comunidad está presente, recientemente hemos puesto en marcha, como parte de nuestros esfuerzos para colaborar con el Vicariato Apostólico de Meki, el centro “Kidist Mariam Maakel” (Centro Santa María). Con este centro queremos ayudar a que mujeres que no han podido acabar estudios aprendan una profesión que les permita obtener un trabajo digno y ser autosuficientes. De momento se imparten cursos de cocina, costura y pintura, de una duración de seis meses.
En la inauguración, el pasado 1 de febrero, Mons. Abraham Desta (obispo de Meki) bendijo el edificio donde se desarrollarán los cursos y a todos los presentes, y como es tradicional en Etiopía preparamos café y compartimos un gran pan entre todos los asistentes. El primer grupo que se está formando es de 56 estudiantes. ¡Ya os iremos contando cómo evoluciona este nuevo proyecto!
Más de ocho millones de personas en Etiopía necesitan ayuda alimentaria según datos de un informe conjunto realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el gobierno etíope. Dos épocas consecutivas de escasas lluvias han provocado la fuerte sequía que está afectando varias zonas del país.
Más del 80% de la población etíope se dedica a la agricultura, que sigue siendo el primer ingreso financiero del país, y por ello se complica todo cuando hay sequías y efectos del cambio climático. La agencia meteorológica ha advertido sobre posibles fuertes precipitaciones en las próximas semanas, lo cual puede destruir las cosechas ya existentes y empeorar aún más la situación.
Hace 30 años, en los años 80, Etiopía sufrió una gran hambruna que conmocionó al mundo. Desde entonces la economía del país ha ido mejorando hasta el punto de posicionarse entre las economías emergentes de África. Pero a pesar de que el gobierno actual, en el poder desde 1991, ha contribuido a la construcción de escuelas, caminos y hospitales, gran parte de la población sigue viviendo en situación de extrema pobreza. Se están atendiendo cada vez más casos de desnutrición infantil y aunque el gobierno ha empezado a repartir sacos de grano y trigo entre las comunidades afectadas, se espera, una vez más, ayuda del exterior para poder superar esta nueva crisis alimentaria. Por parte de la Comunidad de San Pablo seguiremos contribuyendo desde nuestros proyectos a fortalecer la salud y a capacitar a la población rural de la zona de Meki.
María José Morales, desde la Comunidad de San Pablo en Meki, nos cuenta:
“Acabamos de celebrar en Etiopía la fiesta del «Enkutatash» o Año Nuevo, siete años por detrás del calendario del mundo occidental. Coincide normalmente con el 11 de septiembre del calendario juliano, pero este año por ser bisiesto se aplazó un día la celebración y tuvo lugar el día 12.
La fiesta está tradicionalmente vinculada al final de la temporada de lluvias, que lamentablemente este año han sido muy escasas, por lo que se prevé que en los próximos meses las cosechas van a ser insuficientes. A pesar de ello la celebración de fin de año tuvo lugar por la noche con tambores y cantos alrededor de un gran fuego, y con alegría y peticiones de lluvia en el inicio del nuevo año. Desde Meki os deseamos a todos un ¡Muy feliz año 2008!”